27. RAYOS DEL SOL NACIENTE

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La luz le ilumino el rostro. En un llamado de protesta dejo escapar un gemido. Abrió los ojos despacio, mientras se maldecía en silencio por no haber cerrado las cortinas.

A sabiendas de que ya no podría conciliar el sueño, giró en la cama buscando alejarse de la luz. Y entonces le descubrió. Solo quedaban pequeños destellos lucidos en su mente, además que en ocasiones pensaba que solo se había tratado de un hermoso sueño.

Pero con lo que sus ojos se encontraron le hicieron entender que todo había sido real. Ante su descubrimiento le fue imposible el evitar que una sonrisa se extendiera por sus labios. Deslizo su mano por las sabanas, le elevó un poco, hasta que sus dedos consiguieron adentrarse en aquel hermoso mar de fuego.

Se vio obligado a detener sus dedos cuando la pelirroja dejo escapar un quejido. Se quedó allí inmóvil, expectante. No quería perturbar su sueño. Para su desgracia, o su alegría, los ojos de Janet se abrieron despacio. Cuando aquellos ojos color jade consiguieron enfocarlo, una sonrisa se extendió por sus dulces labios.

—Días... buenos... —dijo con confusión, su corazón dio un salto cuando consiguió arrancarle su primera risa del día.

—Buenos días —agregó con aquella felicidad emanando por cada uno de sus poros. Se movió incomoda en el lecho, levantó sus brazos al tiempo que las sabanas resbalaban dejando al descubierto su cuerpo desnudo.

Aquello no le hizo sentirse avergonzado. Todo lo contrario. Aun no podía creer que una mujer tan bella como Janet estuviera enamorado de alguien como él. Cuando le descubrió admirándola, le regalo una sonrisa, aunque no conforme con ello, se deslizo por el lecho, sintió un extraño escalofrió cuando los dedos de su amada ascendieron por su abdomen.

Sus dedos juguetearon en su abdomen, segundos después ascendió con toda su tierna palma hasta su pecho. Todo aquello lo hizo sin despegarle aquella hermosa mirada de color jade. Algo dentro de sí misma parecía provocar que brillara con un especial destello, haciéndole parecer aún más a aquellas piedras preciosas que por tanto dinero se pagaban.

‹‹¿Será por mí?››, pensó al instante. Su mano se levantó, con ayuda de sus dedos sintió aquella cálida piel que cubría el rostro de su amada, ella cerró los ojos, era como si buscara disfrutar al máximo de aquel momento. Al volver abrir sus bellos ojos, comprendió a la perfección que era lo que debía hacer, así que movió su rostro hasta encontrarse con aquella hermosa mejilla un tanto ruborizada, la cual beso con una devoción que jamás había demostrado por alguna religión.

—No te imaginas cuanto te extrañaba —le susurró cerca de su mejilla. Su amada movió despacio su rostro, sus narices se encontraron, lo que acabo haciendo que ambos terminaran soltando una pequeña sonrisa. En aquel preciso momento sus ojos volvieron a quedar totalmente conectados.

—Entonces hay que recuperar ese tiempo perdido —propuso con una sonrisa pícara, acortó aquella pequeña distancia que los separaba. El primer beso fue tierno, sintió lo cálido y suave labios de su amada, ello hizo que ambos volvieran a sonreír. Le segundo beso también siguió el mismo camino. Fue hasta un tercero cuando acabo explotando su pasión y sintió como la lengua de su amante se abría camino en su interior, algo que deseaba con anhelo ciego.

—Me encantaría —reconoció al tiempo que sentía su piel con ayuda de su nariz, al mismo tiempo que los ardientes labios de su amada le depositaban otro beso en la mejilla, solo complicando lo que necesitaba decir—, pero me parece que no podría hacerte justicia. ¿Acaso ese era tu objetivo anoche?

Fugaces destellos cruzaron por su mente. Entraron con rapidez en la habitación, las prendas pronto terminaron regadas en cualquier sitio y, en menos de dos segundos ya se encontraban juntos en el lecho, entregándose sin ningún pudor a sus más bajos deseos.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now