—¿Si? —Alba cerró la puerta y siguió a Natalia en el interior de la habitación.
—No muchos suelen usar esta sala. Solo los que de verdad les interesa.
—¿En serio? —Alba se sentó en el sofá que habían usado horas atrás. Natalia asintió
—De hecho no todos saben que existe. Bueno, al menos eso es lo que me contó un amigo de mí padre que trabaja aquí, o bueno, trabajaba. —Se sentó en el banco del piano viendo a la rubia. —¿Tu la conocías?
—No, nunca había venido hasta aquí.
—Pues eso. —Natalia se quitó su "nueva" sudadera azul, quedando con una camiseta gris cortada, que le quedaba encima de su ombligo. Al quitarse la sudadera y alzar sus brazos Alba pudo ver que tenía un top negro debajo.
—Emm ¿Nat, tu tienes la caja de cigarros? —Natalia asintió y se agachó escondiendo la tonta sonrisa que asomaba en su rostro provocada por como la había llamado, para buscar los cigarros en su bolso.
Cuando se quitó la ropa para ducharse recordó que los tenía, y al llegar al salón los guardo para no perderlos, a veces era muy despistada.
—Aquí están. —Estiró su mano y se los dio junto al encendedor. Estuvo pensando en lo que le había dicho Julia, y estaba por preguntarle si podían hablar. Pero la más baja habló antes que ella.
—Voy a fumarme uno. —Se puso de pie y camino hasta salir de la habitación.
Cuando Natalia vio la puerta cerrase soltó un suspiro y se echó en el sofá boca abajo. Le agradeció mentalmente por marcharse, no sabía en que estaba pensando. Si lo hubiera hecho seguramente ya estaría arrepentida.
La pelinegra estaba esperando inconscientemente que la mayor fuera hasta allí, y sucedió. Pero Alba solo quería sus cigarros. Natalia pensaba que había ido a pasar el rato con ella, pero estaba claro que no.
—Pero tía¿Por que eres tan exagerada? Además ¿Que esperabas? —Se reprochó a si misma en voz alta. —¿Ahora te quieres casar con ella o que?
Se sentó en el banco del piano de cola, puso su libreta en el atril y deslizó sus dedos por las teclas suavemente tocando una melodía que ella había escrito. Carraspeó su garganta aunque sabia que no debía hacerlo y comenzó a cantar.
Mientras tanto Alba estaba fuera, a pocos metros de la puerta, dejando ir el humo por una de las ventanas. En el medio del silencio que la rodeaba pensó en entrar a hablar de cualquier estupidez con Natalia.
Y estaba apunto de hacerlo, pero antes de apagar su cigarro escuchó el sonido del piano. Era casi imperceptible, pero por el silencio que había en la ciudad lograba escucharlo. Se acercó un poco más a la puerta, apoyando su espalda al lado de esta y puedo oír la voz de la más alta.
Tenía la voz más linda que había escuchado. Era suave, delicada, como una caricia. Cerró sus ojos y se quedó escuchándola. No quería entrar, no quería interrumpirla a pesar que se moría por besarla. Suponía que la canción la había escrito Natalia, aunque no estaba prestándose atención a la letra, solo estaba escuchando su voz.
Cuando volvió el silencio tiro el cigarro, lo pisó y abrió la puerta. Vio a Natalia sentada frente al piano con sus manos en el.
—¿Estabas tocando? —Le preguntó fingiendo no haber escuchado nada. La pelinegra puso sus manos en sus piernas.
—Si, pero estaba tocando teclas al azar, no era una canción. —Mintió. —¿Puedo pedirte que me hagas un favor? —Alba la miró dándole a entender que continuara. —¿Puedes no decirle a nadie de este lugar.. y de esto? —Se señaló junto al piano.
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1 Minuto con 40 Segundos
Teen FictionNatalia Lacunza, una joven de 18 años, se ve obligada a convivir con personas que nunca había visto en su vida para sobrevivir a su realidad 1'40" dura el dolor 1'40" dura la ansiedad 1'40" dura la preocupación 1'40" dura la incertidumbre 1'40" du...