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Cuando Jimin despertó se dio cuenta de que estaba en una camilla maloliente, rodeado de soldados que gruñían por sus diversos malestares y que justo arriba de él había una molesta una luz parpadeante. Además, le dolía todo el cuerpo, como era común desde que se enlistó en el ejército, pero en esa ocasión podía jurar que era diferente. No podía explicarlo con claridad. Casi podía decir que era similar a sufrir los espasmos del celo, pero multiplicado por mucho. Abatido, decidió que debía ignorar sus malestares y averiguar donde exactamente estaba, por lo que entre maldiciones y alaridos, trató de sentarse para apresurarse a salir, no obstante,el peso de algo caliente sobre sus piernas hizo que se detuviera de pronto. 


—¿General? —preguntó con la voz rasposa al darse cuenta de que un lobo grande y gris se encontraba en sus piernas. Parecía dormido, pero sus orejitas alzadas indicaban que se encontraba alerta—. No siento las piernas—el animal abrió los ojos y lo miró confundido, girando su cabeza a los lados como tratando de entender lo que acababa de escuchar. Jimin sonrió enternecido y volvió a hablar—. No las siento porque usted está encima de mi, ¿podría quitarse? 

El lobo gruñó irritado y comenzó a levantarse con lentitud mientras sacudía la cabeza. Cada uno de sus movimientos se veían pesados y automáticos. Jimin comprendió entonces que no era el único herido. Quizás, y era lo más probable, su General se había transformado para sanar con mayor rapidez. Los cambia-formas se recuperaban fácilmente cuando se transformaban en sus animales.  

Estiró el brazo y acarició la barbilla del animal peludo, sonriendo cuando éste se inclinó hacia su tacto. Siempre había envidiado a los que podían convertirse totalmente en lobos. Eran más rápidos, más hábiles y más fuertes. Ejemplares únicos. Secretamente, había soñado con ser uno, pero, como todos decían, los omegas muy rara vez conseguían convertirse. Ahora, por lo que apenas podía recordar, resultaba que él lo había logrado; aunque no tenía  claro cómo. Se había sentido tan perdido, tan preocupado al verse sangrar, que simplemente había decidido rendirse. Había cerrado los ojos con la intención de no volver a abrirlos, pero su lobo le había gritado que no era el momento. Su última memoria coherente era que de repente había aparecido entre los brazos de Min. 

Algo cálido y húmedo sacó a Jimin de su ensoñación y enfocó su mirada hacia el frente, notando que aquello que lo había tocado había sido una lengua mojada que ahora volvía a pasarse por sus mejillas.  El general Min, aún como lobo, se encontraba lamiéndolo a lo largo de todo el rostro para tratar de de llamar su atención; El omega, quien sonreía por las caricias,  no pudo más que sentir como su corazón se convertía en un vendaval bravo. No podía explicar la maraña de sentimientos ni la profundidad de ellos, pero sabía que le pertenecían a ese alfa que lo miraba con ojitos vidriosos, el mismo que lo había cuidado todo ese tiempo sin apartarse de su lado  ni un solo momento. 

—¿Sabe? —le dijo con un tono suave de voz y besó su naricita húmeda. El lobo movió la colita—. Creo que sólo así puedo decirle directamente y sin morirme de la pena que realmente estoy enamorado de usted—Jimin se agachó para abrazar al lobo por el cuello y restregó su cabeza en él para dejarle su aroma—. Gracias, Yoongi. 

Lo siguiente que el chico supo fue que estaba siendo aplastado por un enorme cuerpo desnudo y caliente que lo sostenía con fuerza. Ninguno de los dos comprendía quién necesitaba más ese abrazo, pero se fundieron en él con fuerza. Los soldados de los alrededores procuraban no mirar directamente al General al mando. 

—Te quiero, Park—dijo Yoongi ya transformado y sin intenciones de soltarlo. Tenía la boca llena de palabras que no sabía como decir, quería expresar lo agradecido que estaba con la Luna por haberle enviado como pareja predestinada a un hombre increíble, quería decir lo feliz que estaba de que estuviera vivo, pero la emoción lo enmudecía. Resultado de aquello, había resumido sus sentimientos en una corta oración. Y se sentía un tanto humillado, vulnerable por confesarse así cuando podía sentir las miradas de los curiosos sobre él, pero todo valía la pena siempre y cuando Jimin lo mirara de la forma en que lo hacía, con una mezcla entre timidez y admiración.  

Muéstrame la pancita [Yoonmin- Omegaverse].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora