Me trajeron de vuelta de Estados Unidos con una dependencia a la cocaína tremenda. Tiene narices, mi padre toda la vida vendiéndola y yo consumiéndola. Nunca lo hice en Italia, era lo único que mi padre siempre nos había prohibido, tanto a mi como a mis hermanos, pero fue llegar aquí y conocer gente que me enganché. Primero fue una raya, luego otra y otra hasta que caí y la necesitaba como el aire para respirar.
Lo que me remató fue el entierro de mi madre, ahí mi hermano y mi padre decidieron ingresarme en un centro de desintoxicación pero siendo la hija de un mafioso y teniendo el dinero que yo tenía en la cuenta, me bastaba para salir y meterme otro chute.
A lo primero me autolesionaba y a los trabajadores les amenazaba con decirles a mi padre que ellos me habían maltratado, luego, cuando se dieron cuenta de que eso era mentira y que mi padre lo único que quería era que me curase, con pagarles les era suficiente. No les importaba mi salud ni si seguía viva o no, sino que ellos tenían un extra al mes.
Otro día más, vestida con unos vaqueros y una camiseta de manga corta me salí del centro y me fui debajo de un puente donde la vendían y ahí la podía consumir. Solo tenía que pasar de las miradas de asco que los mismos pandilleros o como se les llame, me daban, pero cuando ya la llevaba en el cuerpo metida, me importaba tres cojones.
-África de Luca – escuché la voz de mi madre y comencé a reir, ya llevaba bastante en el cuerpo – niñata de mierda, te mataré con mis propias manos.
-Ostia puta, ahora si, tendré que dejarlo – volví a reir – veo fantasmas. Hola mami, qué tal por ahí arriba? – me reí – o estás abajo?
Cuando la palma de su mano estampó contra mi mejilla pensé que era mentira, mi madre estaba viva, yo no veía fantasmas. Comencé a llorar y arrodillarme delante suya, la mujer que fue un ejemplo para mi y que creía muerta, estaba viva.
No recuerdo exactamente como terminó la noche ni quién más estaba junto a ella. Solo sé que cuando me desperté, me encontraba en el sótano de mi casa y mi madre delante.
-Qué cojones! Si que era fuerte la coca – su mano volvió a dejar su huella en mi mejilla.
-No te he criado para que termines así, no te he dado todo para que ahora seas una drogadicta de mierda.
Ella no utilizó armas, ni tampoco me azotó. Se sentó delante de mí, en otra silla, con la única diferencia de que a mi me tenía atada.
-África hija, que estás haciendo con tu vida?
-Pues ahora ver fantasmas.
-Que no soy un fantasma, que no me he muerto en ningún momento, pero ahora si me gustaría estar muerta para no verte. Qué ha quedado de mi dulce e inocente niña?
Creo que lo que más me dolió ver lágrimas en sus ojos y por mi culpa. Creo que no fueron las ostias que me pegó después cuando la mandé a la mierda pensando que era un fantasma, creo que no fueron los jalones de pelo, sino sus palabras y sus lágrimas.
No sé el tiempo que estuve ahí, luchando contra mi misma, luchando contra el mono que tenía pero al final fui liberada.
Unos brazos fuertes, me rodearon y me llevaron a la que antes fue mi habitación, me desnudaron y me metieron en la bañera con agua caliente. Poco a poco fui abriendo los ojos y vi a mi hermano y a mi madre, los dos estaban tristes, los dos me miraban con esos ojos que tanto expresaban.
-Soy yo hija, soy tu madre y estoy viva cariño.
Comencé a llorar y a abrazarla y creo que no paré en días, pero tampoco os lo puedo asegurar porque solo aparecen flashes de recuerdos en mi cabeza, recuerdos confusos.
El único recuerdo que si tengo claro es el día que salí de mi habitación y vi a toda mi familia reunida en la cocina, a mi hermana con sus hijos, a mi hermano con su mujer y a mis padres. Ese día, le prometí a mi madre y a mi misma que sería mejor persona.
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Hija de la mafia
RomanceLlevaba una vida de ensueño, hija pequeña y mimada de dos grandes mafiosos, Max y Ada de Luca. La consentida de mis dos hermanos Victoria y Max de Luca. Mi nombre es África de Luca y os contaré como ha sido perder a mi madre, pasar de una drogodepen...