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Pasaron tres días desde el rescate y Amy no se separaba un segundo del lado de Luka. El sentimiento culpa no se comparaba al miedo a que no se fuera a recuperar.

El daño en su cuerpo era extensivo, fue lo que certificó el médico legista. Noel fue el siguiente en pasar el examen y en ausencia de familiares, fue Amy quien recibió los primeros reportes de su estado.

El médico repitió las mismas palabras que usó para con Luka. Habló de poli contusiones, lesiones externas, laceraciones, hematomas, desnutrición, deshidratación, fracturas. Dejó bien claro que el abuso sexual se dio en repetidas ocasiones y cuando terminó, Amy de quedó sollozando en el pasillo, a solas.

Necesitaba a su novia, la quería a su lado, pero Moni cuidaba de Jade. Esa la noche la pasó sentada en una silla en la habitación donde Luka y Noel dormían profundamente. No se atrevió a regresar a su departamento vacío.

A la mañana siguiente una llamada a su teléfono la despertó muy temprano. Era Felicia, la hermana de Luka quien apenas le dio tiempo de lavarse la cara y acomodarse un poco el cabello, antes de que tuviera que salir a recibirlas a la entrada.

—¡Qué bueno que llegaron! —las saludó Amy aún agitada por la carrera.

—¡La prensa está por todos lados, Amy! ¿Por qué London sigue en este hospital? ¿Por qué no lo han trasladado a uno privado?

Imposible, pensó Amy, pero se ahorró el comentario.

Durante el camino, Felicia requintó acerca del asedio de la prensa y lo mortificadas que se encontraban. Les preocupaba más el escándalo por lo sucedido, que el estado de Luka.

En la estación de enfermeras, Barbara exigió hablar con el médico encargado. Querían el traslado inmediato a una habitación privada. Sus demandas no fueron bien recibidas y Felicia empezó a despotricar, sacando de quicio a las enfermeras.

Harta de semejante espectáculo, Amy tuvo que intervenir.

—¿Por qué no entran a verlo? Creo que necesitan darse cuenta de un par de cosas. Estamos en un hospital, no un hotel de lujo y que Luka no está bien. Lo último que necesita es escuchar sus quejas.

Sus palabras bastaron para enfadarlas aún más. Barbara fue la primera en entrar a la habitación de su hijo. Seguida de cerca por Felicia.

Luka dormía por el efecto de sedantes, pero las huellas de lo que vivió seguían latentes. Se veía pálido y enfermo con el rostro amoratado, los labios partidos, las muñecas vendadas, los brazos cubiertos de hematomas de colores diversos. Bárbara le acarició la mejilla y se le humedecieron los ojos al ver a su hijo postrado en la cama.

Felicia dijo que no podía soportar verlo en ese estado. A los pocos minutos de estadía, giró sobre sus tacones y se dirigió a la puerta, no sin antes reparar que en la cama del lado yacía Noel en similares condiciones. Amy no dijo nada, pero pudo ver en la expresión de Felicia, que estaba trazando conjeturas.

¿Qué tanto sabía la familia de Luka de todo lo que había sucedido? No estaba segura. Lo averiguaría luego, eso ni dudarlo.

El médico que ellas exigieron ver, les dio el alcance en el pasillo. Al darles las razones por las cuales se oponía a trasladarlo a otro hospital, Bárbara no se contuvo más. Empezó a llorar desconsolada, al no estar preparada para la noticia y Felicia se opuso a dejarlo continuar. No perdió la oportunidad de salir con sus exigencias y fue una habitación privada la que consiguió para su hermano.

Amy no se atrevió a protestar, aunque sabía que apenas Luka despertara, querría ver a Noel. No pudo hacer nada por detener a Felicia y su madre Bárbara, solo ver como se salían con su gusto.

Cachorros y AmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora