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Advertencias:
Lenguaje maduro, violencia, abuso y demás temas duros de tratar. No intento sensualizar nada, solo mostrar la crudeza de la realidad. Mi intención es escribir una denuncia social y de paso el protagonista tiene diesiseis-diesisiete. Les dejo un enlace externo para que la lean completa. Voy a editar algunas partes para no tener problemas.

https://wordpress.com/post/cachorrosyamos.wordpress.com


Por favor, sus comentarios me ayudan a mejorar, no se olviden de dejarlos.

Noel abrió los ojos de golpe y su cuerpo se sobresaltó por reflejo. Despertó en una habitación desconocida y el olor a limpio fue lo primero que percibió. La luz tenue y la suavidad del sofá bajo su cuerpo fue lo siguiente.

—Esta ciudad nunca va a dejar de sorprenderme

Sentado en un sillón frente a él y se encontraba el fotógrafo. En definitiva, estaba soñando.

—¿Qué demonios le pasa a esta gente? Te traje cargado sobre mi hombro por tres cuadras y a nadie le importó.

El sonido de esa voz hizo que su corazón se agitara. Luka miraba al vacío y parecía hundido en sus propias cavilaciones. Además, traía gafas puestas y ahora que lo veía bien, uno de sus ojos tenía un color más oscuro que su par. Debía ser más cuidadoso, porque el fotógrafo lo pescó observándolo. Noel bajó la mirada, avergonzado y Luka dejó sobre la mesita de café el libro que tenía entre las manos.

—Voy a tener que cobrarte la estadía. Cada vez que vienes es a dormir. —Fue una broma y quizá debió reír al terminar, porque el pobre chico palideció tres tonos.

Suspiró hondo y Noel, así se llamaba, se hundió bajo la frazada que le había puesto encima para calentarlo. Cuando lo tuvo en sus brazos lo sintió muy frío y al levantarlo se dio con la sorpresa de que era demasiado liviano. No lo recordaba tan ligero. Claro que apenas quería acordarse de la seudo experiencia que había tenido con un puto de la calle.

Rodó los ojos y se levantó del asiento rumbo a la mini cocina situada detrás de Noel. No la usaba más que para preparar café, de vez en cuando. Usualmente comía en la calle, pero en esa oportunidad tuvo que ordenar algo para alimentar al montón de huesos que lo seguía con ojos de animal asustado.

—Tienes que comer —le anunció tomando una cuchara del cajón.

Sopa en un envase de plástico que al destaparlo dejó escapar el aroma a jengibre y fideos de arroz. No se le había ocurrido nada mejor que ordenar comida china.

Apenas se le acercó vio que el chico bajaba la mirada. Su actitud le pareció tan patética que volvió a rodar los ojos. El mocoso no se atrevía a mirarlo de frente, así que se tuvo que agachar para ponerle el envase en las manos.

Noel no se lo recibió. «¿Ahora quería que le diera de comer en la boquita?», Rezongó Luka para sí mismo.

—No has dicho una palabra desde que despertaste. ¿Te olvidaste de cómo hablar o qué te pasa?

No hubo respuesta y era de esperarse. El chico bajó la cabeza y se encorvó aún más de lo que estaba. Luka resopló fastidiado. Estaba acostumbrado a intimidar a la gente con la peculiaridad de sus ojos, pero no dejaba de incomodarle que el mocoso actuara como si esperara un ataque.

—Come o se va a enfriar.

Noel se contrajo aún más. Parecía que temía por su vida. ¿Acaso pensaba que lo iba a envenenar? Luka bufó, aún más incómodo y con ello consiguió que reaccionara. Vio que el chico tomaba la cuchara que le entregaba con una mano temblorosa. Se la llevó a la boca cargada de un poco de caldo amarillo y por la expresión de dolor en su rostro, supo que algo andaba mal. El mocoso parecía resignado al suplicio, porque se llevaba otra cucharada a los labios.

Cachorros y AmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora