Capítulo 17

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Noa toca el timbre de la casa de su vecinos y espera un momento, ha transcurrido una semana de lo que pasó con Adán. Intentó llamarle pero siempre le respondía el contestador, entonces, cansada de eso, se llenó del valor suficiente para hablar en persona con él.

La puerta se abre mostrando a la dueña de la casa, ella le sonríe y la deja pasar, diciendo que Adán se niega salir de su cuarto. No ha ido a clases y eso la tiene un poco preocupada. Incluso creyó que ambos rompieron.

—N-No, señora. Yo también me preocupé por eso lo estoy visitando —responde manteniendo su mirada baja.

—Pasa, pasa. —La mujer además le da un poco de comida para que ambos la compartan, agregando que su hijo ya no come con ellos en la mesa.

Noa llega ante la puerta del pelirrojo y suspira, no sabe qué debería decir o hacer. ¿Comenzar con un hola? Cree que es algo estúpido a estas alturas. Entonces deja de perder el tiempo, golpea dos veces y espera a que Adán abra. Solo que no recibe respuestas luego de unos minutos.

—Soy yo, q-quería... ¿Puedo pasar? —sus palabras salen con torpeza de su boca mientras abre suavemente la puerta. La habitación se encuentra oscura y apenas consigue ver a Adán sentado en su cama. Está recargado por la cabecera, al verla pronuncia su nombre con una voz baja y áspera—. Yo quería disculparme.

—No deberías estar aquí, por favor, vete.

—Adan, lamento lo que pasó y creo que deberíamos hablar. —No aceptará un no como respuesta—. Eres el único al que le puedo decir sobre Kaneís y las cosas extrañas que sueño.

—Noa, basta. S-Sal de aquí, no quiero volver a l-lastimarte —contesta. Su voz tiembla dejando en evidencia que está soportando el llanto. Noa niega con la cabeza y da unos pasos adelante, quiere consolarlo. Pero, a medida que su vista se acostumbra a la oscuridad, nota que Adán no está simplemente sentado en la cama. Unas gruesas ataduras mantienen quieto su cuerpo por la cabecera, sus brazos también están inmovilizados y unas vendas manchadas los envuelven.

Noa se acerca rápidamente al ver esa imagen macabra, arroja lo que tenía en sus manos y lo desata con dificultad, manchándose con su sangre cuando lo toca. Es peor de lo que imaginaba. Los brazos del muchacho están llenos de cortes, al igual que su cuello, además su cuerpo está lleno de golpes y tiene un labio roto.

—Fue Kápios, ¿no? Él te hizo esto. —Sus lágrimas apenas la dejan ver y acaba abrazando a Adán. Por un momento siente sus brazos rodearla. Pero estos caen a los lados de su cuerpo.

—No quería que... que v-vieras esto —susurra. Siente su cuerpo adormecido por un momento, sin rastro de dolor. Tal vez sea el abrazo, cosa que lo hace maldecirse en sus pensamientos. Lentamente la separa de él y lleva su mirada a las heridas de sus brazos.

—Voy a curarte, todo estará bien —responde, dándole una sonrisa. Entonces sale de la habitación sin que los dueños la vean y va en busca del botiquín de primeros auxilios. Revisa primero el baño y lo encuentra dentro del espejo, sobre el lavado. Al cerrar la pequeña puerta aparece el reflejo de Kápios a sus espaldas. Noa reprime un grito y gira rápido.

El fantasma la observa por un momento en silencio y sus cejas se levantan de repente al ver las manchas oscuras de su ropa.

—¿Estás herida? —Ella da un paso hacia atrás cuando él avanza—. No, es de Adán.

—Lo vi... Eres un monstruo. ¡Aléjate de nosotros, aléjate de él! —Noa grita en susurros y termina saliendo de la pequeña habitación con prisa. No sabe de dónde sacó esa valentía para enfrentar a Kápios, pero sin duda lo haría de nuevo.

Monstruos De Mi SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora