Capítulo XV, parte II

2K 271 11
                                    


Florence y Alexander mantuvieron cautiva a Charlotte. El lugar que habían escogido no era otra que una propiedad de Edmond, una casa pequeña y que pasaba desapercibida entre los edificios londinenses, pero que estaba ricamente adornada y contaba con una serie de lujos muy impropios para un hombre casado.

A Florence, no obstante, no le importaba en absoluto si su marido usaba aquel lugar para sus encuentros amorosos. Lo único a lo que le había dado importancia era a su disponibilidad y seguridad, y de eso también se había encargado Alexander. Incluso habían sobornado a dos fornidos policías de Scotland Yard para que vigilaran día y noche a la mujer, pues su huída podría suponer un escándalo incluso mayor del que pensaba perpetrar Florence.

La mera idea de sacar toda la verdad a la luz le parecía incluso excitante. Llevaba tantísimo tiempo sometida a las falsedades de sus progenitores que ya no le sangraban las heridas, pero sí seguían escociéndole.

Pero ahora, pensó, conocía la cura que remediaría el dolor y la vergüenza de tantos años.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto?

Alexander cerró la puerta tras de sí e hizo un gesto para que los dos policías se retiraran por el momento. Ambos hombres se cuadraron y tras saludar educadamente a Florence, salieron de la habitación y cerraron tras de sí.

—Por supuesto. Es algo que debería haberse sabido hace mucho, Alex —musitó, sin sonreír, mientras aceptaba el gesto cariñoso que él le prodigaba. Se apoyó en su pecho y dejó que el detective la abrazara contra sí—. Si hubiera sido de otra forma... mi propia vida habría sido distinta. ¡No sería como soy! —exclamó, con los labios contra su camisa blanca y la mirada húmeda—. Sería... sería mucho mejor persona —determinó, finalmente, tras un momento—. Tenemos que atar bien los hilos, sin que se rompan. Un escándalo así tiene que ser portentoso. ¡Enorme!

—Pero sabes que lo que pretendes es peligroso. Hemos sobornado a la policía, y ahora quieres hacer lo mismo con tus padres. Si son tal y como me has contado... no creo que se queden con las manos en los bolsillos. Intentarán buscarte la ruina, Florence. Y a mí también.

—Oh, no seas tonto. ¿De verdad me crees tan boba? —le riñó, mientras se separaba para contemplarle—. No vamos a ser nosotros quien nos toque cargar con el muerto, sino Amanda. —Se separó de él y tomó asiento en una sillita dorada y azul, cómoda y que se situaba frente a una mesa de brillante cristal—. Conozco a mucha gente, y esa gente conoce a más gente. Podríamos hablar de una gran telaraña, ¿comprendes? Nosotros dirigiremos las operaciones desde aquí, pero serán otros quienes la realicen por nosotros. ¿Y sabes cuál es el primer paso? —Sonrió con determinación y ferocidad, y también con un deje de locura—. Que Amanda conozca a su hermana.

Se hizo un silencio denso, roto solo por el suspiro del detective.

—Quieres que se sienta como te has sentido tú todo este tiempo —determinó, con suavidad—. Es...cruel. Quizá ella no sepa nada de todo lo que ha ocurrido.

—Pero debería, porque también estaba allí. ¡Si yo no he podido olvidarlo ella tampoco debería haberlo hecho! —alzó la voz y justo después apretó los labios en una mueca—. Yo sé lo que hago: volveré loca a Amanda, haré que conozca la verdad y después, cuando me entregue hasta la última de mis voluntades... desvelaré la sorpresa y Charlotte conocerá el mundo. —Sonrió con amplitud—. ¿Te imaginas el escándalo? Mis padres, los de Amanda... ¡todos ellos tendrán que dar explicaciones ante un público entregado a las críticas! —Se echó a reír con ganas e incluso aplaudió—. Y nadie, nunca, sabrá que hemos sido nosotros. Después nos desharemos de ella. —Hizo un gesto hacia la puerta que guardaba a Charlotte y se encogió de hombros—. A nadie le extrañará.

Amando lo imposible (Saga Imposibles III) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora