Día 2 (Mañana 2/2): Depresión post-planchazo

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–Vamos, aguanta Braulio ¡ya casi estamos!

–¡Haaaay! Que se nos ha matao el niño –sollozó Miriam.

–¡No me toques! ¡¡JODER!! –gritó Braulio secándose los ojos–. Espera ¿¡Y mis gafas!? ¿Dónde coño están mis gafas? ¡Que me han costado 80 euros en una oferta estudiantil!

–Me importa una mierda tu puta oferta. ¡José María, Miriam, buscadlas yo lo llevo a la orilla!

–¡Jaime tenemos que salir de aquí! Llevamos ropa, comida, el mapa... ¡¡Los móviles!!

–¡¡¡¡Ostia puta!!!! ¡¡Vamos joder!! –gritó Braulio–. Mi puto móvil de 500 euros que lo pillé...

–¡¡En otra puta oferta!! –cortó Jaime enfadado–. Hay que salir de aquí ya.

Los chicos salieron de la orilla lo más rápido que pudieron. Estaba algo lejos pero lo suficiente como para llegar en un minuto más o menos. Jaime arrastró a Braulio de los hombros hasta un lugar seguro.

–¡Me sigue doliendo mucho puta vida!

–Ya, lo sé, aguanta un poco. ¡Chicos revisad si alguno de los móviles funciona!

José María abrió la mochila y comenzó a tirar hacia atrás según lo que iba encontrando dentro de ella. Cada cual más enferma que la anterior. 

–A ver qué pollas tenemos aquí: Unos bocadillos mojados, agua, un móvil-mechero falso que da descargas eléctricas,  por alguna razón, compresas, más compresas, condones, condones sabor chocolate, más condones, fotos porno, una foto de Abascal manchado de gotas blancas, servilletas, un lenguado como arma blanca, la lechuza de Harry Potter, y... el móvil –aprieta el botón para encenderlo–. Está mojado. 

***

Mientras tanto Ainoa, Sara y Mireia continuaron por el sendero camino a dónde se situaban aquellos chicos nuevos que acababan de conocer. Sara intentaba llamar a Jaime, Braulio, Miriam o José María. Pero sus móviles estaban todos mojados por tanto no podían mantener el contacto. 

–Mierda. Me sale dispositivo apagado o fuera de cobertura –dijo Sara guardando el móvil preocupada.

–Bueno, se les habrá acabado la batería o estarán haciendo el pendejo. Ya llamarán –desvió Mireia la atención para fijar su mirada en el culito de Daniel. 

–Ya... ¿pero que no respondan los cuatro? Me parece raro. 

Daniel dejó de hablar con su amigo y se dirigió a las chicas. Se notaba un chico muy agradable con algunos tatuajes en el brazo, pelo largo y negro, una barba muy bien afeitada, pómulos marcados y unos ojos verdes. 

–Así que venís de Extremadura, ¿Badajoz? –dijo colocándose entre las dos.

–Sí así es –contestó Sara–. De un pueblo bastante pequeño, seguramente ni lo conozcas. ¿Te suena Hornachos? 

–Pfff, la verdad que no, no lo conozco de nada –contestó tratando de recordar si lo había oído alguna vez.

–Ya, no pasa nada es un pueblo muy pequeño –se acercó Ainoa. 

Continuaron caminando y hablando por un rato. También se presentó Christian. Un chico que a pesar de su apariencia de niño, tenía 22 años. No tenía barba, pelo castaño, corto y peinado hacia un lado, bastante delgado, de mediana estatura, algo más bajo que Sara y Mireia. Tenía un comportamiento muy parecido al de un niño, y era muy inocente. Por supuesto esto fue aprovechado por Mireia para profanar su inocencia, que a lo largo de la conversación le fue cayendo bien y le dio su respectiva parafernalia sobre sexo, drogas y perversión.

La Acampada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora