Capitulo 8:

257 21 0
                                    

En la habitación no se podía escuchar más que la melodía de nuestros labios chocando y como de a poco nuestras respiraciones se iban agitando.

Mis manos comenzaban a enloquecerse en la espalda de Nick, esa triangular espalda que siempre había encontrado una debilidad.

A decir verdad, nunca me había imagino a Nick tan… apasionado para estas ocasiones, de hecho, de hecho siempre creí que debía de ser tímido y poco atrevido, más ahora caía en cuenta de que era lo contrario.

Sus labios dejaron su labor en mis labios para iniciar un camino desde ellos, por mi mandíbula hasta mi cuello y no pude evitar soltar un suave gemido al sentir como sus dientes se hincaban en mi piel y al segundo su lengua se deslizaba tal como si saborease un helado.

Haberme quejado sensual, por decirlo de alguna manera, no hizo más que se avivara y ejerciera una leve presión en mi entrepierna, por lo mismo, me vi obligada a separar mis piernas y dejar que se acomodara entre ellas para que estuviese más cómodo.

Los minutos pasaban y la situación seguía igual, más estaba deseando sentir sus manos quemar en mi piel y no sabía cómo hacer para que lo notara. Ya tenía una idea, sin que lo notara, llevé cuidadosamente mis manos hasta el borde de mi remera y la levante tan solo unos centímetros, lo necesario… Y así fue, a los segundos mi piel sufrió un temblor al sentir como sus manos se hundían bajo mi polera y como daba simuladamente placenteras caricias.

Sus labios seguían humedeciendo la piel de mi cuello y mis manos se trasladaron desde su espalda hasta su cabello, donde mis dedos se enredaron en aquellos perfectos rulos y tironearon suavemente de ellos para hacerle entender que estaba sedienta de sus besos.

Sus manos comenzaban a tomar cierta confianza y subieron hasta llegar a lo bajo de mis pechos. Yo por mi parte le permitía el paso, pero Nicholas no era de estos chicos que llegaban y hacían lo que querían, era algo que admiraba de él, siempre tan respetuoso. Mordí sensualmente su labio inferior para hacerle entender que tenía concedido el paso, que podía avanzar todo lo que él quisiera y antes de hacerlo dejó de besarme para poder mirarme. Dios, se veía hermoso, era… absolutamente precioso. Sus labios entreabiertos, tratando de recuperar oxígeno, se encontraba hinchados, rojizos y brillantes, más tentadores que nunca. Sus mejillas tenían un leve rubor y sus ojos me mostraban lo conmocionado que estaba. —Jess… ¿Estás… segura? —Susurró con dificultad, estaba pensando seriamente en detenernos unos segundos y dejar que recuperara el aire. Sonreí y asentí. Antes de que se acercara entreabrí mis labios y busqué el inferior suyo para morderlo sensualmente, con placer… me encantaban. Sus manos, finalmente, se apoderaron de mis pechos y me hicieron explotar en un sin fin de nuevas sensaciones, por lo que cerré mis ojos y dejé que mi cabeza cayera nuevamente en la cabecera. Pronto iba a soltar otro quejido ante las mortíferas caricias que Nicholas brindaba con tanto cuidado en mis pechos, más sus labios los ahogaron con un beso apasionado y dulce a la vez… ¿Eso era posible? Al parecer si y muy fácil de lograr para Nick.

Sentía como de a poco mi polera iba subiendo y Nicholas, al notar que no había quejas de mi parte, no se detuvo hasta quitarla por completo. Se alejó y contempló mi torso semidesnudo. Puedo admitir que me sentí nerviosa, su mirada estaba recorriendo con sumo detalle cada parte de mi cuerpo y temía que no le gustara. —No soy una Barbie —Musité nerviosa, tomando su rostro entre mis manos y haciendo que me mirara. Sonreí nerviosa y mordí mi labio inferior. —No. Tú eres más hermosa —Susurró y besó mis labios delicadamente. Sonreí y volví a cerrar mis ojos, esperando cualquier movimiento de su parte. Me sorprendí y mi cuerpo completo se estremeció, al sentir sus cálidos labios en la loma de mis pechos. Era delicado y placentero a la vez, mi vientre gozaba de las sensaciones que Nicholas me provocaba y rogaba para que nunca terminasen. Tomé el inicio de su remera y la arrastré hacia arriba, aprovechando de que mis manos disfrutasen su piel ardiendo. La quité y mi mente configuró los más pervertidos pensamientos. ¡Mocoso malcriado! ¡¿Quién le había dado derecho a tener un cuerpo así?! ¡Vaya! Esto se ponía cada vez mejor. Acaricié sus brazos, su pecho, su espalda… estaba en éxtasis con aquella blanca piel. Nunca lo imaginé así, por lo que me era toda una sorpresa y un tesoro a descubrir.

In Another Life IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora