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Jimin jugueteaba con sus pies en el agua mientras miraba a la luna. Silenciosamente, le rogaba por Jungkook, para que sanara las heridas de su alma, rezaba por el general Min, para que tomara las decisiones correctas, le pedía por su familia, incluido Namjoon, para que estuvieran todos a salvo.


Llevaba por lo menos diez minutos sentado en el borde de una piedra del pequeño arroyo que pasaba por detrás de la base; tan solo clamando, añorando. Fantaseaba con que la guerra llegaba a su fin, que él regresaba a casa con un grado importante de honor, que cuando sus padres lo vieran llegar lo recibirían entre lágrimas y risas y le dirían lo orgullosos que estaban de él. De manera más íntima, Jimin también se imaginaba al general Min, tímido, tal vez sonrojado, hincado frente a su madre pidiendo la bendición para casarse con él. Después, tal vez tendrían un cachorrito. Yoongi volvería a ser maestro de artes y él también se volvería profesor, pero de defensa personal. Serían una familia.


Aquellos pensamientos lo mantenían cuerdo, evitaban que volviera a llorar como lo había hecho con el coronel Kim. Jimin no era de los que lloriqueara todo el tiempo, lo hacía sentirse raro, pero su desajuste hormonal lo mantenían al borde del colapso emocional cada cinco minutos y poco podía hacer contra eso. Al menos imaginarse una vida feliz era una buena terapia y lo mantenía distraído del bullicio militar y de lo aburrido que era esperar a que el Coronel se dignara a regresar. Tras consolarlo, el alfa le había pedido que fuera a esperarlo al arroyo y que él lo alcanzaría después, argumentando que tenía un plan infalible para quitarle lo enojado a Yoongi. Jimin, personalmente, sospechaba que su alfa no estaba tan disgustado, pero decidió no arrebatarle las ilusiones a su mayor y dejarse ayudar.


—Perdón, perdón—SeokJin apareció dos minutos más tarde, sudado de la ropa y con las mejillas rojas, como si hubiera corrido un maratón, llevaba en manos una bolsa pequeña que pronto extendió hacia Jimin—. Fui a mi habitación por esto, pero me encontré con el enfermero Park y...

—Mi hermano, ¿él cómo está? —Jimin se sentía miserable por no haber preguntado antes, pero se dijo que era mejor tarde que nunca y sólo sonrió avergonzado cuando el Coronel suspiró aprensivo.

—Bien, maravillosamente bien, él siempre está bien, es perfecto—el mayor respondió sentándose a su lado—. Creí que no lo recordarías jamás.

—Lo sé y lo lamento—se disculpó Jimin con una sonrisa mientras abría la pequeña bolsa—. Él sabe que lo amo y yo sabía que usted lo iba a cuidar bien.


El alfa pareció gustoso de oír el comentario porque sin disimulo infló el pecho y asintió, aunque adquiriendo un gesto pensativo.


—Ustedes... ustedes ni siquiera son hermanos, ¿verdad?


Jimin sacó de la bolsa tres pequeñas botellitas dándose el tiempo de observarlas fijamente—: ¿Quién dice lo contrario? —el alfa palmeó su hombro incluso más satisfecho que antes— ¿Qué es esto?


—Aceites y shampoo. Pensaba que esto hará muy feliz a Yoongi—explicó el hombre estirando también los pies bajo el agua—. No hay mejor manera de llegarle a un alfa que por el aroma y, criatura, tú sí que necesitas mejorar tu esencia. Eres una mezcla extraña que no me gusta.


El omega se carcajeó retraído, observando como algunos peces saltaban fuera del agua.


Muéstrame la pancita [Yoonmin- Omegaverse].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora