Knörr

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"El océano no perdona a nadie" decía su abuelo, que sentado sobre la cubeta de anzuelos fumaba un puro de la habana. En ese momento no lo comprendía, no comprendía la furia del mar y su cruel juicio.



Antes de que su abuelo fuera un viejo arisco que siempre huele a pescado y madera, solía llevarlo todos los días a pescar, contaba historias y regresaban a casa hasta que el sol se escondía tras las suaves olas del atardecer. Era mágico. JiMin tenía unos ocho años por aquél entonces, y adoraba ver a las ballenas navegar hacia la luna que extendía su manto negro sobre la mar.

— ¡Cuidado, sardinita! Si te acercas demasiado, Jörmungandr* podía devorarte — el hombre detuvo a JiMin de querer alcanzar un pez descuidado; ese niño era la única familia que le quedaba, lo cuidaba como el tesoro que era —. Recuerda que...

— El océano no perdona a nadie, sí, lo sé, abu — bufó el chiquillo, cuya imagen al anochecer resultaba etérea.

Vivían en las islas Feroe, que eran un punto entre Islandia, Noruega y Escocia. Apenas había gente en su aldea, que era alimentada por las rutinas de pesca del abuelo, el viejo Viggo Odinsson, que huyó de Noruega hace tantos años que nadie recuerda cuándo llegó. Era un hombre enorme, de largos cabellos escarlata cayendo por su fuerte pecho. Los niños decían que había serpientes en su barba. Todos lo respetaban en ese lugar alejado de la civilización.

Él contaba cuentos para los niños en las noches de luna llena, alrededor de una fogata a las faldas del mar. Viggo tenía una familia, una hija que nadie había visto jamás y su pequeño nieto, que era todo un misterio. Algunos decían que Viggo lo rescató del cruel Mar Amarillo, otros, que su hija tuvo una aventura en el Lejano Oriente y que se quedó allí, pero no quería a su hijo, así que Viggo lo adoptó. Pero nada más lejos de la verdadera naturaleza extraordinaria del niño áureo.

— ¡Mira, mira, abu! — alertó un emocionado JiMin, señalando con un dedito al horizonte; sus pies descalzos trastabillando sobre la madera crujiente — ¿qué son esos?

Muchas focas nadaban en dirección a la isla, brillado bajo la luz ambivalente del cielo, cantando con sus curiosos sonidos. JiMin corrió a un extremo del bote, seguido de su abuelo, que de repente había palidecido. Pasó sus dedos callosos por el brillante cabello rubio de su nieto, y en una voz ronca y cansada, respondió.

— Son selkies*, JiMin. Han decidido volver.

Viggo fue rápido. Subió las redes gastadas al bote, sin preocuparse de los peces. Sus brazos fuertes comenzaron a remar hacia el muelle, alejando a JiMin de esos seres peligrosos que cortejaban a la luna.

— ¡No, espera, abu! — advertía el pequeño, viéndose alejado del espectáculo de las selkies — Quiero ver.

— ¡No! — gritó el viejo, apresurándose.

— ¡Abu, por favor! —JiMin chillaba, queriendo acercarse. En ese mismo arrebato, trató de detener a su abuelo colgándose de su brazo, pero el hombre estaba hundido en histeria por volver a la isla, así que aventó al niño, que a su vez, cayó sobre un tablón del bote.

Durmiendo entre la tempestad humana, fue alejándose de su sagrada estirpe.





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Jörmungandr: conocida también como la "Serpiente de Midgard". Es un monstruo que merodea los mares de Midgard, tan grande que mordiéndose la cola, abraza al mundo entero.

Selkie: criaturas del mar — parecidas a las sirenas — que pueden tener cuerpo de foca o de humano. Tanto mujeres como hombres selkie poseen una belleza imposible. Para tener cuerpo humano, deben quitarse su piel de foca, que esconden muy bien, pues si alguien la encuentra, deberán quedarse a su merced hasta recuperarla. Algunas ocasiones ceden su forma de foca por amor a un humano, así, se alejan de la mar. Pero si encuentran su piel de nuevo, su deseo los orilla a dejar la tierra y regresar al océano.











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ΚΛΙ

The Song of the Sea || KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora