Amanda despertó cuando una mano suave, pero firme, la sacudió. Su primera impresión al abrir los ojos fue que el mundo había nacido para ser cubierto de flores. El aroma a las rosas recién abiertas inundaba el oxígeno y penetraba en sus pulmones, hinchándolos con alegría.
Sonrió.
—¿Dónde estoy? —preguntó, aletargada, mientras se incorporaba y miraba a la mujer que tenía al lado.
—En un lugar en el que no deberíamos estar. Vamos, pajarillo, tenemos que salir de aquí antes de que venga el dueño del invernadero.
Tenía razón, evidentemente, pero se resistía a abandonar el calor de su cuerpo contra el suyo. A pesar de lo precario de la situación se había quedado dormida en algún momento... y Marquise lo había permitido.
Se preguntó, al juzgar por las ojeras que veía, azuladas, bajo sus ojos, si ella se habría permitido ese lujo. Además, pensó, avergonzada, había sido ella quien se había encargado de cuidar a Brandon mientras ella dormitaba apoyada en su hombro.
—Me siento miserable —musitó Amanda al cabo de unos momentos, mientras ambas se incorporaban y procuraban arreglar los vestidos manchados de polvo y barro—. No deberías haber dejado que me durmiera. Mi hijo...
—Estaba bien —la interrumpió, mientras inspeccionaba el resto del invernadero con la mirada. No encontró nada que sirviera para miccionar, así que aguantó estoicamente el dolor de su vejiga y no bebió agua. Sí que le ofreció la posibilidad a Amanda, que bebió abundantemente, al igual que un despierto Brandon—. Cuando vi que te estabas quedando dormida lo cogí yo. No te preocupes, estabas agotada.
—¿Y tú no?
Marquise sonrió ante la ingenuidad de la antigua duquesa. Sintió una oleada de ternura hacia ella que la llevó a ser amable, y no tan ácida como solía ser con el resto de la humanidad.
—Estoy acostumbrada a dormir poco —arguyó con suavidad mientras se dirigía a la puerta de salida—. No le des más vuelta, pajarillo, los tres estamos bien y eso es lo que verdaderamente importa. Ahora vamos a ir a buscar noticias, ¿de acuerdo?
La mención del incidente fue como un jarro de agua fría para ambas. Si bien salieron con ánimo del invernadero, lo perdieron en cuanto descubrieron las calles envueltas en niebla y casi vacías. Solo algunos valientes se habían atrevido a abandonar la seguridad de sus casas, y estos eran aquellos que necesitaban un sustento por encima de cualquier otra cosa.
No obstante, fueron ellos precisamente quienes les comunicaron las últimas nuevas: la fuga de locos de Bethlem no había terminado. La noche, al parecer, había sido caótica y ajetreada para Scotland Yard, que habían encontrado y abatido a cuatro de los seis presos. Mas quedaban dos por atrapar: una mujer y un adolescente. Al parecer ninguno de los dos era especialmente peligroso en el hospital, pero nadie sabía cómo podían reaccionar ante una muchedumbre asustada. Por ello, la petición general de la policía seguía en pie: de ser posible, lo mejor era quedarse en casa.
Amanda era consciente de que no podía acudir a ninguna parte conocida con Brandon en brazos. Descartó inmediatamente la casa de sus padres, y también la de cualquier conocido con ínfulas de rico.
No tardó en percatarse, mientras Marquise caminaba a su lado en dirección desconocida, de que tenía muy pocas opciones de regresar ese día a Ibstone. ¿Y qué podía hacer? ¿Regresar a la tienda? Esta estaba demasiado cerca del foco del incidente, pero también era el único lugar al que podía volver.
Decidió, finalmente, tomar el riesgo. Se giró a Marquise y estudió su perfil agotado.
—¿Tienes dónde ir? —preguntó, finalmente, sin detenerse.
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Amando lo imposible (Saga Imposibles III) COMPLETA
Tarihi KurguCreyó que abandonar a su familia en pos del amor eterno le brindaría la felicidad que siempre había soñado. Sin embargo la vida es mucho más difícil de lo que Amanda Erbey, antigua duquesa de Berg, podría haber supuesto nunca. Ahora, tras el escánda...