20. EL ÚLTIMO ENEMIGO

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Su pierna subía y bajaba como si siguiera el ritmo de una inexistente melodía. Un sentimiento de incertidumbre se ceñía en su pecho, y no sabía si se encontraba preparado para lo que pudiera encontrarse.

Sus ojos como en otras ocasiones se dirigieron hacia el reloj que estaba encima de la mesa, solo faltaban cinco minutos para que se cumpliera la hora fijada para su cita.

Apretando con fuerza desmedida los puños se puso en pie. Aun no estaba muy seguro de querer visitar a Janet, pero algo en su interior le decía que tenía que ver lo que su debilidad había provocado.

‹‹Tú fuiste el causante de todo››, le susurró una vocecita, con la cual se encontró plenamente de acuerdo.

Se detuvo ante la puerta. Había llegado el momento de enfrentarse a su realidad. Abrió la puerta y abandonó su habitación. Caminó por los tranquilos pasillos del Santuario del Aprendizaje. En una ocasión le fue posible escuchar una conversación que mantenían dos alumnos de bachillerato, sobre las misteriosas personas del Hospital Nacional.

Oliver comprendió al instante que se estaban refiriendo a los padres de Janet. Por un momento se imaginó que era descubierto por los señores Janiot y entonces le pedirían una explicación, a lo que lo único que Oliver podría decir para defenderse seria: ‹‹Soy débil.››

Entró al despacho y se quedó observando a un serio Jay.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Oliver con voz ronca.

—Sabía que llegarías a un acuerdo para poder verla —se puso en pie con gran agilidad, se acercó al mueble lleno de libros e incrusto su anillo plateado en un libro de cuero oscuro, lo movió hacia un lado y el mueble se retiró dejando ver el ascensor—. Deus ha dicho que es imperdonable abandonar a un compañero. Y lo admito, te deje ir a ese lugar solo...

—Tu no tenías manera de saber si el desconocido cumpliría con su amenaza —Jay asintió dándole la razón.

—Aun así te deje ir solo. Y es algo que no podre perdonarme nunca. Te pido que no me niegues acompañarte esta noche, por favor —Oliver le miró fijamente a los ojos, solo le basto con esa mirada para comprender que su amigo no aceptaría un no por respuesta.

Oliver opto por no responder, pero la sonrisa que se dibujó en el rostro de su amigo, le hizo entender que Jay había interpretado su silencio de manera positiva. Ambos entraron al ascensor y el camino a su destino comenzó.

‹‹¡No te mereces esto! —Rugió aquella voz en su interior—. ¡Todo esto es tú culpa! ¡No mereces volver a verla! Lo mejor es que te alejes de ella. Aléjate de todos››.

Las puertas se abrieron y como se lo había prometido, Deus les esperaba sentado a la mesa. Sus intensos ojos azules se clavaron en Oliver, quien consiguió percibir como no podría ocultar ni un solo secreto para tan poderoso ser. Agradeció que esa mirada de pronto se fijara en Jay.

—Nunca mencionamos compañía —dijo con serenidad. Los labios de Jay se despegaron para replicar...

—No. No dijimos nada de compañía —agregó de pronto Oliver. La mirada de sorpresa lanzada por Jay, no pareció surtir ningún efecto en su amigo—. Pero Jay se ha ofrecido amablemente a acompañarme en esta solitaria trayectoria. Y no pienso rechazar su buen ofrecimiento.

Deus como respuesta, se limitó a encogerse de hombros y se puso en pie. Sin perder tiempo, caminó hasta la puerta con el grabado de águila la cual abrió con la ayuda de su anillo. Los tres se deslizaron en silencio por el extenso túnel con luces rojas.

Cuando llegaron a la zona de despegue, Deus no le presto ni la más mínima atención a la Falco Peregrinus y se acercó a una pared de metal. Los recuerdos de Oliver volvieron como un huracán y le sacudieron con tal intensidad, que sus piernas comenzaron a temblar como si hubieran sido trasformadas en gelatinas, lo que le hizo temer dar un paso y caer al suelo.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now