Capítulo 14

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Con un fuerte dolor en el estómago y garganta, trata de mantenerse de pie. Pero es muy difícil con sus energías agotadas, apenas puede mover un pie no delante del otro para mudar el paso y debe sostenerse por una pared para no caer. Kaneís se mueve solo por su deber, debe estar con Noa y eso hará.

—¿Q-Quién era e-se? ¿Por qué se pa-parecía a mí? —son algunas de las preguntas que se hacen en el largo camino que tiene por delante. El sol comienza a caer con el paso de las horas y todo se sumerge en la oscuridad. Él se encuentra agitado, sofocado por la negrura abismal, entonces tropieza con sus propios pies, golpeando su mentón en la caída—. No esta... vez —murmura con los dientes apretados. Reúne las pocas fuerzas que aún le quedan y consigue levantarse nuevamente. Así, dolorido y agotado llega a la casa de Noa. Pero su habitación está vacía.

Kaneís estaba a punto de maldecir, hasta que dirigen su mirada hacia la ventana. Desde allí puede ver la habitación de Adán y suspira.

—Descansaré un momento. —Él se arroja sobre la cama, dejando caer sus brazos a los lados al ser un poco pequeña para su tamaño.

En ese momento, en la casa de junto, Adán sale del baño mientras seca su cabello con una toalla. Su madre lo detiene en el pasillo y le da una sonrisa.

—Ya lo sé —suelta una risita, luego acomoda el cabello de su hijo.

—¿Qué sa-sabes?

—Soy tu madre y he notado lo mucho que miras a esa chica. Además pasa más tiempo en tu cuarto que tu padre o yo.

—No... E-Ella no es-

—Ah si, solo son amigos —interrumpe su padre—. Recuerda siempre usar protección y ser delicado, a las chicas les gustan las caricias más que nada. No olvides cepillar su cabello, así como decirle lo bonita que se ve cada día.

—Horacio —su esposa lo regaña y se cruza de brazos. Entonces el hombre cambia su discurso.

—Bien, trátala como uno de tus amigos. Salgan a fiestas y tomen cerveza. —La mujer reniega nuevamente—. ¿Qué dije ahora?

—No la hagas esperar más, ve con ella Adi.

El pelirrojo deja a sus padres para entrar a la habitación, jamás se ha sentido tan incómodo en su vida. Aunque debe reconocer que los consejos de su padre suenan bien, los primeros. Al entrar, encuentra a Noa dormitando sobre su cama, cosa que lo hace sonreír por instinto. Al acercarse llama su atención y se disculpa por haberla molestado.

—No, no. Yo no debería dormir en tu cama —contesta mientras frota su rostro con las manos. Ella evita mirarlo y sus mejillas toman cierto color.

—Descuida, podemos dormir juntos. ¡N-No!, eso s-sonó muy mal. Quise decir...

—Será mejor que regrese a casa, papá debe estar preocupado —murmura dándole una sonrisa—. Te devuelvo tu cama.

—¿Qué harás si Kaneís regresa?

—No creo que suceda nada malo, Kápios lo debilitó mucho —responde, haciendo que el nombrado entre en la conversación.

—Y ni siquiera tuve que tocarlo.

—Llámame si algo pasa. —Adán escribe su número en un trozo de papel y se lo entrega a Noa. Ella sonríe, dándole las gracias. Entonces la acompaña hacia la salida, ambos se despiden con un corto abrazo y Kápios le sonríe a Adán una vez solos.

—Así se hace.

—¿Qué?

—Le diste tu número a la chica que te gusta y ella lo aceptó. Que galán —comenta sacándole colores al muchacho.

Monstruos De Mi SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora