Capítulo 15

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Su cuerpo comienza a temblar luego de entender que nada fue un sueño, Adán está allí, puede sentirlo, incluso siente las caricias del sueño presentes en su piel al igual que los besos. Las marcas rojas en la parte interior de sus muslos son otra prueba.

—Oh no... No, ¿qué hice? ¿Qué pasó?

—Tú lo querías —responde Kaneís, quien se encuentra de pie junto a la cama—. Lo anhelabas tanto que lo hice.

—C-Convenciste a Adán para que-

—Oh, no. Él también cree que fue un sueño —interrumpe dándole una sonrisa—. Has imaginado tantas veces que esto pasara y creí que Adán era el indicado para clavarte el querer.

—Es increíble...

—Lo sé, despertará lleno de dicha al igual que tú lo hiciste.

—No, ¡esto no debió pasar! No así —Noa niega con la cabeza, angustiada por cómo las cosas pasaron, entonces comienza a llorar. Sus quejidos consiguen despertar a Adán, quien mira a su alrededor confundido. Lo primero que ve es a la muchacha llorando, abrazándose a sí misma sin ropa. Luego nota que tampoco está vestido, haciendo que salga de la cama de un salto.

—¿N-Noa? ¿Por qué...? —Da unos pasos atrás al ver las manchas de las sábanas, entonces sus ojos claros se llenan de lágrimas—. Lo la-lamento, yo... —Rápidamente recoge sus cosas y alcanza a colocarse sus pantalones de dormir. Así sale de la casa para entrar a la suya y encerrarse en su cuarto.

—¿Qué fue todo eso? —se pregunta Kaneís haciendo una mueca.

Noa no responde, en su lugar baja de la cama y cambiar las sábanas, debe lavarlas para que nadie sepa lo que sucedió. Cada paso que da siente un ligero ardor entre sus piernas, pero eso no le impide caminar con normalidad. Coloca todo en la lavadora y programa el lavado, pero ahora tiene que ocuparse de su cuerpo.

Al entrar al baño encuentra un pequeño sobre plateado en el tacho de la basura, roto, arriba del papel higiénico. Esto la hace suspirar, algo menos de qué preocuparse. Luego de eso se quita la toalla que cubre su cuerpo ya que también está lavando su ropa. El agua tibia choca contra su piel, haciéndola tiritar, aún así toma el jabón y hace espuma. La cual es arrastrada por todo su cuerpo por el agua.

Al menos no parece haber sufrido daños, sólo siente esa incomodidad en su interior. Pero su mente, esa es otra cosa, no sabe cómo debería sentirse. ¿Molesta? ¿Sucia? ¿Culpable? Ni siquiera es capaz de expresar algo ahora, está en piloto automático por así decirlo. Se distrae fácilmente, así, mientras sus madre y León hablan en el desayuno, ella solo se dedica a comer y a asentir a todo lo que le dicen.

—Noa, ¿estás bien? —pregunta Kaneís, al contrario de lo que creía, la muchacha no está feliz. Pero tampoco molesta como lo parecía.

—Si... —responde en voz baja cuando se levanta de la mesa. Despide a su hermano y a su madre, dejando el lugar en completo silencio.

—¿Quieres continuar la historia?

—Claro, ya no necesito inspiración después de todo —contesta para luego acompañarlo a su habitación.

Mientras tanto, en la casa de junto. Kápios hace una mueca al ver al pelirrojo caminar y caminar en su habitación, se aseguró de cerrar muy bien la ventana que da hacia la de Noa y, de vez en cuando, le da una rápida mirada para luego arrepentirse e insultarse.

—So-Soy una basura, de lo peor... en es-este mundo.

—Wou, wou, tranquilo. ¿Por qué te dices esas cosas? —le pregunta el de ojos verdes. Entonces Adán gira hacia él y le levanta la voz.

—¡¿Por qué?! ¡Le hice algo terrible a Noa! —da una pausa y ve a Kápios con sus cejas levantadas de la sorpresa—. Desperté y... L-La vi llorando, estaba d-desnuda. Seguramente me metí e-en su cama en la no-che y... y... —Ya no puede continuar porque el llanto lo vence, se abraza a sí mismo mientras se le dificulta respirar. Entonces Kápios se acerca y frota su espalda.

—En un momento desapareciste de tu cama, creí que fuiste al baño o algo. Pero nunca imaginé que-

—N-No quería hacerle daño, lo-lo juro —él lo interrumpe y luego cubre su rostro con las manos.

—Lo sé, Adán. Lo sé. —Kápios lo consuela, diciéndole que todo estará bien. Aunque necesita respuestas, entonces deja al muchacho, prometiendo que volverá pronto, para luego salir de la casa. No piensa ir lejos, de hecho, aparece en la habitación de Noa mientras ella no está. Allí encuentra a Kaneís, recargado por el escritorio con los brazos cruzados.

—¿Qué quieres?

—Respuestas, ¿qué hiciste esta vez?

—Lo que he hecho siempre, ayudar a los portadores de mi sello —contesta, parándose derecho y dando unos pasos hacia él—. Pero tú no sabes nada de eso, apenas tienes días de edad.

—Aún así sé que obligar a Adán a hacer lo que hizo definitivamente no es ayudar.

—Noa lo quería así, pero ni siquiera me dio las gracias. ¡Apenas habla conmigo! —Por cada palabra que dice Kaneís da un paso al frente. Terminando a unos pasos de Kápios y dándole un golpe al armario con su puño cerrado. El espejo se agrieta y unos surcos se trazan en el cristal. Una risa grave hace eco en el lugar, sorprendiendo a ambos, sus ojos miran el espejo ya que el reflejo de Kaneís se va oscureciendo poco a poco. El reflejo mira a ambos y les sonríe, su mirada oscura los deja paralizados.

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Monstruos De Mi SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora