Ojos

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Renato no iba a acompañar a Gabriel al congreso en Córdoba, tenía mucho trabajo y no creía que su mano derecha estuviera listo para tanta responsabilidad y su decisión era final...

O eso creía...

*

Era martes por la noche y Gabriel estaba en su habitación, cerrando el bolso que estaba sobre la cama frente a él cuándo escuchó que su novio entraba al departamento.

-Hola amor –Saludó renato, dándole un beso corto a su novio

-Hola bebe..., llegas justo porque pedí sushi del lugar ese que a vos te gusta. -

-Uh que bueno amor, tengo un hambre, ¿ya terminaste el bolso? -indagó mientras se recostaba en la cama y miraba como Gabriel acomodaba unos papeles en una mochila.

-Sí, sí, me faltan estos papeles y listo..., che, hoy dormimos temprano he, a las cinco tengo que salir.

Renato no respondió y se quedó mirando a su novio con cara de indecisión, frunciendo el ceño

-

- ¿Qué pasa? - pregunta Gabriel al ver la mirada que su novio le daba

- ¿todavía puedo ir con vos o tenías que avisar? - Gabriel mordió el interior de sus mejillas para no sonreír

-Renato

-Gabriel –dijo el menor acercándose a su novio quedando de rodillas en la cama y tomando entre sus manos el cuello de la camisa del mayor.

-Bueno, en realidad yo reserve al nombre de los dos por las dudas...- Renato sonrió satisfecho con la respuesta

-Igual, no sé, no creo que Luciano esté listo para encargarse de todo.

-Tato, son dos días..., además, acordate de lo que te dijo tu papá

-Si, que tengo que aprender a confiar en mi mano derecha, que no puedo tener el control de todo, todo el tiempo –dijo poniendo los ojos en blancos

-Dios, sos un nene –dijo Gabriel besándolo y subiéndose a la cama

-Para..., bebe, y el bolso?

-Gordo, tengo un montón de ropa acá.

-Ah claro, tenes razón jajaj

*

Esa noche cenaron, y mientras Gabriel se cambiaba para dormir renato agarro una mochila y metió dos mudas de ropa. Prácticamente, la mitad de la cómoda era ropa de él que iba dejando cada vez que se quedaba a dormir.

*

Al otro día partieron a Córdoba, tenían la posibilidad de ir en avión, pero habían decidido ir en auto, ambos disfrutaban de un largo viaje en la ruta, escuchaban canciones, tomaban mates amargos y admiraban la belleza del paisaje, el verde infinito que yacía a orillas del pavimento, árboles que cambian de forma y de intensidad de color a medida que se acercaban a la hermosa provincia cordobesa, las cimas de las sierras envueltas por algunas nubes que marcaban la pronta llegada de una tormenta, asomaban en el horizonte después de un par de horas de viaje.


Hoy el sol se escondió y no quiso salir 
Te vio despertar y le dio miedo de morir 
Abriste los ojos y el sol guardó su pincel 
Porque tú pintas el paisaje mejor que él

No perdían oportunidad de nada, cada momento era un tesoro, un recuerdo que atesoraban en su corazón, nunca se podrían arrepentir de amar tanto, de hacerlo tan apasionadamente, rápidamente, nadie puede decir que es correcto y que es incorrecto en una relación, solo ellos dos, sus corazones, sus cuerpos reconocen su tiempo, su alma conecta en el universo o en algún plano desconocido, porque se siente bien, ahora, ya, en este preciso momento, en este instante en ese auto en movimiento, el tiempo se detiene, la música suena despacio como un encantamiento, sus caricias el centro de todo movimiento, las manos se rozan con el paso del mate, la piel se eriza, conectan las miradas fugazmente y un nuevo recuerdo de amor se crea, viaja por las terminaciones nerviosas de la piel, mandando impulsos eléctricos que aceleran el corazón, ellos, ellos y nadie más que ellos son testigo de la revolución que causan en su vida.

Anatomia de un chefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora