La mayor victoria es recuperarse de las derrotas.

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 Pasaron dos años después, dos años de los cuales estaba levantando cabeza ahora. Me convertí en un muerto viviente. Lo peor que pude hacer en mi vida es enterrar a mis dos hijos, a aquellas dos personitas que amé antes siquiera de verles aquella pequeña carita. Cada noche, cada maldita noche soñaba con sus caras y con la de Karim. Cada maldito segundo en mi cabeza resonaba la frase, todo es tu culpa y sí, me culpaba por ello.

Hoy salía de la consulta del psicólogo, mis padres hace dos meses, viendo que no salía de casa, que no hablaba, que no era capaz de hacer nada, me presentaron al señor James y realmente me estaba ayudando bastante. Por fin podía salir a la calle y volver a hablar sin sentirme culpable. Pero el luto no había terminado, eso se quedaría en mi cabeza y en mi corazón marcado de por vida. Compré tres rosas y con todo el valor del mundo, fui al cementerio. Llevaba sin venir desde aquel fatídico día y debía verlos, debía ver a mis pequeños y a su padre.

Comencé a caminar entre las tumbas y ahí estaban, las tres juntas.

-Hola amores – me senté en el suelo y dejé una rosa en cada tumba – os preguntaría que tal, pero sé que vosotros estáis bien – sonreí tristemente y tragué el nudo que se me había formado en la garganta – lo siento, siento tanto no poder teneros a mi lado, siento mucho no haber venido hasta ahora pero sin vosotros, no sabía seguir adelante – respiré – sigo sin saberlo. Perdóname Karim, no quise escucharte y no sabes cuanto me arrepiento de eso y de no saber defender a mis hijos con mi vida. Sabéis – miré las tumbas de Jade y Omar – mamá os echa mucho de menos. Mamá no sabe seguir sin vosotros, pero aquel hombre malo que os hizo daño, está muerto y solo con eso mamá siente un poco de alivio. Bueno – me puse en pie – cuando vuelva a tener el valor y coraje que se necesita para venir aquí, prometo hacerlo. Mientras tanto, os quiero.

Limpié mis lágrimas mientras iba caminando hacia el camino principal del cementerio, chocándome con alguien. Pensaba que era una pared, ya que no iba mirando pero cuando unos brazos me sujetaron para no caerme sabía que era una persona. Alcé mi vista y su cara estaba igual que la mia, los ojos rojos y lagrimosos.

-Pensaba que estaba sola – susurré – lo siento.

-No te preocupes, yo también pensaba que estaba solo. Podemos ir juntos a la salida, está anocheciendo – asentí y comenzamos a caminar cada uno con sus pensamientos – algún familiar?

-Si, mis hijos y mi marido. Y tú?

-Mi mujer y mi hijo.

-Lo siento. Qué les sucedió?

-Insuficiencia pulmonar, murieron los dos por un descuido en el hospital, y a ti?

-Asesinados, siento mucho lo de tu mujer y tu bebé.

-Y yo lo de tu familia.

Llegamos a las puertas del cementerio y me di cuenta de que estaba totalmente a las afueras de la ciudad. Cogí el teléfono y llamaría a Max, para que venga a recogerme, total solo tenía una hermana y hace dos años que no le daba guerra.

-Te puedo llevar a algún lado? – señaló el coche – de verdad que no me importa.

-Gracias, te lo agradezco de verdad – subimos los dos a su coche – mi nombre es África de Luca.

-Lo sé – me sorprendí y no para bien la verdad – tu padre y yo estamos haciendo tratos. Mi nombre es Alejo Fontana.

-Vale, he oído hablar de ti – sí, los meses que pasé encerrada en mi misma había escuchado hablar de este hombre varias veces.

-Llamaré a tu padre – miró el teléfono – tiene a toda la ciudad patas arriba buscándote. De Luca, estoy con tu hija – se escucharon gritos de mi padre – estábamos los dos en el cementerio, la llevaré a casa. Si – silencio – si, está bien. – colgó

-Mierda,se me olvidó decirles que venía aquí.

-Ya está más tranquilo, incluso me ha dicho que te saque a cenar. – me reí – es verdad.

Miré mi móvil al recibir un mensaje.

"Ve a cenar con Alejo, llevas mucho tiempo sin salir de casa. Disfruta, sonríe, sé feliz."

Joder con mi padre, era más romántico que mi madre.

Nos alejamos del cementerio y paramos en la primera pizzería que vimos en la ciudad. Nos sentamos en la mesa y dejé que el pidiera por mi también.

-Cuanto tiempo llevas sin salir? – me preguntó una vez que el camarero se marchó.

-Dos años, últimamente salgo solo para ir a la consulta con el psicólogo pero solo eso.

-Es una situación difícil, yo estuve cerca de tres meses encerrado, sin querer saber de nadie.

-Cómo se llamaba?

-Nadia y el niño se llamaría Alejo.

-Él se llamaba Karim y nuestros hijos Jade y Omar.

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Ese fue el primer encuentro de muchos. De hecho hoy, me encontraba en Escocia, junto a mi familia y él. Hace dos meses, él me había pedido matrimonio justo aquí, en este mismo sitio y acepté. Mis padres me animaron a seguir saliendo con él, a seguir viéndolo y así lo hice. Han pasado cinco años desde que mi familia había sido asesinada y me sentía preparada para lo que hoy haría.

-Estás lista? – mi madre me miró y me vio vestida con su mismo vestido, aquel que utilizó el día que ella y mi padre se casaron – estás preciosa amor mio – comenzó a llorar – serás muy feliz.

-Me siento culpable, mientras yo estoy aquí, comenzando una nueva vida, ellos están ahí bajo tierra.

-Sabes, seguramente tanto Karim y vuestros hijos, como su mujer y su hijo estarán hoy presentes, lo notarás hija. Ahora vamos, están todos esperándonos.

Nos acercamos los cinco a la playa, donde un hombre estaba esperándonos para hacer la unión. Elegimos un rito pagano, con nada de formalismos y nada de papeles. No sería capaz de volver a pasar por el altar, no era capaz de volver a preparar otra boda y Alejo lo aceptó. Quería mantener ese recuerdo tanto mio, como suyo, el de nuestras bodas con otras personas que por desgracia no estaban con nosotros. Quería que ese recuerdo no fuera mezclado con el de nuestra boda, que permanecieran intactos en nuestra memoria.

El rito de la unión consistía en unir nuestras manos y ese hombre mayor, conocedor del ritual, las unió con un lazo que Alejo había preparado especialmente para este día.

"Hasta que el amor dure" – esa fue la frase con la que nuestra unión fue sellada. Si, lo que el amor durase.

Nos dímos un beso y sellamos la unión.Nos quitaron el lazo y mi madre me regaló un ramo de rosas.

-No hay novia sin ramo – me sonrió y nos dirigimos al hotel donde cenamos los cinco.

No hubo fiesta, no quería baile, ni invitados. Solo quería que mi familia, nuestra familia, estuviera con nosotros dos este día.

Dos días después, Alejo y yo nos dirigimos al cementerio. Habíamos repartido el ramo en cinco partes. Él se llevó dos y yo me llevé tres partes. Necesitábamos hacerlo. Necesitábamos estar solos con nuestra vida, con las personas que formaron parte de ella y nunca quedarían en el olvido.

Hija de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora