Capítulo 10

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—¿Qué? Yo... —Adán no consigue hablar ya que su mano es sacudida con fuerza.

—Tú me llamaste, soy Kápios, se escribe Kápoios, pero se pronuncia Kápios. ¿Cómo te llamas? ¿Dónde estoy? ¿Por qué todo está tan oscuro? Mira, nuestra ropa combina. Espera... Lo mío no es ropa, jaja.

—Más despacio —le pide Adán. Él enciende la luz y el otro expresa su asombro de manera exagerada.

—¿Cómo hiciste eso? ¿Con esa cosita puedes hacer que haya luz u oscuridad? Aún no me has dicho tu nombre. —Kápios deja de jugar con el interruptor de la luz y centra su atención en el pelirrojo por un momento.

—M-Me llamo A-Adán...

—Oh. Ya entiendo porqué me llamaste, debemos mejorar eso. También hay que dejar que la luz entre, este lugar es tan sombrío y deprimente. ¡Eh! Eso sonó bien, fue una rima, me gusta-

—Kápios, escucha —Adán alza un poco su tono de voz y al fin consigue que el otro se detenga—. Hice el ritual, p-pero esperaba a Kaneís.

—Uhh, siento un escalofrío al escuchar ese nombre —dice sintiendo los vellos de su nuca erizandose—. ¿Quién es?

—¿No l-lo sabes? Creí que...

—Creo que no sabía nada, pero mientras más tiempo pasa, voy aprendiendo mucho. Eso es electricidad, este es tu cuarto, eres un humano y eso —Kápios se interrumpe a sí mismo al ver un grupo de pequeños libros acomodados en sobre un ordenado escritorio—. Y eso es porno... Bien, eso es tener valentía.

—Alguien más las puso ahí —responde Adán y las vuelve a arrojar bajo la cama.

—Hey, te gusta alguien, ¿verdad? Sino no veo porqué cambiar.

El muchacho de pronto queda sin aire ante esa insinuación, entonces traga saliva.

—N-No, ya estoy cansado de-de ser así, quiero un cambio para bien —responde soltando un suspiro.

—Bien, bien. Comenzaremos de inmediato. —Kápios hace una mueca al ver que el pelirrojo se sienta en la cama y toma una libreta de apuntes—. ¿Qué haces?

—Tomaré nota de todo lo que me digas.

—No funcionará, debes salir, probar nuevas cosas... En tu caso todo es nuevo. ¿Cuándo fue la última vez que diste un paseo o saliste de casa?

—Justamente hoy.

—Sólo para ir a la escuela —comenta Kápios y luego roda los ojos—. ¿Sabes? Aprendo más de ti mientras hablamos.

Mientras tanto, en la casa continua. Noa cena con su familia, oye hablar a su madre y les cuenta que fue a hablar con la madre de la chica nueva y que trató de agredirla. Por suerte tomó algunas precauciones y un policía la acompañó. El uniformado arrestó a la mujer, quien se encontraba alcoholizada. También, agrega con pena, la tristeza que sentía por la suerte de esa muchacha. Su madre la maltrataba y su padre la había abandonado. El relato es interrumpido por un tintineo metálico.

—Lo siento —balbucea Noa mientras se agacha a levantar su cubierto.

—¿Cómo te sientes, linda? —le pregunta dándole una sonrisa.

—M-Mejor. —A pesar de su respuesta, ella siente su estómago revuelto, el dolor casi no la deja comer. Pero lo hace ya que no quiere preocupar aún más a su familia. Incluso León es más atento y delicado.

La hora de dormir llega lentamente, sin duda fue un día demasiado largo en la vida de Noa y ahora tiene que estar en su habitación con Kaneís. Él no ha salido del cuarto desde que escupió esa cosa pegajosa y negra. Al entrar lo ve sentado en una esquina, dándole la espalda a todo. Ella no dice ninguna palabra y camina hacia la cama. Ahora solo desea descansar, ha tomado su medicina y ahora se siente un poco más tranquila.

Pero sus sueños la llevan al fin del día, mientras corre con alguien más. Es una chica, ¿una amiga?. El sol cae rápidamente y todo está oscuro, solo unas pálidas luces iluminan los mosaicos oscuros debajo de sus pies, a su lado hay una pared de alguna casa con rejas negras. De repente, la chica que la acompaña corre diciendo que él viene. La intenta seguir para preguntarle a qué se refiere. Pero se pierde en la espesa niebla. Noa llega a la esquina y choca contra algo, puede ver una figura alta antes de que todo se haga oscuro.

Desconoce cuánto tiempo pasó, aunque siente la inercia de un vehículo en los suaves movimientos de su cuerpo. Abre un poco los párpados y ve la imagen difusa de una persona en el asiento del conductor. Las manos que toman el volante son blancas. Está asustada, así que finge estar inconsciente. Un momento después todo se mueve bruscamente y un poco de agua comienza a entrar en el auto. Para entonces ya no había nadie más dentro y el agua la cubre completamente. Otra vez oscuridad.

La claridad le molesta en los ojos unos segundos después, entonces los abre lentamente y ve una imagen borrosa a través de sus largas pestañas. Tiene mucho frío ya que se encuentra completamente empapada, desparramada sobre la cajuela del vehículo. En ese momento ve una figura acercarse. Ríe.

Dice algo que no alcanza a escuchar, sus labios se mueven. Pero el sonido no llega a sus oídos, de todos modos no responde, se mantiene inmóvil, presa de su miedo. Entonces la figura coloca dos dedos en su cuello, así siente el pulso acelerarse. Luego acerca la cabeza a su pecho, para después reír y alejarse.

—No te mueras todavía —indica. Su voz es espeluznante aunque no la oye con claridad. Tampoco responde. Un segundo después la levanta con mucha facilidad, es muy fuerte y la arroja al suelo. Todo estaba húmedo y, al momento de caer, se espantó al ver animales muertos debajo de ella. Hay gusanos devorándose la carne podrida y una que otra rata se alejan corriendo.

Noa solloza aterrada, rápidamente se aleja de esa horrible imagen. Pero se encuentra rodeada. Sus piernas están enterradas en el barro y, a unos metros, hay un lago de aguas turbias, casi negras. Dentro del mismo se asoma un poco la parte trasera del auto que continúa hundiéndose. Esa persona, o al menos eso quiere pensar que es, se acerca a pasos lentos. Es alto, delgado y pálido, sus ojos negros contrastan con su piel.

Él habla con una sonrisa tenebrosa. Mientras Noa solo intenta escapar, hay una cerca de madera podrida a unos pasos de distancia. Entonces se arrastra hacia ella, sintiendo náuseas cuando toda esa putrefacción le cubre hasta la cintura. Al llegar a la cerca nota que está cerrada, entonces él se acerca diciendo algo, Noa no puede escuchar nada.

Al bajar la vista se topa con un gato muerto, frío y tieso. Esto la obliga a alejarse de esa posible salida y suelta un gemido bajo al ver sus manos cubiertas de ese barro negro, mezclado con carne y más.

Ahora él le está gritando, le ordena que coma lo que hay en sus manos. Ella niega repetidas veces, sus ojos se ahogan en lágrimas. Continúa gritando hasta que lame lo que mancha su muñeca. Luego de eso los gritos ceden y parece más tranquilo, hasta el punto de sonreírle.

Monstruos De Mi SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora