Capítulo 14:

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El aire se escapaba con facilidad de mis pulmones y comenzaba a imaginar que moriría de un paro cardiaco. Sentía como un extraño dolor se apoderaba de mis extremidades y enseguida noté que formaban un puño, arrugando las sábanas debajo de mí.

Comencé a llorar desconsoladamente… Y no sabía si era porque creía que estaba enfermándome, quizás porque ver su imagen me atemorizaba o por el simple hecho de que la frustración de verlo y no poder tenerlo de nuevo, me llenaba por dentro, dejándome el mismo hueco vacío que sentí cuando me dijo que me amaba y el pitido de la marcapasos se escuchó por toda la habitación.

—Jessica —Volvió a susurrar y observé cómo sus expresiones serias, endurecidas, se iban transformando en una sumamente triste y desconsolada.

Mi llanto no cesaba y me sentía acorralada ante su presencia. Podía percibir como todos mis sentidos se encontraban petrificados y como las lágrimas rodaban sin control en mis mejillas.

Un grito ahogado se escapó de mi pecho cuando la imagen de Joseph se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Mi cuerpo, cual se encontraba contraído, cayó pesadamente en un lado del colchón. Lugar donde me aferré de las frazadas y comencé a llorar sin remedio.

Sentí como mi oscura habitación era invadida por la luz del proveniente de afuera y a los pasos preocupados de alguien.

—Jessica, querida ¿Qué sucede? —Preguntó con inquietud mientras, como pudo, me levantaba para acomodarme sobre sus brazos.

No me encontraba en las condiciones adecuadas para hablar. Ni por más que lo intentara, las palabras no lograban salir de mis labios.

Al rato escuché como llegaba mi padre y mi hermana a la habitación, y para ser sincera, no quería a nadie a dentro, no más que a mi madre. Los demás podrían llamarme demente.

— ¿Qué le sucede ahora? —Preguntó con su tono desinteresado. Mi hermana.

—Jessi ¿Estás bien? —Sentí como mi padre se acomodaba a mi lado y como mi hermano pequeño, el cual se encontraba en sus brazos, trataba de consolarme con sus suaves manitos.

—Quiero… quiero a Nicholas —Sollocé arrugando, como un bebé, la camisola de dormir de mi madre.

—Hija, son las 6:24 de la madrugada. Mañana por la mañana le llamo —Suspiró mi madre acariciando mi cabello con dulzura. Quizás podía tener la intuición de lo que sucedía.

—Por favor —Me quejé con dolor impregnado en la voz y volví a arrugar su prenda de dormir.

—Yo iré por él —Suspiró mi hermana y sentí como salía de la habitación. Después de todo, se preocupaba en el fondo por mí.

A los pocos minutos, sentí la voz de Nicholas provenir desde la sala y me alejé de mi madre para esperar que apareciera por la puerta. Apenas lo hizo, me puse de pie en un salto y corrí hacia él para abrazarlo con firmeza. Sin poder detenerme en algún instante, seguí derramando lágrimas sobre su hombro.

— ¿Qué es lo que sucedió? —Cuestionó preocupado mientras me extendía la taza con chocolate caliente.

Me quedé en silencio, sin saber que responderle. Si le llegaba a mencionar lo que realmente había pasado… posiblemente creería que sufría de esquizofrenia.

Me acomodé bajo las sábanas, con la espalda reposando sobre el respaldo y con la mirada perdida en la taza.

—Vamos, linda —Sonrió dándome ánimos mientras acariciaba, sobre todo el montón de frazadas, mis piernas— ya todos deben estar durmiendo de nuevo. —Lo vi —Hablé por primera vez desde el incidente y en un casi inaudible susurro. — ¿Estás segura? Quizás solo fue… un sueño —Me miraba con comprensibilidad y pude ver que podía confiar en él. No me trataría como una loca. —Estoy segura, Nicholas —Iba a llorar nuevamente. Ni mi tazón en mis manos podía ver producto a las lágrimas que inundaban mis ojos. — ¿Estás… asustada? —Preguntó y levantó mi mentón con su extremidad zurda para poder mirarme a los ojos. Asentí con un nudo amenazando en mi garganta y con las lágrimas corriendo, una vez más, por mis mejillas. —Lamento haberte molestado —Musité entre sollozos—, pero eres la única persona que me hace sentir segura —Confesé mientras mantenía un fuerte contacto visual. —No te disculpes, está bien —Sonrió levemente y llevó ambas manos a mi rostro para barrer las lágrimas con sus pulgares—. Sabes que en cualquier momento puedes contar conmigo, estés donde estés… iría hasta la luna si me lo pidieses —Carcajeó y no pude evitar sonreír ante su tierno comentario. —Gracias —Susurré y volví a sonreír. —No hay de que —Sonrió y se acercó para besar mi frente—. Ahora… no creo que me dejes ir ¿O sí? —Meditó con obviedad. Él sabía muy bien que lo tendría amarrado a mí. —Por supuesto que no —Carcajeé y me acerqué para abrazarlo.

In Another Life IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora