Eres la princesa de la familia, aunque crezcas y vivas en otra casa.

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Antes de salir del salón, me quedé parada escuchando su advertencia. Llevábamos unos meses casados y ya me había amenazado por segunda vez con matar a mi familia.

-Esto harás siempre? Cada vez que no esté de acuerdo con tus decisiones me vas a amenazar con matar a mi familia?

-No – se puso en pie – esta vez no he dicho que los mataré sino que te prohibiré verlos y te mantendré encerrada aquí el resto de tu vida.

-No te atreverás – sonreí –no serás capaz.

Lo único que escuché de él fue una sonrisa, pero era más bien una promesa, la de ponme a prueba y verás. Me fui a nuestra habitación y ahí estaba mi pequeña bebé durmiendo.

Pasó una semana desde esa discusión y solo veía a Karim el rato que estaba con la niña. Al final la cena con Samir se anuló debido a nuestra discusión. Hoy era su boda, la harían conjunta, así que me estaba poniendo un vestido rojo con decoración dorada.

-Tú no irás – Karim vestido con un traje negro entró en la habitación – te quedarás aquí con la niña y Amira.

-Tú si irás?

-Es mi hermano, lógico. Además está mi padre.

-Osea que tú prometida también.

-No empieces que no tengo prometida, así que no empieces una discusión que terminará mal para ti.

Decidí dejar aquello así, sin más. Amira al final no vino a casa, necesitaba estar sola y poco tiempo después se fue junto a sus padres y a la niña de vacaciones por Europa.

1 año después.

Hoy era el día del cumpleaños de mi hija. Jade había crecido tanto y era una copia idéntica a Karim. Decidí no hacerle ninguna fiesta, Amira vendría junto a la pequeña Yara a tomar té y pastas y mis padres no podían viajar, aunque los necesitaba. Sonó el teléfono de casa y yo lo cogí.

-Buenas tardes – era una mujer – está Karim.

-Quién pregunta por él?

-Soy Anan, su prometida.

Dejé caer el teléfono. Lo maldije una y otra vez mientras él seguía encerrado en su despacho y yo iba hacia ahí.

-Quien cojones es Anan? – abrí la puerta dejando que esta diera un golpe contra la pared.

-Quién? – cogió y se apoyó en el respaldo del sillón

-Anan, no te suena el nombre? – negó con la cabeza indiferente – no te suena el nombre de tu prometida? – ahora si me miró sin entender nada – sigue siendo tu prometida no? Sigues con la idea de casarte con otra mujer.

-África, no tengo ninguna prometida.

-Entonces qué es? Tu segunda esposa?

-África, relájate, no tengo ninguna segunda esposa. No sé de que me hablas.

-Acaba de llamar una mujer diciendo que es tú prometida.

-No, eso no es verdad, no tengo ninguna mujer.

-Muy bien. Iré al aeropuerto a por mis padres – mentí.

Junto a Mohamed y a Jade, llegué al aeropuerto con solo un pensamiento en mi cabeza, fugarme de aquí. No podía creer lo que me estaba pasando.

-Mohamed, la niña se ha hecho caca, tengo que ir al baño a cambiarla, espérame aquí.

Joder, sería más fácil de lo que pensaba. Me escondí detrás de un pilar y cuando estaba de espaldas a mi, sentado en unas sillas esperando, me giré y me fui hacia la otra zona del aeropuerto. No iba tapada, ni mi hija tampoco. Llevaba encima mi pasaporte y el suyo. Los problemas comenzaban ahora cuando los policías verificaban la identidad de las personas, porque en todo momento me podrían echar para atrás. Pagué con dinero en efectivo los dos vuelos a Italia y tiré el móvil en un cubo de basura. Llegué temblando al control policial, podía encontrarme Mohamed o no dejarme pasar nunca, joder, que nervios.

Seis horas después, con los nervios a flor de piel, estaba abrazando a mi padre en el aeropuerto. Sin preguntar nada, me llevó a nuestra casa.

