The Truth Untold

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Kim Seokjin...

Estudiante de diseño gráfico, segundo año, hijo ejemplar, de una familia acomodada, sonrisa encantadora, amable, alto, voz de ángel, piel perfecta, buen estudiante.

Eso era lo que todos veían, pero Taehyung sabía que había algo más tras ese encantador hombre. Pasaron varias semanas hasta que Tae pudo volver a encontrarse a Seokjin, no, el segundo no sabía de la existencia de él, más bien era Taehyung quien lo acostaba de manera discreta.

Para empezar, pasadas dos semanas Tae se empezaba a desesperar por no poder encontrar a su fuente de inspiración, así que decidió pasar en frente del mismo salón, el mismo día que lo vió y a la misma hora, así fue como lo volvió a ver. Una semana después, faltó a su clase y se dispuso a investigar con unas chicas que entraban al aula que clase era esa y se enteró de que era de diseño.

Por primera vez Taehyung encontró alguien que despertaba su curiosidad y no iba a dejarlo ir por nada.

Un día mientras iba caminando por los pasillos, escuchó que alguien gritaba "KIM SEOKJIN" y pasaba por su lado empujando a Tae fuertemente. Casi cae pero por fortuna logró estabilizarse, volteó su cabeza para reclamarle al chico, pero lo detuvo ver a su ángel.

"Kim Seokjin" Hasta su nombre era hermoso, en ese momento Tae olvidó su furia, sonrió y siguió su camino.

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Gritó con dolor sacando su estrés momentáneo, gruesas lágrimas caían por su rostro y sus manos sostenían fuertemente aquella almohada que disipaban el ruido. Se levantó de su cama y fue directamente al viejo teléfono que sus padres le habían dado debido a que no usaban celulares y ese era el único medio de comunicación que tenían, lo agarró y lo lanzó por la ventana.

Probablemente el guardia lo iba a reprender por aquella acción, y no sólo él sino sus padres también, pero que más daba, estaba harto.

Harto de su vida, de tener que ir a la universidad, de tener que aguantar las llamadas recriminatorias de sus padres, de ver a todas esas personas huecas, vacías, iguales.

Las lágrimas no dejaban de caer y lo único que quería era un abrazo, uno real, reconfortante, de los que jamás había tenido.

Taehyung había sufrido de depresión  durante sus años de secundaria y mitad de la preparatoria, aún estaba en proceso de sanación y, aunque ya llevaba años en ello a veces su voluntad flaqueaba un poco y daba paso a la desesperación. Justo lo que pasaba en ese momento.

Su respiración era cada vez más agitada, se le hacía difícil tomar aire, sus lágrimas caían a borbotones, se sentía mareado, desorientado, tenía miedo, mucho miedo. Estaba sufriendo un repentino ataque de pánico.

Pensó en la música, en la canción que estaba componiendo, pensó en su voz.

Logró sentarse con dificultad mientras hacía movimientos con sus manos para marcar un ritmo en su respiración, cerró los ojos inhaló y exhaló repetidamente hasta que logró calmarse.

Limpió las lágrimas de sus mejillas, se puso de pie, acomodó su ropa, fue a la mesa de la cocina, agarró sus llaves y salió del apartamento.

Se dirijió a la cafetería más cercana, pidió un chocolate, le puso una tapa y se fue caminando hasta el parque de siempre. Se sentó, observó el panorama y cerró los ojos esperando a que todo a su alrededor desapareciera.

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Al día siguiente Tae se levantó dispuesto a seguir con su abrumadora vida, estaba lloviendo aquella mañana así se puso un abrigo beige junto con una bufanda y salió de su hogar.

Extrañamente iba casi vacío el transporte que lo llevaría a la universidad así que pudo conseguir un asiento, en la ventana se veían las gotas caer, un poco empañada debido a las respiraciones de los pasajeros, esta nublaba un poco la vista hacia afuera lo que hacia que se viera hermosa a los ojos de Tae. La música en sus audífonos complementaban perfectamente el sonido de la lluvia, le traía paz.

Al llegar a aquella institución, a lo lejos pudo observar a Jin, su semblante era tranquilo, observaba la lluvia caer desde las escaleras de su edificio.

Tae tan solo pudo sonreír, no podía acercarse a Seokjin por más que quisiera, no podía presentarse, Jin merecía algo mejor.

"No puedo mostrarte una parte deteriorada de mi"

SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora