Día 03: Heridas | Kolivan, el Hipopótamo

699 74 16
                                    



Palabra #3: Heridas

Detalles: Universo alterno.

Extensión: 1224 palabras.

Kolivan, el Hipopótamo


El sol de esa tarde de verano se filtraba en las ventanas de la cocina. En la mesa dos niños con pelo revuelto y moretones y rasguños por la cara se evitaban mirar. Un chico mayor se arrodilló frente a uno, limpiando los arañazos en su brazo. El chico de ocho años pataleó por el ardor del algodón y se cruzó de brazos.

—¡Él fue quien empezó! —recordó molesto, señalando al niño cabizbajo y ceñudo de la otra silla.

—Es suficiente, James —suspiró Shiro, acomodando su ropa jaloneada— Tu mamá viene a buscarte, espera en el sillón, por favor —pidió. James frunció el ceño y miró al niño aquel.

—Fenómeno... —murmuró, yéndose al salón.

Shiro se tragó las palabras y suspiró. Con apenas quince años se había metido en un lío, sin dudas.

Shiro era un muchacho ejemplar del vecindario, sus padres eran maestros respetados y él un buen hijo y vecino. Sin embargo, era muy ambicioso, y a pesar de las altas notas que le augurarían una beca en la universidad de sus sueños, ya había empezado a ahorrar para ello.

¿Su error?

Aceptar hacer de niñero durante los veranos para seis niños revoltosos y que ni bien se llevaban. Todo había comenzado con cuidar a la pequeña de los Holt, que extrañaba a llanto a su hermano mayor, que se había ido a una academia de ciencias por las vacaciones. La pequeña de cinco años era muy inteligente y cariñosa con él, así que ganarse su confianza no demoró.

Pero el boca en boca le acarreó cinco pequeños más.

Hunk y Lance de siete años que hicieron clic de inmediato, Allura de nueve que se rehusaba en compartir sus juguetes y el silencioso Keith de ocho, que se mantenía todo el rato en un rincón, abrazado a su peluche de hipopótamo. Sus diferencias de edades y personalidades le hicieron valorar aún más el trabajo de sus papás.

Pero cuando llegó James, su primera impresión de que por fin el tímido Keith tendría un amigo de su edad, se esfumó.

—¿Todo en orden? —posó la mano con suavidad en una de sus rodillas raspadas en pantaloncillos cortos. Keith subió la mirada.

De sus ojos brillantes pendían lagrimitas de enojo.

—Sí... —desvió la mirada, limpiándose con la manga de su sudadera— Como sea. No sabe pelear.

Shiro le dedicó una sonrisa amable. Su pequeño era muy valiente, quizás, demasiado.

—Ya llamé a tu papá a que venga —dijo, detallando los golpes húmedos por la crema que le aplicó.

—No tenías por qué... —sus ojos furiosos suavizaron, notablemente apenado— Puedo regresarme solo...

El mayor miró hacia el salón, donde James se mantenía refunfuñando.

—¿Por qué fue la pelea? —le preguntó a Keith, peinando con delicadeza su cabello despeinado hacia atrás.

—Ya lo escuchó, porque yo soy un fenómeno —murmuró, volviendo a fruncir el ceño. Las mejillas del pequeño arrebolaron un poco, sobresaliendo el color debajo los hematomas y las banditas de Spiderman. Los mimos de Shiro le hacía sentir muy bien— Y James es un idiota —añadió otra vez molesto. De repente, Keith entristeció, apartando la mano que le reconfortaba— No pertenezco aquí, no me llevo bien con nadie.

FLUFF MONTH SPECIAL | VOLTRON SHEITH ONESHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora