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El general Min se removió incómodo en su asiento, incapaz de prestarle atención al hombre que hablaba en medio de la sala sobre la captura de algún político del que no recordaba su nombre. Estaba consciente de que la reunión de esa noche sería agotadora por los temas a tratar, pero nunca esperó sentirse tan mal con apenas quince minutos estando presente.


Prácticamente, sentía que se estaba asfixiando. Su corbata parecía apretarle el cuello y su saco lo calentaba peor que en un día de verano, sin mencionar la taquicardia de la que era preso y el sudor frío que recorría su espalda.


No obstante, no era su estado físico lo que lo atormentaba sino un cruel presentimiento que se instaló en sus entrañas y que hizo que su lobo enloqueciera por dentro. El animal se encontraba ansioso y enojado y gruñía desesperado con tanta rabia que Yoongi terminó por sentirse igual.


Incluso sentía que en cualquier momento su lobo tomaría el mando y saldría para drenar todo ese enojo. Sus ojos plateados, que brillaban como nunca, y su fuerte aroma denso, eran un indicativo de que, si no se concentraba en controlar a la bestia, ésta lograría su cometido y lo haría perder el dominio de todas sus facultades.


—General Min, ¿se encuentra con nosotros o una vez más está divagando por su omega? —por desgracia, Jin-young, quien ahora tenía la palabra, decidió que era el mejor momento para hablar, haciendo que un poco de su auto-control desapareciera de su mente. Sus uñas se volvieron garras y sus colmillos salieron a relucir.

—Basta con una simple orden para pagar su insolencia con la muerte, señor—Yoongi casi ladró sus palabras. Sabía que debía de mantener la calma para no turbar al resto del consejo (ya estaban bastante alterados de por sí), pero ese hombre siempre lograba sacarlo de sus cabales, quien, en cambio, se mantenía sereno y con un curioso aire victorioso que Yoongi no comprendía. Lo único que sabía era que probablemente la intención del sujeto fuese hacerle perder la razón para demostrar que no era apto para dirigir la nación.


Jodidas gracias. Yoongi lo menos que quería era estar al mando, pero, desgraciadamente, ni a punta de pistola, pensaba permitir que ese hombre ambicioso y ruin se quedara con la batuta. Su nación necesitaba encontrar por fin la paz, no sumirse bajo el mandato de otro inepto sanguinario.


—No dije nada que no sea conocimiento de todos los presentes—retomó el hombre y se sentó con arrogancia, cruzando los dedos y sonriendo ampliamente—. Me parece que el amor está nublando su capacidad de mandato y, si me disculpa, no son los tiempos para historias de amor.


El alfa suspiró internamente y se guardó un gruñido.


—No creo que mi vida personal deba de ser tema de conversación cuando hay gente muriendo allá afuera, señor.

—Tal vez no morirían si no hubiera todavía rebeldes sueltos, general Min.


Ahí estaba de nuevo esa insinuación. El lobo de Yoongi gruñó y él mostró los colmillos como resultado. Había comenzado a sospechar que ese hombre tenía algo que ver con lo supuestos rebeldes y con cada palabra que salía de su boca lo confirmaba. La nación del norte estaba acabada, por mucho que sus habitantes quisieran levantarse en armas, no podrían. No tenían armas, no tenían suministros, ni políticos, no tenían nada, ¿de dónde salían tantos patriotas?

Muéstrame la pancita [Yoonmin- Omegaverse].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora