9. TORNADO DE CULPA

61 10 0
                                    

Tan solo con cerrar los ojos volvía a revivirlo todo. Al volver por Lux, Jay consiguió observar como la explosión alcanzaba a las personas en la retaguardia del contenedor. Recordaba a la perfección sus rostros llenos de pánico y, al ser alcanzados por las fulminantes llamaradas, ver el cambio del semblante de terror a uno de infinita agonía.

No había conseguido dormir en toda la noche. Tampoco podía mantener los ojos cerrados porque las imágenes volvían con una furia indómita que le agitaba brutalmente su mente. El único mérito que se otorgaba, era el de haber conseguido dejar de temblar.

Frente a los demás miembros del equipo se había mostrado fuerte, tenía que serlo o sino podrían considerar seriamente si debía continuar formando parta de ello. Pero al quitarse el traje, al subir a su habitación, su disfraz quedo atrás y todo su cuerpo comenzó a temblar con una furia desenfrenada.

No sabía el porqué, pero pronto se descubrió llorando en una esquina de su habitación. En su mente, rogaba por ver a su padre, que le diera su consejo, lo necesitaba.

Nadie. Eso era lo que le importaba a las personas. A Nadie.

Los repentinos golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos. Negó con un movimiento de cabeza, no quería ver a nadie, no gustaba de ver la lástima que le darían sus compañeros.

¡Toc, toc, toc! Volvieron a tocar.

—¡Jay! —lo llamo una voz de mujer. Por más esfuerzo que hizo por intentar recordar de quien se trataba, no logró conseguirlo, su mente era un total caos sin orden.

Los siguientes golpes que se dejaron escuchar, en aquella oportunidad vinieron acompañados de una fuerza desmedida.

Un extraño dolor se prendió en su cabeza. Posiblemente se debiera a que no había dormido o probado alimento en todo el día. Lo que si tenía en claro, era que deseaba que callaran los golpes y le dejaran en paz.

¡Toc, toc, toc, toc, toc! Apretó los dientes, quien fuera el que estuviera tocando, al parecer no iba a darse por vencido tan fácilmente.

Mas enfadado que preocupado se puso en pie. Avanzó por su habitación con pisadas fuertes, quería que quien fuera el que le estuviera molestando, conociera que su presencia le estaba haciendo enfadar.

Cogió el pomo con la misma furia y la abrió. Amber retrocedió un paso al ver el aspecto de Jay. No la asustaba, más bien le preocupaba. Unas ojeras muy cargadas, era como si no hubiera dormido en varias horas. Su cabello rubio estaba opaco y quebradizo, su piel un poco amarillenta, y aunque no lo admitiría a los cuatro vientos, olía muy mal.

—¿Amber? —se extrañó Jay. La heredera de Cabeza de Toro era la última persona que se imaginaba que le iría a ver. Sobre todo, porque ella no sabía que pertenecía al equipo de la Nación... ¿O sí?

—Jay... —dijo arrastrando las palabras y dejando ver su sorpresa. Tragó saliva, y pronto recordó porque le fue a buscar—. Oliver... si... Oliver te necesita...

—¿Qué Oliver me necesita? ¿Qué ha sucedido? —Jay se imaginó lo peor. Su amigo era capaz de desobedecer la orden de Andrew e ir a buscar por si solo al extraño calvo. Si algo terrible le había sucedido, podría ser su culpa también.

—Tranquilo, no ha sucedido nada grave —le tranquilizo Amber al ver el temor dibujado en aquel demacrado rostro. Entendió que lo último que necesitaba Jay eran más preocupaciones que agravaran su estado de salud—. Oliver esta en Cabeza de Toro... pero digamos que no está en sus plenas... facultades...

—¿Te importaría explicarte? —Jay no había comprendido lo que trataba de explicarle Amber. Ella dejo escapar un suspiro, con un semblante desesperado, le cogió de la mano.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now