-Mi pequeña – mi madre salió a abrazarme – ven, vamos a tomar un café con tu tarta preferida, la de queso.

Dejamos a la niña en una cama rodeada de cojines en la alfombra del salón y nos dirigimos a la cocina. Parece increíble pero los intercomunicadores que nosotros teníamos de pequeños, seguían funcionando.

-Quieres contármelo? – asentí

-No recuerdo bien si fue antes de dar a luz o después, Karim me informó que su padre no me aceptaba, de hecho no sabía siquiera si vivía todavía ese señor – cogí aire – por lo tanto, Karim debía casarse con una musulmana, como él dijo, de pura sangre.

-Se ha casado con otra mujer? – negué con la cabeza

-No, de hecho pensaba que el tema se había olvidado, pero hoy ha llamado una mujer diciendo que era su prometida. Lógicamente él lo negó.

-Y te fugaste? – asentí

-Si, le dije que vosotros estabais llegando al aeropuerto y me escapé.

-Sabes que esto tendrá sus consecuencias no?

-Me da igual mamá, esto es la consecuencia de prometerse con otra persona. No lo entiendo mamá, soy tan poca cosa para él que necesita otra mujer?

-No sé que decirte hija, pero aún así deberías haber aclarado las cosas con él. No me quiero imaginar como se pondría tu padre si yo hiciera algo de esto. Quizás deberías llamarlo y decirle que estás aquí, así se quedará más tranquilo.

-Tiré el móvil – mi madre me miró ahora sonriendo.

-Lo hiciste para que no te localizara – asentí – como lo sabías?

-Porque papá nos tenía los móviles localizados. Cuando no volvíamos a la hora acordada enviaba siempre a varios hombres a por nosotros y luego ya sabes que tocaba bronca.

Las dos nos reímos recordando esos momentos. Cada vez que mis hermanos y yo salíamos de fiesta, aparte de tener siempre a varios gorilas detrás sin darnos cuenta, si no volvíamos a casa a la hora acordada, ellos nos traían de vuelta y nos tocaba el discursito de confianza, obligación, respecto, y siempre lo mismo.

-Tú hermana se fue hace poco de aquí – mi madre cambió de tema

-Me alegro por ella.

-Qué os pasa? Cuéntamelo hija, juro no decirle nada – suspiré y después de estar unos minutos en silencio decidí hacerlo.

-Un día me encontraba en el centro comercial, recuerdo que íbamos a comprarte un regalo. Ella te compró una pulsera y yo y Max te compramos un vestido. Era color verde, pues ella dijo que lo guardaría para envolverlo y yo como era tan inocente estuve de acuerdo. No te lo dio mamá, te lo dio en Navidades el año siguiente. Aún así a papá le dijo que yo había robado ese dinero que costó el vestido y que no sabía nada de él.

-No sabía nada mi pequeña. – mi madre le miró, mi padre seguía en silencio escuchando todo – Massimo como hiciste eso? – se quedó callado

-Papá – me miró – recuerdas cuando te desapareció un fardo – él asintió sorprendido – fue ella y me echó las culpas a mi, aparte de obligarme a probar. Ahí fue la primera vez que yo probé la cocaína papá, ahí fue cuando tú me enviaste a América.

-Cómo? – gritó mi madre – Victoria nunca haría eso, es muy grave de lo que la acusas hija.

-Cuando quieras se lo preguntamos mamá, aunque claro, como ibas a creerme si ella siempre fue tu protegida – le reproché

-Ada, estoy llamando a Victoria, debe volver y aclarar todo esto.

Media hora después por la puerta entraba Max y Victoria junto a su marido.

-Reunión familiar? – preguntó mi hermano al verme

Me eché a sus brazos, era mi apoyo, era mi otra mitad, era mi familia y mi todo.

-Si, hermanito – le di un beso en la mejilla.

Parece mentira pero la sangre tira, ni él ni yo tampoco tuvimos esta conexión con Victoria, aunque siempre la vamos a querer nunca tendremos ese lazo que entre mi hermano y yo existe.

Hija de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora