Me cuesta tanto aceptar que te hayas ido.

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Corrí hacia abajo, me olvidé de mi estado y me dejé el alma en esas malditas escaleras con tal de abrir la puerta y ver como los hombres de mi marido entraban con él en casa. Samir y Amira llegaban después.

-Lo siento señora, no lo pudimos evitar – me habló uno y entonces el grito más feroz que nunca había escuchado, salió de mi garganta. Me dejé caer de rodillas al suelo frente a la puerta y Amira se arrodilló a mi lado, acunando mi cabeza igual que mi madre lo había hecho tantísimas veces. Después de un rato, decido levantarme e ir en busca de mi hija, la necesitaba en brazos, ella sería la única que me daría fuerzas. Samir la tenía en sus brazos y me la dio.

-Qué ha pasado?

-Una guerra entre bandas. Estaba con él cuando la bala le atravesó el corazón. Me dijo algo – consiguió llamar otra vez mi atención – que os quiere y lo perdonéis. – yo asentí limpiándome una lágrima de los ojos – tus padres están avisados, vienen aquí – él seguía hablándome pero yo no decía nada – después del entierro que será mañana, debes volver con ellos – le miré – debes marcharte de aquí, para ti y para tus hijos no es una zona segura ahora mismo.

-Dónde está? – le pregunté a Amira una vez que Samir abandonó el salón.

-Lo están lavando y secando ahora mismo, luego le rezaremos y mañana se lo llevarán al cementerio. Estás bien? – me miró a mi y a la bebé que tenía en brazos

-No lo sé, me parece que estoy viviendo un sueño una puta pesadilla. Me pareció rara su despedida de hoy pero si supiera que mierdas pasaba ni siquiera lo había dejado irse, se lo había impedido de mil maneras – comencé a llorar y me detuve cuando una punzada en mi vientre hizo que me relajase, aunque no pudiera. Mi bebé debía seguir dentro, debía seguir dentro por lo menos hasta el mes que viene.

Pasadas tres horas y después de tomarme varias tilas colocaron su cuerpo en el salón de casa, en una caja de madera sin tapar. Dejé a Jade junto a su tía y me acerqué al lado suyo, parecía tan tranquilo, como si estuviera durmiendo. No podía creerlo, ahora estaba sola en el mundo junto a mi hija y a otro bebé que llegaría en un mes. También debía irme otra vez a Italia y comenzar de cero. No recuerdo como pasé la noche, sé que algunas veces fui a tumbarme al lado de Jade y al lado de mi madre. Mi hermano Max también estaba aquí pero realmente no podía hablar con nadie, estaba como aturdida. El hermano de Samir y los hombres de mi difunto marido estaban todo el rato rezando al lado de la caja. Llegó el día. Me duché y me vestí, esta vez elegí un vestido largo de color negro, con las mangas largas y sin escote alguno.

-Deberías taparte la cabeza – sugirió Samir

-No lo haré – intenté decirle que a Karim no le gustaría pero él me interrumpió

-Lo digo para que la otra mafia no te reconozca. Amira te ha preparado un burka negro.

Mi familia y yo nos subimos a los coches en el garaje. Mi hermano, mi padre y la niña irían en un coche en dirección contraria. Amira iría en otro coche detrás de ellos y otro más junto a ellos y nunca pararían, no en el cementerio. Yo iría junto a cuatro hombres al cementerio. Samir y mi madre en dos coches distintos y de la misma manera que yo.

-Tened cuidado – le dije a mi padre antes de cerrar la puerta de mi coche y salir hacia el cementerio.

Cuando llegamos había gente que no conocía y Samir me llevaba del brazo, confundiendo así a los demás. No paraba de mirarme los pies, con la tela por encima de la cabeza no veía nada. Comenzaron a rezar otra vez y luego sacaron el cuerpo de la caja de Karim para dejarlo en la tierra, en el agujero que le habían hecho.

Ya está, pensé , sola con una niña y otro en camino.

Cuando volvimos a casa, el desfile de coches volvió a ser el mismo que cuando salimos. Miré el reloj y habían pasado tres horas desde que salimos.

-Las maletas están preparadas, haremos lo mismo que antes – habló Samir pero yo me levanté del sofá y me dirigí hacia las escaleras – dónde vas? – le ignoré

Entré en la que fue nuestra habitación y me acerqué a su lado de la cama, acaricié su almohada. Resoplé y volví a mirar aquella habitación, para luego cerrar la puerta y dejarlo todo atrás. Media hora después, con el mismo procedimiento salimos hacia el aeropuerto y ahí, en el avión privado de mi padre, en la habitación, me quedé dormida.

Pasó el último mes de mi embarazo y no fue fácil. Mi madre me animaba a hablar, a decirle lo que pensaba pero realmente no lo sabía ni yo. Solo sabía que mi corazón estaba dormido, que todo me daba igual, todo menos mis hijos y que estaba muy, pero que muy enfadada con Karim por abandonarnos.

-Cómo está mi hermanita? – un alegre Max me dio los buenos días a voces.

-Deja de gritar cojones – le di una colleja – me has asustado.

-Hermanita, hoy sales de cuentas, estoy deseando verle la cara a mi sobrina.

-Ganaré la apuesta – entró mi padre en la cocina – será un niño.

-Se puede saber que os habéis apostado? – me reí

-Medio millón de euros – joder, ni que fuera una barra de salchichón.

-Quiero una foto de la cara del que pierda la apuesta.

-Para qué?

-Max, la quiero para guardarla y enseñársela al bebé cuando sea mayor.

-Buenos días – entró mi madre – yo os apuesto un millón a que será un niño.

-No mamá – volvió a gritar Max – no se aceptan más apuestas.

-Lleva razón Ada, tú hijo y yo llevamos con la apuesta desde que supimos que estaba embarazada.

-Hombres – suspiró mi madre y ahora yo sonreí.

Pasaron diez días más y el parto fue provocado, me hicieron una cesárea. Recuperada, bueno, dentro de lo que cabe, salía hoy del hospital. Omar, ese sería el nombre de mi niño. Sí, mi padre ganó la apuesta y tenía una foto muy graciosa de la cara de mi hermano cuando se enteró.

-Ven, vamos a la habitación que necesitas descansar – mi madre cogió al bebé en brazos y mi padre me ayudaba a subir las escaleras.

-Mamá, he pensado en irme a vivir sola. – le dije una vez tumbada en la cama – al igual que vosotros necesito mi espacio.

-Lo veo bien hija, pero espera un poco, tu y tú bebé necesitáis de cuidados, aparte de que está Jade.

-Si, me esperaré un poco antes de irme – sonreí y me tumbé en la cama para cerrar los ojos y dormir.

Hija de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora