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Jimin estaba  en la proa del barco mirando el horizonte. El cielo estaba repleto de nubes blancas con tintes grises, lo cual aumentaba un poco más el vacío en su pecho. Se sentía ajeno a todo. A los militares que se movían alrededor, al imponente mar que se extendía ante él, a la misión que tenía que hacer, pero, sobre todo ( y era lo que más le preocupaba), se sentía ajeno a su propio cuerpo.  Su lobo por dentro le trataba de decir que algo andaba mal con él, que pusiera más atención a lo que sentía, pero simplemente no lograba hallar cuál era el error. La noche anterior había ignorado todo síntoma debido a que el lobo del general Min lo había distraído, pero en ese momento, mientras estaba solo, todos los malestares regresaban a él con una abrumadora presión. 


Se sentía mareado, desesperado y con un sentimiento posesivo que crecía en él, pero desconocía el origen. Lo único que deseaba era envolverse en mantas calientitas y robarle algo al general para llevar siempre con él su aroma a vodka y menta, ya que, en contra de su orgullo, lo hacía sentirse seguro. Y es que de solo pensarlo se llenaba de un éxtasis misterioso. Cada que la fragancia se filtraba por su nariz se sentía pleno y su lobo bailaba emocionado, sin mencionar que su corazón bailaba frenético. 


Pareja predestinada. Pensó recargando la mitad de su cuerpo en el frío metal y soltó el aire de sus pulmones. No hallaba otra respuesta más que esa para su confusión y, aunque aún no lograra escuchar con claridad el fuerte "mío" que se suponía su lobo debía repetir al estar cerca de su alfa,  muy en el fondo, algo le decía que así era, que esperara un poco más para averiguarlo.   


Sin embargo, no estaba tan seguro de lo beneficioso que eso resultara. Hasta ese momento, pese a haber tenido relaciones sexuales, su trato con el alfa peliplateado se basaba en una especie de amor-odio que detonaba siempre en discusiones. Sumado a eso, ambos tenían a alguien esperándolos a su regreso que sufrirían con las decisiones que tomaran. Jimin no se sentía como un mártir ni quería serlo, si su lobo le reclamaba que se entregara al hombre él lo haría; el problema era que su pequeño animal se sentía desorientado y no reaccionaba como en el pasado. Tal vez sólo se estaba enfermando. 


El sonido de los pasos de alguien acercándose lo sacó del enredo de su mente y se levantó para darle cara. El capitán Kim se encontraba parado detrás de él con una amplia sonrisa cuadrada y, por lo que por fin podía notar Jimin, se trataba de un hombre más guapo que la media, con su piel bien cuidada y su sedoso cabello castaño.


—Capitán— repitió como el protocolo indicaba y saludó irguiéndose derecho. El mencionado negó y caminó sólo para recargarse también en la proa. 

—No es necesario, cabo Park, descanse— ordenó con calma y sacó una cajetilla de cigarros de donde tomó uno que luego prendió—. ¿Quiere...? —Jimin aceptó de inmediato guardándolo en el bolsillo de su uniforme—.¿Es usted uno de los que no les gusta que lo vean fumar? 

—Algo así— mintió para no decir que en realidad lo guardaba para el general Min y se obligó a sonreirle; no podía ser grosero con él aunque siguiera sin agradarle del todo. 

—Yo empecé a hacerlo por el General Min. Lo conocí en una reunión cuando la guerra apenas iba a estallar. Yo estaba nervioso y supongo que él lo notó porque se acercó para compartirme de su cigarro. 


El capitán sonrió exhalando el humo y miró a los delfines que perseguían el barco. Jimin tuvo que contener el gruñido que amenazó con brotar de su garganta. 

Muéstrame la pancita [Yoonmin- Omegaverse].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora