4. Entrenamiento matutino

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La noche caía sobre Narnia. La Luna resplandecía en el cielo con una manta estelar.
Era tarde, así  que los Pevensie decidieron acostarse. Sin embargo, Peter quiso dar un paseo por el palacio. Solía  hacerlo siempre antes de acostarse cuando vivía allí. Observar el castillo en silencio le provocaba una agradable sensación, ya que por el día estaba en constante ajetreo. Su cabeza se llenaba de recuerdos mientras recorría aquellos pasillos, acompañado solo de su propia sombra.

No lo podía creer , era un crío cuando llegaron a Narnia y se acordaba de aquel momento, cuando Aslan le dijo a él y a Susan que no volverían. Fue una despedida triste, pues ese país les había visto crecer.

Estaba contemplando las estrellas en el balcón cuando alguien lo asustó.

-Hola, hermano. ¿Qué haces despierto?-  la voz de Lucy lo sobresaltó.

- Solo paseaba como en los viejos tiempos...- contestó - Lo mismo te pregunto.

- No podía dormir. Estoy muy ilusionada por volver a esta tierra, deseando que sea mañana para entrenar.

- Sí...- respondió Peter con la mirada perdida en el firmamento.

-¿Qué te han parecido los otros reyes?- le preguntó su hermana.

- No sé... No termino de confiar en ellos. Sobre todo, desconfío de Annabeth. ¿No te parece extraño  que lo primero que ha hecho ha sido explicar por qué son reyes? Es como si quisiera reemplazarnos.- confesó el mayor.

- Creo que estás delirando un poco. - rió ante la actitud negativa de su hermano - No puedes juzgar a las personas sin conocerlas Peter, yo he hablado con ella y es muy agradable. ¿No será que te da envidia que el pueblo la quiera más que a ti?

A Lucy le encantaba chinchar a su hermano mayor.

-No le tengo envidia y no la juzgo, solo fue la impresión que me dió. - respondió a las acusaciones de Lucy - Bueno, será mejor que vayamos a la cama, mañana hay entrenamiento temprano.

Ambos regresaron a sus alcobas y se durmieron.

Al día siguiente, todos se despertaron y desayunaron en el comedor. Cómo no, Edmund desayunó delicias turcas que era su dulce favorito. Los demás optaron por algo más ligero. No recordaban lo exquisita que era la comida narniana.

Enseguida fueron al campo y empezaron el entrenamiento. Todos se armaron y se protegieron con armaduras.

- Eh, - llamó Edmund la atención de su hermano - creo que esto te pertenece.

El joven rey le tendió una espada al mayor. Era la espada de Peter, la reconoció al instante por su brillante hoja y la empuñadura con el león.

-Me fue útil en mi última aventura aquí, pero ahora la necesitará su dueño.

- Gracias, Ed -le agradeció mientras desenvainaba el arma. Una sensación de adrenalina le recorrió el cuerpo.

- Ey, rey Peter- lo llamó una chica.

El rubio se giró con la espada aún en la mano para averiguar quién era la emisora de la voz.

- Te reto a un duelo de espadas. - lo desafió Annabeth con seguridad - Bueno, aunque si no quieres perder puedes negarte.

-Ni en broma, - respondió el rey-
empecemos.

Ambos empezaron a pelear con las espadas. Al principio, el magnífico parecía tenerlo bajo control, pero en un momento de distracción la chica comenzó a atacarlo con fiereza.
No quería perder, pero Annabeth era más buena con la espada de lo que esperaba.
La reina le arañó el brazo, causando que se llevara la mano hacia la zona afectada. Él intentó devolvérselo, pero ella lo esquivaba con facilidad. Finalmente, Peter cayó al suelo. Se levantó, pero no le dió tiempo de reaccionar, y, cuando se dió cuenta Annabeth le apuntaba con la espada.

Los tesoros de Narnia 👑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora