«tredecim»

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Los días pasaron demasiado veloces hasta el esperado sábado, el día en que se encontraría con su alma gemela, su príncipe azul. Normalmente cuando uno esperaba algo ansiosamente los días parecían no pasar, el tiempo ni siquiera se atrevía a cambiar. Sin embargo, la dicha de tener en sus manos el número de su hombre soñado le habían hecho olvidar todo lo demás. Como un cuento en los que las mariposas llenaban tu estómago, en donde los pajaritos te hacían volar y salían corazones —de quién sabe dónde—de ambos orbes.

Se sentía en las nubes, en los más alto del universo. Espera, ¿podría volar? El sentimiento era parecido a ello.

De todas formas, nada nuevo se podía contar de sus días, excepto el hecho de que se mensajeaba algunas veces con el mayor para reafirmar el punto de encuentro. Acordaron, ambos, en que el mejor lugar era en una cafetería cerca de la escuela llamada "sweet moon". La hora de encuentro sería al mediodía.

Gracioso era que los mensajes solo se enfocaran en la pequeña salida, cuando existían mil temas de conversación en el mundo. Constantemente intentaba ser una persona "normal" y hablar de asuntos triviales, pero simplemente no podía, después de la carta que dejó, no se atrevía a escribirle otro mensaje. Si le descubría por su forma de "hablar" sería su fin, su cuerpo era un manojo de nervios, el cual difícilmente sería controlado.

El reloj indicaba las once en punto de la mañana, decidió que debía salir de su casa para estar a tiempo. Su casa quedaba a diez minutos de la escuela en la que asistía. La emoción que sentía le hacía cometer estupideces, tal como estar una hora más temprano de lo que se debe.

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Abrió la puerta del célebre lugar dirigiendo sus pasos al mostrador para pedir un capuccino, su gusto era nulo al sabor de las otras variedades del menú que se era mostrado, y no quería pedir algo que al final no le terminara gustando.

Observó con detención y sumo detalle cómo lo preparaban, el café siendo depositado con tal agresividad en el tazón y la espuma con tanta suavidad  hacían la dupla perfecta. Agradeció por la molestia que se habían tomado en decorar el líquido con un corazón en él. Pagó y sonrío, luego se dio media vuelta para buscar una mesa en la cual esperarlo.

Finalmente se sentó en una mesa cualquiera, nervioso por las miradas curiosas de los clientes al observar que no se sentaba, dándole espaldas a la puerta. Vaya estupidez.

Pasaron los minutos en los que lo único que hacía era dar pequeños sorbos a su capuccino. Los manillas del reloj parecían estar furiosos con él, no se movían, ni un centímetro de ellas. Su ansiedad crecía cada vez más, estaba empeorando las cosas.

—Usted —dijo una voz poco conocida. Alzó la vista, divisando la ropa que traía puesta. Era el empleado que le había atendido hace un rato. Ladeó su cabeza en forma de pregunta —. ¿Gusta de un refill gratis?, cortesía de la casa.

Ten asintió —Gracias, estoy esperando a alguien. Debí llegar un poco más tarde —contestó entregando el tazón que antes cubría con sus dedos.

—¿Acaso es a su enamorado a quien espera? —inquirió, como si ya supiese la respuesta a ello. Pudo deducir por la reacción del tailandés que era cierto. Soltó una breve risilla —No se preocupe, es algo normal aquí. Será nuestro pequeño secreto —agregó otorgando otra de sus sonrisa.

Devolvió la sonrisa. Pudo comprender dos cosa: a) Era una persona sumamente evidente, no podía disimular para nada, b) El nombre de aquel chico era Hendery, lo vio en su insignia.

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Por tercera vez en el día echó una mirada por encima de su hombro. No había nada, ni una presencia advertía en aparecer. Suspiró. Volvió su mirada a la taza entre sus manos y le dio un sorbo. Los nervios le estaban haciendo entrar en paranoia.

Otro suspiro, quería conservar la poca calma que quedaba en su interior. En ello escuchó el tintineo de las campanas de la puerta y no pudo contener las ganas de echar una mirada.

Era él, en todo su esplendor. A la hora exacta, con ropas que le hacían ver jodidamente guapo, más de lo normal. Era el galán perecto para él. Sentía que su corazón daba un vuelco, y que su pulso aceleraba cada vez más.

—¡Ten! Aquí estoy —dijo al tiempo en que se sentaba en la silla que estaba delante de él —¿Llegué tarde? —preguntó. El tailandés negó con su cabeza con las mejillas coloradas.

Iba a responder que llegó exactamente a la hora en que acordaron, le diría que tuvo que reunirse con alguien más, pero no pudo. Alguien lo interrumpió antes de decir nada.

—¿Así que él es tu novio? —comentó Hendery sutilmente mientras Chittaphon le dedicaba una mirada estupefacta, quería morirse allí mismo.

Movió sus manos de un lado para otro —No, no, no, somos amigos, solo eso —respondió con su cabeza agachada, estaba demasiado avergonzado para emitir alguna otra palabra.

Taeyong mordió su labio inferior, levantándose —Creo que el hecho de ser novios o no; no es de la incumbencia de otros —dijo, dibujando una sonrisa en su rostro para verse amable después de lo dicho. Tomó rápidamente la mano del tailandés y se marchó de la cafetería. Dejando al chino desconcertado.

Al salir del lugar, Chittaphon maldijo y amó a Hendery; una por decir su "secreto". La otra porque, probablemente, Taeyong estaba celoso.

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Chispas mickey, esto no iba
a ser tan largo xd.
btw, espero que les guste y no
me peguen por no cumplir
las fechas acordadas xfiz.
les di un cap "largo", ahre.
si hay errores sowy.

White Letter » ¡TaeTen!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora