Día 1 (Tarde): Agua, fuego y desesperación.

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Una vez recuperado el sujetador, la normalidad y la dignidad, entre subnormalidad y pendejada ya eran las 14:15. Y las tripas de los amigos rugían, eso quería decir que era hora de comer. Los chicos se dirigieron a las mochilas, cogieron su bocadillo y se sentaron en una rampa junto a unas rocas situadas en la parte izquierda del lago, donde habían muchos árboles y matorrales cuya sombra era idónea para la merienda que nuestros protagonistas tenían preparada. A lo lejos, el paisaje era hermoso, una cadena de montañas copadas de nieve se divisaban a lo lejos y, a pesar de que era verano hacía cierto frescor en el ambiente

–Waao, esto es genial –dijo Jaime dándole un muerdo a su bocadillo mientras se recostaba en un tronco en el cual gran parte de una raíz sobresalía por la superficie.

Sara también le gustaba el lugar, se sentó junto al resto y empezaron a conversar.

–Vaya, ya por fin estamos aquí. Parecía que no íbamos a llegar nunca –dijo Sara observando el gran paisaje que se formaba entre árboles y montañas.

–¡Sí! La verdad que es increíblemente hermoso –dijo Ainoa dándole un muerdo a su bocadillo –Oye, ¿Mañana que comeremos?

Jaime paró de comer. Puso cara de sorpresa y comenzó a pensar

–Bueno... no nos esmeremos mucho, barbacoa, pinchitos, filetes y hamburguesas. Y para cenar bocadillos. No me vengais ahora de pinches delicadas en el puto campo.

Ainoa puso cara triste. Morritos para dar pena, ojiplática manos juntitas y pestañeando.

–¿Y de postre qué habrá?

–Vamos al campo y te traigo unos hierbajos de romero y te los fumas o algo. Pero creps no hay.

–Yo apoyo esa idea –dijo José María acabándose ya el bocadillo.

Tras varias conversaciones de comida, las chicas suplicando creps, y alguna que otra ostia por gilipollas, decidieron volver al campamento para preparar todo aquello, es decir, las tiendas de campaña, preparar la candela y esas cosas que se hacen en el campo, afortunadamente nadie murió por el camino.

–Oye –inquirió Miriam–. ¿Hay alguien que sepa hacer la tienda de campaña?

–NI puta idea –dijo Sara.

–Y ni puta idea que nos hace falta saber –interrumpió Jaime acercándose a Miriam y colocando su brazo en el hombro–. Pues para eso, mi querida Miriam, está la improvisación. Los gilipollas de los neandertales no tenían ni puta idea de como hacer fuego y lo hicieron. Nosotros podremos montar una jodida tienda de campaña antes de que nos demos cuenta con el gran poder de la improvisacion como seres inteligentes y superiores que somos.

30 MINUTOS MÁS TARDE...

–¿¡Donde putas va esta mierda!? O sea, vamos a ver metemos la mierda de vara por estos agujeros ¿¡y ahora qué!?

–Poder de la improvisación... –esperaba Miriam de brazos cruzados y poniendo los ojos en blanco en señal de desesperación.

–Calla, ¡cojones! –dijo Jaime peleándose intensamente con la tienda de campaña al intentar colocar una barilla.

Braulio, al ver que Jaime no avanzaba decidió intervenir.

–Oye, ¿Y esto no venía con instrucciones?

–Venían con instrucciones, pero el hijo de toda su puta madre de José maría se las comió. No sé, pinche herbívoro mutante.

Esto provocó que todas las miradas se dirigieran a José María el cual trató de defenderse del odio de sus compañeros.

La Acampada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora