36. LA NOCHE MÁS OSCURA

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Sus piernas se doblaron un poco, aquello no era ningún inconveniente. Se irguió, avanzó con aquellos pasos gráciles pero silenciosos que tanto tiempo le había llevado perfeccionar y, detuvo su andar ante el cuerpo inmóvil del héroe.

Se acuclillo a su lado, lo que más destacaba de toda aquella escena no era la sangre escarlata, sino aquella espada tan extraña y legendaria que ni siquiera él sabía si realmente había llegado a existir.

—Leí de ti cuando apenas tenía siete años —susurró mientras centraba su atención en la mítica espada Anjonu—. Se decía que habías sido forjada del corazón de una roca proveniente del espacio, pero lo que te hacía especial, eran los hechizos que tu primer poseedor Alquimys te dio.

Aunque ya hubiera pasado tanto tiempo, aun le era sencillo recordar esas noches donde su madre le narraba lo que Alquimys había hecho para salvar a la humanidad.

‹‹Cuando todos los hombres se habían dado por vencidos, Alquimys se alzó por encima de todos ellos y, con su espada cargada de hechizos mágicos, cargó con un estruendoso grito que agito los corazones de sus hermanos, los cuales al verlo ir directamente contra aquellos monstruos que amenazaban con acabar con su existencia, salieron en su ayuda...››

Mientras las palabras continuaban apareciendo en su mente, le resultó imposible el continuar manteniéndose inmóvil, así que se apresuró a estirar la mano con la cual consiguió coger aquella empuñadura cubierta de un antiguo cuero tratado, si las leyendas eran ciertas, aquel cuero provenía de Eysspar, un lobo mascota de Alquimys.

Aunque la luz de aquel lugar era mínima, la hoja plateada lanzaba hermosos destellos. Él conocía todas las historias que se contaban de aquella fantástica espada, así que ahora tenerla entre sus manos le resultaba un sueño vuelto realidad.

Aunque le estuvo buscando por muchos siglos, en un momento llegó a pensar que de verdad la espada no existía y solo era una invención más de los humanos.

Ahora que la blandía en su mano, que la sentía tan ligera como se contaba en la antigua historia del Guerrero Blanco de la Velocidad, su belleza era insuperable como la describía Lyo el Guerrero León.

Por un momento quedo hipnotizado por la belleza de la espada, aunque la guarnición mostrara unas cuantas quebraduras, eso no le quitaba lo impresionante que era tenerla en su mano. Llevó su mano libre hasta el cinturón de cuero que rodeaba su cintura, lo desabrocho y dejo que cayera al suelo, sabía que su espada no tenía ni una sola oportunidad de opacar a la fantástica Anjonu.

Fascinado por haber encontrado algo que creía era simplemente una leyenda, se puso en pie, hizo girar aquella espada en su mano la cual giró con movimientos gráciles, delicados al mismo tiempo que mortíferos. Aunque se encontrara tan emocionado, no podía olvidar en las circunstancias en las cuales había encontrado aquella espada, eso fue lo que le impulso a clavarla en el suelo, apoyo ambas manos en aquella empuñadura y se dejó caer en una rodilla.

—Me resulta imposible el expresar cuánto lamento que sea en estas circunstancias que me encuentre con tan legendaria espada —aceptó con un deje melancólico que acompañaba a su voz—. Con esta acción no busco perturbar tú descanso eterno. Lo que busco es que me legues tú misión. Cumpliré los designios que el universo tenía contigo. Juro que jamás será usada para provocar el mal. Así que descansa.

Se puso en pie, sus dedos se deslizaron despacio por la empuñadura...

‹‹Recuerda. Una espada no es solo un objeto con el cual defenderse —le llegaron las palabras de su sensei con aquel tono rasposo y aguardentoso—. Una espada es parte de tu brazo, de tu cuerpo, así que de esa manera debes tratarla, con delicadeza, o respóndeme, ¿Acaso tú te lastimas el cuerpo por el mero placer de que puedes hacerlo?››

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now