Hazte el regalo de un nuevo comienzo.

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-Hola – me senté, tal y como lo llevaba haciendo tres años – seguramente sepan lo que he hecho y solo espero que no estéis enfadados. Nunca os olvidé y tampoco lo haré – me limpié las lágrimas que salían cada vez que venía a verlos – pero aún así me siento culpable por que sois vosotros los que estáis aquí. Me siento culpable porque a mi me dieron otra oportunidad, mientras vosotros no tuvisteis ni una.

"No te sientas culpable, te queremos y te esperamos aquí. Mamá, mamá "

Eso fue muy raro, me levanté y notaba como la brisa, como el mismo aire traía la voz de Karim y de mis hijos. Miré detrás y Alejo estaba igual que yo, escuchándolo todo y alucinando. De repente, todo el malestar, toda la culpa y todos los sentimientos que estos años guardé dentro de mi se fueron, como si el viento se los hubiera llevado, dejando una felicidad enorme. Miré las tumbas de mis pequeños y los ramos que todavía no había colocado, estaban en su sitio, en cada tumba.

-Lo has oído tú también? – me acerqué a él – dime que si, que no me estoy volviendo loca.

-Tranquila, lo he oído. A mi también me ha pasado con Nadia y mi hijo y venía a ver si estabas bien.

-Me voy pequeños, vendré a veros pronto – la brisa volvió pero no se escuchó nada más.

De la mano de Alejo nos dirigimos al coche. Nos iríamos de luna de miel al Caribe, nunca había estado de vacaciones en la playa y según Alejo a eso se le debía poner remedio.

El coche que nos llevaría al aeropuerto nos estaba esperando fuera.

-Nuestra luna de miel nos espera, señora Fontana – me reí y él me besó la mano

-Si, voy a ir de vacaciones a la playa gracias a usted señor Fontana.

Subimos al coche que nos dejaría en el aeropuerto. Volveríamos el 24 de agosto. Estaríamos unas 20 horas de vuelo, ya que deberíamos parar y repostar en algunos países. Ese rato lo pasé leyendo, durmiendo y comiendo mientras Alejo trabajaba en su ordenador.

-Podrías parar? – le pregunté viéndole ya estresado, sin corbata y con los dos botones de la camisa desabotonados.

-De qué? – me miró por encima de la pantalla del portátil

-De trabajar, llevas ya 16 horas trabajando y solo has parado para comer. Lo sé, son muchos días los que estarás lejos pero – me quedé callada cuando vi que él cerró el portátil.

-Lo siento, pero esto debo terminarlo antes de aterrizar. Prometo que no cogeré el ordenador durante nuestras vacaciones si no es muy necesario.

-Vale, nos queda poco.

Me quedé dormida y me despertó antes de aterrizar. Me abrochó el cinturón mientras yo me peinaba el pelo con las manos.

-Ya estamos aquí – bajé las escaleras igual que una niña pequeña, impaciente.

Fuera nos esperaba un coche y antes de subir eché un último vistazo y olí el aire, esa brisa tan caliente y húmeda, tan perfecta para ser las 11 de la noche.

-En el hotel tendrán su cena preparada al llegar – nos dijo el conductor y Alejo le dio las gracias.

Llegamos y al bajar me quedé viendo aquel hotel de planta baja, tan perfecto. Todo blanco. Entramos dentro y una recepcionista nos indicó la habitación 29. El primer pasillo al final. Al entrar descubrí que todo era igual, todo en color blanco y lo único que resaltaba era el color naranja de los cojines y de los muebles. Miré por el balcón y ahí estaba, esa playa con la arena blanca y el agua cristalina. Juro que no podía pasar más tiempo sin entrar en esa agua.

-La cena es en la playa – se acercó y me abrazó por la espalda, con sus manos en mi cintura – te gusta?

-Enserio me preguntas que si me gusta? – él asintió – me encanta. Me encanta.

