Has llegado a ser la locura más bonita de mi vida.

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-Dónde te irás? – me senté en la cama al lado de su maleta.

-Me iré a Rusia, solo será una semana – asentí – puedes pedirle a Amira que se quede unos días contigo.

-No, Amira está preparando la habitación de su bebé, aunque si creo que la llamaré para ir de compras o salir a comer.

-Muy bien, cualquier cosa lleva seguridad y llámame.

Cuando cerró la maleta, me dio un beso en los labios, un abrazo largo y se fue. Lo vi desde la ventana como subía al coche y se marchaba durante una semana.

Pasó el primer día y me encontraba más aburrida que una ostra. Hoy, llamé a Amira para ir a comer algo fuera y aceptó encantada.Junto a Mohamed y a Abdul, la recogimos de su casa y nos sentamos en un restaurante.

Después de pedir, Amira se fue al baño, en nuestro estado, ese lugar era el sitio que más frecuentábamos.Mientras yo esperaba a Amira, una mujer tapada con un velo se sentó frente a mi.

-No vas a ser feliz.

-Perdona? La conozco? – pregunté asustada

-Yo a ti si, tu eres la que me ha robado todo y la que ahora le va a dar hijos. No lo permitiré, no permitiré que seáis felices.

Me puse en pie para marcharme o por lo menos para avisar a Mohamed de que mis alarmas de peligro estaban sonando constantemente en mi cabeza. Ella me imitó, pero se acercó tanto a mi que no me di cuenta del puñal que llevaba en la manga de su vestido. Puñal que fue a parar a mi vientre.

Me asusté, cuando el dolor me atravesó todo el cuerpo, pero no era mi vida la que importaba, sino la de mis niños. Esa maldita mujer echó a correr pero Abdul la pilló y la metió en el coche mientras Mohamed y Amira que había vuelto del baño llamaban a una ambulancia.

Me desperté en una habitación de hospital pero enseguida me volví a dormir. Volví a despertar y a mi lado estaba mi madre.

-Menudo susto me has dado cariño – me besó la frente – como te encuentras?

-Necesito agua – la garganta la tenía seca y me dolía un montón.

-Solo puedo mojarte los labios un poco – joder, no podía beber ni un trago de agua.

Pasamos en silencio un cuarto de hora, mi madre se notaba cansada, desaliñada.

-Karim se ha ido a descansar un rato, los cinco días que has dormido no se ha separado de ti.

-Vete tú también, yo estaré bien mamá.

-No, hasta que no venga tú padre o Karim yo no me moveré de aquí. Tú descansa.

Cerré otra vez los ojos y comencé a acariciar mi tripa, si, seguía ahí. Me dormí tranquila.

-Ha despertado – escuche susurros que me despertaron – pero no ha preguntado nada.

-Mejor que no lo sepa todavía.

-Se lo tendrás que decir, antes de que dé a luz.

-África – Karim se acercó a mi – como te encuentras?

-Bien, estoy bien. Los niños?

-Están bien.

Una semana después salía del hospital con lágrimas en los ojos. Uno de mis bebés había muerto durante el camino al hospital y ahora no me podían decir cuál de los dos era, si era la niña o el otro cuyo sexo no supe en ningún momento.Karim y mi madre me estaban apoyando un montón, de hecho ella se quedaría en casa unos días.

Él me subió en brazos hasta nuestra habitación,mientras mi madre junto a Adila me preparaban la cena y Amira, a punto de dar a luz, me colocaba los cojines en la espalda para dejarla apoyada.

-Quién fue? – le miré a los ojos y se quedó callado – dime quién era ella – ahora exigí.

-Fue mi ex mujer – no me sorprendí, algo en mi interior me lo decía – Budur, fue ella.

-Por qué? – él suspiró

-Me casé hace cuatro años con ella. Samir era su prometido pero anuló la boda en el último momento, para no perder la alianza yo me casé con ella. Nos separamos antes de casarme contigo en febrero.

-De que estuviste casado, lo sabía, quiero saber que es lo que ha sucedido.

-La repudié – eché los ojos hacia arriba, eso también lo sabía – la primera vez que la repudié fue cuando desapareció de casa durante días, la segunda cuando se inventó un embarazo y la tercera cuando supe que ella no podría tener hijos y aún así me lo había ocultado.

-Dónde está?

-Está siendo juzgada por asesinato y se le aplica la ley árabe – le miré intensamente, quería explicaciones – la dejarán a las manos del pueblo y la matarán a pedradas.

Los pelos se me pusieron de punta pero desde luego que no me importaba, un bebé había muerto y eso me molestaba, me dolía y más si era el mío. Mi madre y Adila interrumpieron la conversación ya que me traían la cena.

Pasó otro mes y Amira se encontraba en su casa con su pequeña bebé. No fui a verla al hospital y tampoco los primeros días ya que Karim no me permitía salir de casa pero hoy si, hoy era especial para ellos. Samir quería seguir con la tradición musulmana. Me puse un vestido largo verde claro y con ayuda de Karim bajamos las escaleras y nos dirigimos a su casa.Se notaba en Amira que estaba contenta pero a la vez cansada y vi a aquella preciosidad en sus brazos.

-Enhorabuena – me acerqué a la madre y a la niña pero rápidamente me miraron mal

-África – me habló Karim – existe aquí una creencia de que si te acercas demasiado a los recién nacidos y a la madre es para echarles mal de ojo – rápidamente me retiré y me senté junto a una silla vacía.

Una hora después, estaba en el baño echando el desayuno. La culpa la tuvo, la matanza del cordero que se hacía el séptimo día. También le afeitaban el pelo a la niña y el peso de ese oro se calculaba en oro y se donaba. Lógicamente no quería nada de esto para mi bebé, lógicamente no quería hacer nada de esto y hablaría con Karim nada más llegar a casa.

-Su nombre va a ser Yara – habló Samir alto y claro.

Le frotaron un dátil en el paladar y comimos ahí, bueno, comieron porque era el corderete que habían matado antes. Volvimos a casa cuando los movimientos de mi bebé me provocaron dolor y ahí permanecí en la cama hasta octubre. Desde la puñalada, existía el riesgo de perder también a mi otro bebé, por lo tanto hice mucho reposo.

Era el 3 de octubre. Me quedaban dos semanas para salir de cuentas.

Me levanté de la cama y taché otro día más en el calendario que tenía en la mesita. Miré la cuna que ya estaba en mi lado de la cama y recordé que todo lo había elegido yo por catálogo. Tanto la ropita, como los muebles eran colores unisex. Seguía sin saber qué es lo qué tendría.

-Señora – Adila se estaba asomando por la puerta – su cuñada ha venido a verla.

-Bajo en dos minutos.

Me coloqué una bata, no tenía ni ganas ni fuerzas de quitarme el pijama, y me dirigí hacia el salón familiar donde Amira estaba sacando de su carrito a Yara.

-Pero que sobrina más bonita tengo – la niña comenzó a sonreír y Amira me la dio en brazos.

Me senté en el sofá y estaba jugando con la niña, mientras Amira estaba calentando la leche en la cocina de arriba, en la que yo cocinaría algún día.

-Y Karim? 

Hija de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora