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Advertencias:
Lenguaje maduro, violencia, abuso y demás temas duros de tratar. No intento sensualizar nada, solo mostrar la crudeza de la realidad. Mi intención es escribir una denuncia social y de paso el protagonista tiene diesiseis-diesisiete. Les dejo un enlace externo para que la lean completa. Voy a editar algunas partes para no tener problemas.

https://wordpress.com/post/cachorrosyamos.wordpress.com


Por favor, sus comentarios me ayudan a mejorar, no se olviden de dejarlos.


El sonido de su voz tenía un marcado tono a regaño. Pat retrocedió dentro de la absoluta oscuridad de la furgoneta. Dejó a un lado un trozo grande de concreto, para defenderse de los intrusos, y le dio pase a Noel .

Dentro de la furgoneta destartalada, hacía menos frío que en la calle, porque colocaron frazadas de mudanza rescatadas de un basurero, sobre el suelo. Pat encendió una linterna a baterías y por fin se pudieron distinguir en la oscuridad.

—También me da gusto verte. —le dijo Noel frotándose las manos para entrar en calor.

Pat no se contuvo y lo abrazó con todas sus fuerzas, deseando trasmitirle el calor de su cuerpo. Noel se dejó apachurrar, sin quejarse.

—Pensé que no ibas a venir. —le confesó al oído. Pat estuvo muy preocupado por él. No lo veía desde la noche anterior y estaba a punto de volverse loco.

Otra cosa que lo sacaba de quicio, era la pasividad de su hermano mayor. A veces le parecía que a Noel no le importaba lo que le decía. Sólo se dejaba abrazar, se dejaba tocar, pero nunca decía nada al respecto. Como ahora que apenas lo liberó de sus brazos, Noel sólo le tendió un puñado de billetes, para que se los guardara.

Lo hizo, escondió el dinero dentro del bolsillo interno de su camisa de felpa a cuadritos. Él era el banco, así bromeaba con ese tonto de Noel. Como su hermano menor, tenía que guardar el dinero, para que no se lo quitara ese idiota de Devan.

—Mira lo que conseguí —animadísimo Pat le cambió el tema y alumbró el camino hacia paquete de galletas saladas y una lata de soda de naranja.

— ¿Y eso?—Noel tomó las galletas y se las metió a la boca, casi con desesperación.

—Pues, nada, un regalo, para ti. Ya que estas aquí ¿Qué tal una historia de terror? —Pat se puso la linterna en la boca y la carne pálida de sus mejillas se iluminó desde dentro.

—Mejor dime. ¿Quién te hizo eso en la cara?

Vio que Noel se metía otro puñado de galletas a la boca. Por lo visto, ese hijo de puta de Devan seguía matándolo de hambre.

—No es nada.—En serio, no era nada —Un empleado de una tienda me pegó y yo también le pegué y ya. Mejor te cuento lo que soñé anoche.

—Mejor dime porqué te pegó.—insistió el intenso de Noel.

Pat apretó los labios, suspiró hondo y antes de poder responder, tuvo que apagar la linterna. Ambos se pusieron en guardia y en silencio, porque fuera, en el callejón escucharon sonidos. No era nada, pero el cobarde de Noel, se ponía nervioso. Pensaba que alguien iba a venir a atacarlos y eso. Pat estaba preparado, tenía un trozo de concreto a la mano, para defenderlos.

Nada iba a pasar, sólo era alguna rata hurgando en el basurero, de repente un gato, pero bueno. De repente así se olvidaba del asunto de su labio partido y lo dejaba en paz. No, Noel no lo iba a hacer. Aguardaron que el sonido de afuera cesara, y su hermano mayor volvió a la carga.

Cachorros y AmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora