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Advertencias:
Lenguaje maduro, violencia, abuso y demás temas duros de tratar. No intento sensualizar nada, solo mostrar la crudeza de la realidad. Mi intención es escribir una denuncia social y de paso el protagonista tiene diesiseis-diesisiete. Les dejo un enlace externo para que la lean completa. Voy a editar algunas partes para no tener problemas.

https://wordpress.com/post/cachorrosyamos.wordpress.com


Por favor, sus comentarios me ayudan a mejorar, no se olviden de dejarlos.



El cabrón de su jefe se enojó con él por desaparecer un rato. Si supiera que estaba ayudando a su novio el puto a conseguir dinero, de repente lo dejaba en paz. ¡Carajo! Mira que enojarse porque se había demorado un poco y porque olía a licor. Solo había tomado un par de tragos, ese cabrón de su jefe exageraba.

Brill renegaba camino al bar donde había dejado al puto haciendo lo que mejor sabía. Tampoco se iba a quedar allí esperando que terminara de mamársela a toda la ciudad. Total, tenía trabajo por hacer y el hijoeputa de su jefe andaba jodiendo.

En la barra, Randy lo recibió con su misma cara de mierda.

—¡Jódete, Randy! Sólo vengo a recoger el paquete y me largo —le gritó al barman, quien le levantó el dedo como respuesta.

A ver. ¿En qué andaba la novia de su jefe? Lo había dejado hacía un par de horas. No, quizá tres. Seguro había hecho dinero para comprar un carro viejo. Antes de abrir la puerta del baño, esta se abrió sola y salió un sujeto subiéndose la cremallera.

Brill lo dejó pasar, y entró al espacio hediondo y húmedo que era el baño de ese bar. No tenía ventanas, apenas un respirador en el techo, que además hacía mucho ruido. Bueno, a lo que iba. Se desplazó sobre charcos de líquido de dudosa procedencia y ahí estaba el gatito, tosiendo de rodillas, dentro de uno de los cubículos del baño.

—¡Mierda! ¿Ya terminaste o todavía tienes bolas de pelo en la garganta? —Brill se rio de su propio chiste. Miau Miau no le prestó atención y siguió tosiendo hasta quedarse sin aire— A la próxima diles que se afeiten allí, pues.

De nuevo su comentario le pareció hilarante. Al verlo, el gatito intentó ponerse de pie.

—Vine a ver si estabas entero. A veces los muchachos son algo rudos. —El gatito tenía un ojo morado y la ropa rasgada. Brill concluyó que el daño no era mucho, así que ya podían salir de esa cloaca—. Súbete los pantalones y lávate la cara. ¡Apestas, carajo!

Noel se desplazó con cierta dificultad por encima de los charcos y condones usados. Tenía la mente nublada, tanto como la vista. Encontró el lavadero y se agarró bien de la losa para no caerse. El grifo de agua apenas funcionaba, pero igual se enjuagó la boca lo mejor que pudo.

—¿Qué hora es? —le preguntó al taxista, mientras se secaba con las mangas.

—¿Tengo cara de reloj? Es hora de irnos. Rápido o te quedas aquí.

Salieron a prisa de ese lugar hediondo y se dirigieron hacia la barra. El barman los recibió con su usual expresión de desagrado. Luego les mostró un fajo de billetes que dividió en tres partes y la más escuálida se la dio a Noel.

Tal y como sospechaba, no era suficiente y tendría que volver a la calle a conseguir el resto. Desolado y exhausto, deseó tener más energía para apoderarse del montón de billetes y escapar a velocidad suicida.

***

Eran las nueve y algo. No llegaba a distinguir las manecillas del reloj. Los ojos le estaban fallando. La calle seguía igual de floja, las putas circulaban sin rumbo e incluso el Gallinero estaba presente. Era una mala combinación.

Cachorros y AmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora