Mi hogar son las personas, no los sitios

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-Que aquí debes ir más tapada, no quiero que mis hombres vean todos los atributos de mi mujer, más de uno estará tocándose ahora mismo pensando en ti.

-Exagerado – dije y me reí pero la risa desapareció cuando se acercó a mi igual que un tigre a su presa

-Exagerado no, yo te compraré bikinis y todo lo que quieras pero te prohíbo salir así.

-Vamos a ver – comencé también a gritar – es un puto bikini que se lleva en todo el mundo.

-Aquí no – pegó un puñetazo a la pared – aquí debes mostrar un poco de respeto y nada de ir enseñando nada.

-Karim – no me dejó terminar

-No quiero que lleves un velo ni tampoco que vayas tapada como cualquier mujer árabe, pero si debes mostrar respeto y no enseñar nada, desde escotes hasta llevar minifalda y enseñar los muslos.

-Entonces que mierdas puedo llevar puesto?

-África, estás en un país que aunque sea más liberal sigue siendo árabe, por favor, solo te estoy pidiendo respeto hacia mi y hacia la cultura, solo es eso. No quiero verte en la cárcel acusada por cualquier historia – vio que no entendía lo que me decía – pasado mañana te llevaré a la playa y entenderás lo que quiero decir.

-Pero quiero hacer deporte o ni eso podré.

-Si, en la última puerta de este pasillo hay un gimnasio, ahí nadie entrará, solo Adila.

-Vale – me resigné.

-Esta noche vendrá mi hermano con su mujer a cenar. Es Noche Buena. Debes estar preparada a las siete.

Me encerré en el gimnasio y me puse en la cinta de correr un buen rato, hasta que vi unos guantes de boxeo y el saco en una esquina. Me coloqué las vendas y me puse los guantes. Comencé a golpear el saco tal y como me enseñaron en las distintas clases de boxeo y kick boxing que tomé hasta los 18 años. Podría decir que con mis manos y piernas era una máquina de matar.

-Señorita – Adila entró – la comida ya está preparada. Dónde quiere comer?

-Karim va a comer?

-No, el señor ha salido.

-En la habitación mismo.

Ella se retiró, y yo me dirigí a la habitación y me metí en la ducha. Cuando salí del baño con un albornoz puesto, me senté en el balcón y comencé a comer el arroz con verduras que me habían preparado. Miré el reloj y eran las cinco de la tarde, mierda, me quedé durmiendo.

-Joder, que susto – cuando entré en el baño Karim se estaba duchando.

-Entré y estabas dormida – yo asentí

-Mi hermano se llama Samir, su mujer Amira y está embarazada.

-Eso me dijiste el otro día – me miró sin entender – amira – le aclaré

-Princesa, la traducción es princesa. Mi cuñada es la hija del mandatario de Dubai, de ahí su nombre.

Me lavé la cara y maquillé, me puse el vestido rojo que Karim me había regalado el día que nos conocimos, y unos tacones. Me miré en el espejo y me asusté al sentir una mano en mi cintura, alcé la mirada y ahí estaba. Tan guapo, tan perfecto, tan desgraciado por obligarme a estar con él, con su traje negro y su camisa blanca.

-Son menos diez, ven.

Cogida de su mano bajamos las escaleras al segundo piso y nos quedamos ahí de pie frente a las escaleras. Lo miré

Hija de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora