Cuando llegué al cielo lo primero que haré, será buscaros.

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Un mes, y ya iban dos meses desde que Karim no estaba a mi lado, dos meses en los cuales no había dejado de soñar con él mirándome. Cada vez que intentaba hablarme me despertaba pero a nadie le había hablado de esto, a nadie le había hablado de que cada vez que cerraba los ojos lo veía, ahí ante mi.Mi pequeño bebé era la viva imagen de su padre y por fin se había acostumbrado al horario normal y no lloraba cada dos horas, sino que sus horas de sueño habían aumentado a cuatro. Que gusto.

Decidí quedarme un par de meses más en casa de mis padres, era muy egoísta en ese aspecto pero realmente necesitaba ayuda con los dos niños. Aprovechando que era verano, salí con los peques al patio de casa de mis padres. Ahí habían instalado un columpio para los dos y mientras Omar estaba durmiendo en el carro, estaba empujando a Jade. No paraba de darle vueltas a un asunto, hace una semana el jefe de la otra mafia, el asesino de Karim había aparecido después de estar cinco días secuestrado. Apareció muerto, descuartizado. Estaba segura que había sido obra de Samir pero no lo podía confirmar, no cuando me prohibieron ponerme en contacto con ellos. Solo ellos me podían llamar y cada vez lo hacían de un número distinto o de una ubicación distinta. Siempre hablaba con Amira y ella estaba tan feliz con descubrir que estaba embarazada de nuevo, después de tanto tiempo intentándolo, lo consiguieron con la infiltración in vitro y esperaba trillizos.

-Papá – comenzó a gritar Jade y si me descuido se tira del columpio.

-Papá no está – me puse delante de ella y la cogí en brazos, sin tener en cuenta que todos los pelos se me pusieron de punta. Pero aun así, ella como loca seguía gritando y señalando a mis espaldas.

Decidí ignorarla, tenía vigilados a los dos niños y no quería mirar, no cuando Karim estaba muerto y sé que no vería nada, que era mi hija la única que lo veía.

-África – miré hacia el infinito y dejé de intentar tranquilizar a mi hija – África, soy yo.

Escalofríos recorrían mi cuerpo y dejé a Jade en el suelo que rápidamente corrió hacia mis espaldas.

-Mírame cariño – volví a escuchar esa voz y me negaba a darme la vuelta y ver un fantasma – soy yo, estoy aquí.

Me giré y lo vi ahí de pie, con mi hija en sus brazos. Me acerqué muy lentamente y le toqué el brazo notando que era de carne y hueso. Subí mi mano hacia su cuello y cuando se pensaba que le acariciaría la mejilla, lo que hice fue estamparle mi palma en ella. Con lágrimas en los ojos cogí a Omar y me fui dirección la casa, ignorando lo que intentaba decirme. Mi madre al verme tan asustada, fue directamente a por el niño y lo cogió de mis brazos. Subí las escaleras pero un brazo me detuvo a mitad. Era él, maldita sea, era él.

-África, soy yo – volvió a decir

-Ya sé que eres tú, eres un cabrón, un maldito hijo de puta – comencé a golpearle y él no me detuvo – tú sabes lo mal que lo pasé – por fin estaba llorando todo lo que no pude llorar estos dos meses – y ahora llegas como si nada hubiera pasado – me senté en las escaleras y apoyé la cabeza entre mis manos – vete – volví a decirle entre lágrimas – vete.

-No me voy a ir, no sin mi familia.

-Que desaparezcas de mi vista Karim – ahora le grité con todas mis fueras.

Como era posible que a mi me hubiera hecho esto, que me hubiera dejado enterrarlo sabiendo que estaba vivo, como fue capaz de esperar dos meses y ahora llegar y decirme, hola, estoy vivo.

-Estás bien hija?

-No mamá, no lo entiendo, no puedo entenderlo. – le grité a la persona que menos culpa tenía en todo esto.

-Déjalo que te lo explique, por lo menos te debe eso – me negué con la cabeza y comencé a llorar.

Me desperté al día siguiente a las cinco de la mañana, la cabeza me dolía de tanto llorar. Miré en la habitación de mis pequeños y estaban dormidos, muy tranquilos. Me dirigí a la cocina donde se encontraba Karim sentado, con una taza de café en la mano.

-No puedes dormir? – me preguntó pero yo no le contesté – lo hice mal – siguió hablando mientras yo me preparaba el café – debía haberte avisado pero era con los hombres de mi padre con los que luchaba. África, mi padre está muerto y eso es lo único que me importa porque nos deja vivir tranquilos por el resto de nuestras vidas. África, me estás escuchando? – ahora estaba nervioso y yo decidí ignorarlo – me obligaba a casarme con otra mujer, de hecho planeaba secuestraros con tal de conseguir su objetivo, tener una esposa.

Viendo que lo ignoraba, terminó su café y se fue de casa. No planeaba decirle nada, no ahora, no en casa de mis padres. No porque sé que perdería los nervios y no estaba preparada para discutir con él, no después de todo. Al fin y al cabo me sentía traicionada y por segunda vez. Que mierdas le pasaba a la gente que en vez de confiar en mi y decirme lo que sucede, tomaban decisiones que a mi me afectaban directamente. Primero mi madre y ahora mi marido, el padre de mis hijos. Tomé mi café mirando por la ventana, tal y como mi madre lo hacía desde antes de tenerme a mi. Estaba ahí, hablando por teléfono cuando vi a varios hombres acercarse a él corriendo, con armas en mano y antes de reaccionar, varias balas terminaron en su cuerpo, terminaron con su vida. Corrí hacia las escaleras, gritando, avisando a mi padre de todo lo que sucedía pero lo peor, el peor grito que salió de mi garganta fue ver a dos hombres sujetando a mis hijos. Luché cuando me atraparon, luché con todas mis fuerzas, pataleé, grité, de hecho me hice con el control de mi cuerpo y pude derrumbar a los dos hombres que me sujetaban. Los que tenían a mis hijos fueron matados por mi padre y mi madre era la que se acercó corriendo a acunarme y a llevarme junto a ellos. Cuando vi a mis pequeños en brazos de aquellos hombres pensaba que estaban vivos pero no, tenían una bala entre ceja y ceja. Comencé a gritar, era la única manera que a mi me aliviaba el dolor de la pérdida, de la pérdida de mis pequeños. No puedo contar todavía lo que pasó a mi alrededor, solo sé que mi madre y mi padre estaban cerca de mi, matando a toda aquella persona que no fueran hombres de casa y que intentaban acercarse a mi. Unas dos horas después mi hermano Max, se acercó.

-Vamos hermana – me susurró al oído – uno queda vivo.

Igual que un león al que le acaban de abrir la jaula donde estaba encerrado, así me sentí cuando escuché esas palabras de mi hermano. Besé a mis hijos, que ya no se enteraban de nada y me dirigí a los calabozos.

-Solo hablará en tu presencia – me dijo mi madre y yo asentí, miré a aquel hijo de puta que esa noche había acabado con mi familia y él comenzó a hablar.

-Lo siento – me reí – el señor Mohamed nos ha pagado un millón a cada persona con tal de acabar con su familia, después de su muerte.

-Por qué? Por qué? – le pregunté histérica

-Nos ha dejado una nota para usted, yo no sé el porqué.

Cogí la nota que había a sus pies y la abrí.

"Querida nuera impura e infiel,

Todo esto ha sucedido por tu culpa, mi hijo y los tuyos están muertos por no aceptar el matrimonio con una mujer musulmana, con una mujer como debe ser, como la religión exige.

Todo esto, es tu culpa"

Me derrumbé.

Hija de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora