11. MELODÍA DE HIELO

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Hellblau contemplaba la ciudad de Hamburgo. En sus recuerdos, no era tan ruidosa, ni tan luminosa. Para su sorpresa, se descubrió sabiendo que era la primera vez que realmente observaba la ciudad con los ojos abiertos.

Sus ojos se movieron hacia abajo. Aunque fuera de noche y la oscuridad reinara en aquellas horas, la ciudad parecía estar más viva que nunca. Los automóviles se deslizaban con gran velocidad en las vacías calles. Muy pocas personas iban a pie. Los edificios tenían las luces encendidas y el rumor de la música conseguía llegar hasta sus oídos.

Por un momento se cuestionó si la gente estaría asustada por los hechos de la otra ciudad. Tal vez si o tal vez no. No encontraba una manera de responder a esa pregunta y eso no le agradaba.

La puerta se la azotea se abrió de golpe, una mancha amarilla entró, dejando algo a su paso. Splotch se detuvo a varios centímetros de Hellblau y espero expectante.

—¿Qué demonios está ocurriendo? —rugió furiosa la desconocida, mientras intentaba ponerse en pie. Aun no llegaba a comprender nada y todo a su alrededor le daba vueltas.

—También me da gusto volver a verte agente Caroline —saludó con cortesía Hellblau. La mujer llamada Caroline intento dejar de ponerse en pie y se concentró en la voz—. ¿O debería llamarte capitán Caroline?

—All —susurró Caroline sin poder creérselo. Por fin todo a su alrededor había dejado de dar vueltas y consiguió incorporarse. Desconfiada y con cierto temor recorriéndole el cuerpo, se acercó hacia la sombra cerca de la orilla.

Por instinto se llevó una mano a su costado buscando desenfundar su arma de fuego.

—¿Buscas esto? —preguntó Splotch desde las sombras, al tiempo que levantaba un arma al aire. Caroline se revisó por instinto y suspiró cansada al darse cuenta que no tenía su arma—. Estos son juguetes peligrosos. No te preocupes, la cuidare por ti.

Caroline entornó el rostro y lo fijo en la espalda de Hellblau, no podía dar crédito a que ella continuara en silencio, mientras un sujeto que no conocía se burlaba de ella.

—¿Quieres explicarme qué diablos sucede, All? —preguntó muy cabreada.

—Tu sabes porque estoy aquí Car —Caroline frunció el ceño ante tal información. Infló sus generosos pechos y desafió con la mirada a Hellblau.

—¡Claro que se porque estás aquí! —Rugió llena de ira—. ¡Y si me permites decirte una cosa! ¡No les necesitamos! ¡Todo está bajo control!

—¿Bajo control? —inquirió Hellblau con amargura. Se giró dando la cara. Sus fríos ojos se fijaron en la enfurecida capitana.

Era una mujer que rozaba los cuarenta años. Su cabello rubio claro estaba amarrado con una fuerte coleta. Sus ojos eran grandes y de un azul intenso, debajo lucia unas grandes ojeras. Su cuerpo delgado quedaba oculto bajo el traje de oficinista que vestía, a juego con su gabardina negra.

—Tres muertes. Y posiblemente una cuarta. ¿Eso es tener todo controlado? —interrogó Hellblau. Caroline no soporto la mirada acusadora y pronto aparto la vista.

—No les pedimos su ayuda —inquirió Caroline avergonzada.

—No la pidieron. Pero perder líderes políticos como si fueran ratas criminales, no inspira mucha confianza por parte del pueblo —Caroline respiraba con dificultad, molesta por las palabras de Hellblau.

—¡Crees que no he escuchado eso! ¡Mi trabajo está en peligro si no detengo al responsable! —sacó toda la frustración acumulada.

—Por eso estamos aquí, Car —Hellblau se acercó a la mujer—. Nosotros también queremos detener al responsable. Y para eso, necesito que me cuentes todo lo que sabes.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now