12. SOMBRAS DEL PASADO

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Oliver abrió los ojos despacio. Los rayos del sol pronto le obligaron a cerrarlos. No comprendía donde estaba, o que había sucedido.

Lo único que sentía era un extraño dolor que corría por todo su cuerpo. Obligó a su mente a recordar... la mujer de blanco, él siguiéndola en busca de respuestas, todo temblando a su alrededor y, después sencillamente oscuridad.

Y sin saber realmente como, una enorme tormenta de recuerdos le atacaron agitando su cabeza de un lado a otro; mientras más recordaba, más fácil le era comenzar a juzgarse por haber atacado sin pensárselo bien a los Saqueadores. Si no hubiera hecho nada de eso, ahora podría estar de vuelta en la Nación, tendría el tiempo suficiente para buscar al extraño calvo. Pero no, había errado y, no conforme con ello entre las patas se había llevado a la Nación.

‹‹Eres un imbécil. Dejas que tus emociones te controlen. Por ello siempre estás destinado al fracaso››, escuchó nítidamente que le decía una pequeña vocecita apenas audible dentro de su interior.

Los repentinos pasos, le obligaron a abrir los ojos, de nuevo se vio cegado por la intensa luz del sol. Levanto un brazo buscando hacerse sombra, a la vez que un dolor se disparó como pólvora recién encendida, evitándole conseguir el alzar su brazo.

Los pasos se hicieron más nítidos y parecían venir de todos lados. Oliver haciendo un esfuerzo, entre abrió los ojos y observó cómo alguien tan pálido como la luna le miraba fijamente.

El desconocido de pronto se irguió y comenzó a caminar, sus pasos eran los que había escuchado.

—¿Ha que has venido, intruso? —su voz se escuchaba monótona, como si su pecho se encontrara hueco y no sintiera emoción por nada.

—H-h-h-h... —tenía la boca tan seca, que no podía decir nada. Estaba desesperado, necesitaba levantarse o el desconocido podría juzgarlo como un intruso indeseado, lo que lo llevaría a acabar pronto con su vida. Aunque eso tampoco le molestaba. Cuando sintió que todo se volvía negro, por un momento llego a pensar que todo había llegado a su final, todos quienes tuvieron la desgracia de haberlo conocido, le olvidarían y ya no podría hacerle daño a nadie.

—Quieres morir. Puedo olerlo —anunció la voz sin emociones. Oliver apretó los dientes ante tal afirmación. No le agradaba que un desconocido pudiera leerlo con tanta facilidad.

Decidió llevar a cabo su plan. Concentro su mente. Busco en lo más profundo de su ser. Energía natural comenzó a emanar de su cuerpo como si se tratara de vapores, su piel no tardo nada en comenzar a ser embargada por un destellante color verdoso, iluminándolo en todos los aspectos posibles.

Cuando hubo conseguido repartir equitativamente su energía, se concentró para que liberara un calor reconfortante, logrando así que sus partículas se movieran con mayor rapidez. En cuestión de segundos, los dolores fueron desapareciendo de su cuerpo. Hasta que no desapareció el último malestar, Oliver rompió la concentración, su cuerpo dejo de emitir aquel brillo e intentó recuperar el aliento.

A su segundo intento por ponerse en pie, no se vio detenido por los malestares que lo aquejaban, sino por un repentino pie cubierto por una clase de armadura que le obligo a volver acostarse. Apretó los dientes al golpearse contra el suelo, aunque consiguió abrir los ojos para observar a su atacante.

Le basto solo con la primera mirada para comprender que se encontraba frente a alguien especial. Su rostro estaba tan pálido como la leche cortada. Sus ojos eran grandes y brillaban con la intensidad de estrellas. Su cabello era una cortina oscura y enmarañada. Su afilada mandíbula no presentaba ni el más mínimo vello facial. Debería rondar entre los treinta y cinco años.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now