Nos dirigimos a la playa en silencio, no podía dejar de mirar las olas que llegaban a la orilla. No podía dejar de mirar todo aquello tan bonito. En medio de la arena había una mesa cuyo mantel era blanco. Con varias velas alrededor dando la iluminación suficiente como para ver a tu compañero. Un camarero estaba esperándonos con una bandeja en la que había unos cócteles.

-Señores Fontana – saludó – bienvenidos.

-Gracias – dijimos los dos al mismo tiempo y nos sentamos.

-El primer plato es verdura a la plancha y luego tendrán una langosta, aparte del postre.

-Vale, gracias.

El camarero se retiró.

-Nunca tuviste una luna de miel? – levanté la vista y lo miré a los ojos para negarle con la cabeza.

-No, no pudimos ir nada más casarnos y luego llegaron los niños. Tú?

-Si, fuimos dos días a Venecia. Pero nunca estuve tanto tiempo separado de mi negocio.

Realmente comimos en silencio, no había nada más que decir. Su teléfono comenzó a sonar y al final tuvo que responder. Yo me levanté de la mesa y me metí al agua mojando mis pies, me quedé pensando en Jade y en Omar, en que ellos nunca verían la playa, en que ellos nunca sentirían esto.

-Tendremos otros bebés - volvió a abrazarme – y los traeremos aquí, por ellos y por los que se quedaron en el camino.

-Por ellos y por los que se quedaron en el camino.

Sellamos esa promesa con un beso delicado, un beso suave, un beso de amor.

Pasaron los restantes días entre sábanas y agua, entre la arena y la piscina, en sus brazos. Hoy estábamos de camino a casa, ya habíamos llegado a Italia y nuestros hombres nos llevarían a nuestra casa. Era un apartamento de lujo en el centro de Roma.

Entramos en el portal y ahí el conserje nos indicó donde se encontraban los ascensores y como debíamos ponerle el código de nuestro ático.

-No vivías aquí? – pregunté una vez cerradas las puertas.

-No, esto es nuevo. Quieres que pidamos algo de cenar, aunque supongo que la chica de la limpieza ha dejado la compra hecha también.

-No, yo prepararé algo, no te preocupes.

-Sé que tú padre te ha pedido volver a la bodega, que harás?

-Pues he pensado volver, pero ya el martes. Estoy tan cansada. – él sonrió y las puertas de los ascensores se abrieron dejando la vista de un ático precioso.

-Ven – me cogió de la mano y tiró de mi – la cocina está junto con el salón – miré y vi un salón decorado al estilo minimalista, con un sofá grande en rojo y los muebles en negro, la cocina era igual lo único es que esta vez los muebles eran rojos y la encimera negra. –ahí – señaló una dos puertas, una es mi despacho y la otra el baño – de frente tenemos la escalera – que era de cristal y negra – y la habitación de dormir nuestra.

Subimos las escaleras y ahí estaba nuestra habitación de dormir, lo único que no tenía puerta alguna. Había un armario grande empotrado y al final de este una puerta que indicaba el baño. Bajé las escaleras y Alejo estaba ya en el despacho trabajando, yo me dirigí a la cocina e hice un poco de pollo a la plancha y una ensalada.

-Ya está la cena – asomé la cabeza y vi a Alejo en el despacho con el teléfono pegado a la oreja, solo asintió y yo cerré la puerta.

Cené sola, cuando decidí hacerlo el pollo ya estaba frio, resoplé y recogí mi plato para irme a dormir. Me desperté en la mañana y solo encontré una rosa al lado de la cama donde supuestamente había o dormiría Alejo, pero ese lado estaba intacto.

De lo primero que tuve ganas al oler la rosa es de vomitar, asi que fui corriendo al baño a hacerlo. Después de la ducha, me puse un vestido veraniego y me fui a casa de mi madre.

-Pero que morena y que guapa estás! – ese fue el saludo de mi madre al verme bajar del coche

Hija de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora