Anatomia de un chef

...Epílogo...

10 Años después...

La definición de hogar puede tener diferentes significados, algunas personas consideran como un primer hogar al lugar donde fueron criados, otros donde se mudan por primera vez solos y muchos al lugar que comparten con su pareja...

Para Renato y Gabriel el concepto había cambiado, fue tomado diferentes formas en cuanto pasaban los años, su casa de ensueño, aquella que compraron aun siendo solo novios era parte de su hogar, el techo donde veían su amor crecer, donde se sentían libres, amados, la estructura física que daba refugio a su familia, pero sabían que si ese lugar se cambiaba, si dejara de existir, sería una perdida material, algo efímero, porque el verdadero hogar estaba en ellos, en sus corazones, en sus te amo, estaba en las sonrisas, en los besos, en los abrazos, en la calidez de sus miradas.

Esa mañana de domingo, como hacía años, antes de que las cortinas automáticas de abrieran y el sol los despertara, tenían un despertador que funcionaba mucho mejor.

Renato se removió entre las sabanas y rodó sobre su espalda para esconder su cabeza en el cuello de Gabriel y abrazarlo por la cintura. Gabriel sonrió.

-Buen día, bebu –dijo Gabriel dejando un beso en la frente de renato y acariciando su espalda.

-mmm, buen día –respondió el castaño hundiendo más su cara en el cuello de Gabriel y dejando un beso.

-Señor de Gallicchio deme un beso como corresponde-

-Agh, nunca te vas a cansar, ¿no? –dijo Renato fingiendo enojo al fruncir el ceño y hacer un inevitable puchero.

-Jaja, perdón Señor estrellas Michelin* -dijo Gabriel desarmando el puchero de su esposo a besos.

Gabriel se giró obligando a Renato a que quedara enfrentado a él... quedaron abrazados con sus piernas enredadas y mirándose a los ojos dormidos, como lo hacían cada mañana desde hacía ya diez años.

-Yo sé que secretamente te encanta -

-Puede ser –respondió renato sonriendo, delineando con su dedo pulgar los labios del mayor y acariciándole la barba.

El celular comenzó a sonar y renato lo tomó.

-¿La clínica? -preguntó Gabriel

-No, es mamá, me avisa que fue a buscar a la tuya y a la abuela y ahora se van a una feria que hay cosas artesanales, de esas que van siempre y que no lleguemos tarde a comer - dijo devolviendo el celular a la mesita de luz.

Renato se volvió a abrazar a Gabriel mostrando preocupación.

-¿Qué pasa amor? -indagó el rizado acariciando la mejilla del menor.

-Estoy un poco nervioso. Cada vez que suena el teléfono me tiembla el cuerpo, en cualquier momento pude pasar.

-Lo sé, bebu, pero va a salir todo bien.

-¿Me lo prometes?

-Confía en mí.

-Confió con mi vida. Te amo

-Te amo.

Entre besos y caricias, sintieron como la puerta de la habitación se abría pretendiendo ser un movimiento silencioso, se miraron, ocultaron sus sonrisas y pretendieron dormir. El colchón se empezó a hundir torpemente y unas patitas blancas se metieron entre sus caras...

Se escuchaban pequeñas risitas contenidas y no resintieron más, empezaron a besar y a hacer cosquillas sobre los pequeños pies de Ali, Alessia Quattordio Gallicchio su hija de cuatro años que adoptaron cuando tenía apenas menos de dos años.