Capítulo 11

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Noa despierta de repente, su vista es borrosa a causa de las lágrimas que humedecen su rostro. Se encuentra un poco agitada y sudorosa, la transpiración hace que alguno de sus cabellos se peguen a su frente. Su vista va hacia sus brazos, los golpes ahora se notan más, pero lo que realmente le preocupa es el sello, el cual desaparece a medida que se va calmado. Al mirar a su alrededor ve que los rayos de Sol intentan colarse por la ventana entreabierta de su habitación. Ella recuerda haberla cerrado.

Kaneís llama su atención cuando se levanta lentamente, toda la noche estuvo sentado en esa esquina hasta ahora. Él gira hacia Noa e intenta sonreírle.

—Buenos días —saluda mientras aparta su cabello del rostro, por lo general este se encuentra levantado hacia atrás. Pero ahora cubre un poco sus ojos, los cuales poseen una sombra negra debajo de ellos.

—¿Q-Qué era eso? —le interroga Noa poniéndose de pie, controla los temblores de su cuerpo y su respiración a medida que se acerca a él.

—No tiene importancia, ¿qué tal si seguimos con tu historia? —Kaneís retrocede unos pasos, atónito, debido al empujón que recibe.

—¿Qué era eso? Ahora está ahí afuera, puede ser peligroso y es mi culpa.

—Yo... No lo sé. Pero, ¿por qué sería tu culpa? —responde bajando la mirada.

—Te llamé, hice un trato contigo. Si no hubiera encontrado esa nota-

—¿Qué nota?

—¡La que dejaste en el baño de las chicas! —exclama, haciendo retroceder a Kaneís.

—No sé de lo que hablas. Espero fragmentado en la oscuridad hasta que alguien pida mi ayuda y jamás me había sucedido algo como lo de ayer —comenta mientras se sienta en la esquina.

—No habías lastimado a una persona.

—Eso no, hablo de lo que salió de mí... Debo encontrarlo.

Noa no vuelve a hablar con él, solo se prepara para ir a la escuela, preguntándose dónde podría estar ese otro ser. También considera la idea de buscar ayuda espiritual o algo así.

—¿Qué haces? —León entra a la habitación al ver que ella ya está casi lista. Entonces le quita la mochila mientras niega—. Será mejor que no vayas a la escuela, quédate a descansar, papá cuidará de ti.

—Oh, está bien —contesta subiendo y bajando los hombros. Ella deja sus cosas sobre el escritorio y regresa a la cama. Escucha como la puerta de la entrada se cierra cuando León se marcha. El silencio se apodera de toda la casa, no oye a su padre, porque tal vez sigue durmiendo.

—¿A dónde vamos? —cuestiona Kaneís, quien la sigue por las calles de los suburbios—. No deberías salir de la casa después de lo que pasó.

—Solo sígueme —responde sin siquiera mirarlo. Noa recordó que Adán le había dado un nombre cuando hablaban de Kaneís y el ritual. También le comentó que es la persona que lo introdujo en el mundo de los misterios paranormales diabólicos.

—Noa... —murmura su acompañante al tonar que se alejan cada vez más de casa. Ella continúa adelante por un tiempo, ignorando por completo las palabras de Kaneís. Él le pide regresar, diciendo que es peligroso—. Sé que puedes oírme perfectamente, alguien podría hacerte daño. Regresa ahora.

—¿Por qué? Tú podrías destrozar a cualquiera, ¿o me equivoco?

—Noa.

—Y estoy más que segura que no es la primera vez que ayudas a alguien, ¿cuántos hubo antes que yo? —Ella se detiene por un momento, más no voltea hacia él.

—No quiero decírtelo.

Kaneís la ve alejarse luego de su respuesta, entonces la sigue en silencio. Todo su ser siente que deberían estar en la casa e imagina la preocupación del hombre cuando no vea a su hija allí. Él continúa tras Noa, mirando a su alrededor, alerta a cada persona que pueda verse peligrosa para ella. En eso, se detiene en seco antes de chocar contra la muchacha y ve una puerta oscura frente a ellos.

—Aún podemos regresar —insiste una vez más. Pero Noa toca el timbre y espera. Unos segundos después, una chica bajita y de grandes anteojos abre la puerta.

—¿En qué puedo ayudarte forma de vida inferior? —cuestiona mirando a Noa de pies a cabeza.

—Adán me habló de ti, ¿sabes mucho de fantasmas y eso? Tengo un serio problema y es de verdad —contesta señalando con su dedo a Kaneís, sin importarle que la otra pueda verla o no.

—De hecho... Te ves muy mal. Falta de sueño por las ojeras, cabello muy desordenado, significa que no tienes energía para nada y esos moretones. Mejor pasa.

—Di que no —Kaneís se niega de inmediato, sin embargo Noa entra a la casa de esa desconocida.

El lugar tiene una decoración oscura, las ventanas están cerradas y sólo unos débiles focos iluminan el lugar. Noa se presenta, diciendo quién es y le da la historia corta de lo que está pasando. La chica de anteojos la escucha y también se presenta, diciendo que es Margarita Solares, una forma de vida que no debería estar en esta dimensión.

—Yo veo muchas cosas, los fantasmas son seres de otra dimensión que están atrapados en esta. Los demonios igual. Yo me comunico con ellos. —Noa roda los ojos al oír casi el mismo discurso que le había dado Adán, solo que omitió la parte de ser de otra dimensión.

—¿Puedes verlo? Alto, elegante, cabello sedoso y está parado justo detrás de mí —ella rechina los dientes y maldice en voz baja cuando las luces la cegan.

—¡Mamá! —Margarita exclama, indignada por la intromisión.

—Lo lamento, bebé. Pero tropiezo con cada mueble, necesito luz —responde al cruzarse los brazos—. Hola, ¿quién es tu amiga?

—Es una cliente y por favor no vuelvas a interrumpir.

La mujer toma lo que venía a buscar y se disculpa con su hija, Noa le sonríe apenas y luego desvía la mirada hacia las fotografías de las paredes. Allí muestran a una familia feliz, aunque Margarita no se parece mucho a las personas de la imagen.

—¿Mis verdaderos progenitores no pudieron elegir mejores padres terrestres? —Margarita vuelve a sentarse en la mesa con Noa, luego de apagar la luz. Pero esta se vuelve a encender, dejando a la chica confundida—. ¿Podría ser que estemos en presencia de una entidad?

—Solo es Kaneís, le teme a la oscuridad —comenta la visitante.

—¿Le pusiste nombre? No es una mascota.

—Él se presentó así, ¿puedes verlo o no? —Noa golpea la mesa con su puño. Entonces Margarita le pide que se tranquilice, luego cierra los ojos y medita—. Genial —murmura cubriendo su rostro con las manos. Ella se encuentra cansada, lo que es muy extraño ya que durmió toda la noche. Pero no tiene energía y cada minuto desperdiciando la irrita más y más.

—Veo algo —susurra—. Son personas, agrupadas alrededor de un árbol alto. Todas tiene sus manos manchadas de sangre, excepto una, es la que está en el centro, junto al árbol.

—¿Un árbol?

—No, son dos. Pero... Solo hay una persona junto a este. El rojo está en su cabello.

Monstruos De Mi SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora