White Letter » ¡TaeTen!

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Ten no emitió quejido alguno, no masculló ni alegó por el agarre que le había proporcionado el mayor. Simplemente enarcó el ceño ante sus acciones.

—¿Hyung? —musitó en un tono suave, observando su cabellera roja moverse rápidamente de un lado para otro, al compás en el que caminaba.

El llamado frenó. Aunque quiso dirigirle la mirada, no lo logró —Lo siento, estuvo fuera de lugar —respondió, su voz transmitía arrepentimiento y pena.

El menor de ambos suspiró, no era la respuesta que esperaba. Hasta un "no me gusta que se meta en nuestros asuntos" hubiese estado bien, pero Taeyong no dijo nada parecido, ni un poco. Debía borrar las falsas ilusiones que se creaban en su cabeza.

—Solo te disculparé de una forma, acompáñame —exigió el bajo sin soltar la mano del contrario, pero esta vez, dirigiendo él la caminata.

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Llegaron al centro comercial, a una tienda de juegos específicamente. Ten adoraba con fervor las máquinas y consolas que tenían a la disposición de los clientes para hacer una prueba de ellas. Era una parte de él que mantenía oculta a sus amigos.

Dejó la mano de Taeyong para comenzar a contemplar las novedades que le otorgaba la tienda y para no incomodar con su propio sudor que amenazaba en fluir por los grados de calor. Por lo más alto observó con atención pósters pegados en la pared, de torneos en donde cualquier persona podría participar si gustara de hacerlo. Por la izquierda, un estante alto con bastante anchura en las que se encontraban infinidades de figuras y diferentes juegos que se podían comprar, cada uno con su precio incluido. En la esquina superior derecha, las cajas registradoras enumeradas del uno al tres. Sus ojos se estaban moviendo con agilidad para apreciar todos los nombres de los juegos, pero se detuvieron al observar uno que no conocía, llevaba el nombre de "just dance", había oído su nombre inumerables veces, pero jamás le había jugado.

—¿Quieres ir a jugar?

—¿Podemos?

Taeyong asintió y lo llevó junto a él. Rápidamente, al llegar al lugar del juego, eligieron una de las tantas canciones. A ninguno de los dos se les notaba la menor vergüenza bailando en público, fue como si estuviera hecho para ellos.

Los movimientos de Ten eran limpios, suaves y coordinados. En cambio, los de Taeyong eran algo torpes y realizados con mucha fuerza. Sin embargo, ambos disfrutaron bailando —a su propio ritmo— Done For Me de Charlie Puth. Ten hacía de mujer en la coreografía y Taeyong de hombre, respectivamente. Pero pese a aquellos factores esenciales, se percibía la diferencia de experiencia que les hacía diferente a la hora de mover sus cuerpos al ritmo de la música.

Una tortura fue para ambos completar la canción, para Ten el ser tocado tantas veces por las manos de Taeyong le volvían loco y, a Taeyong el tener que tocar a Ten le colocaba del mismo color que sus cabellos.

Los bailes no eran difíciles, pero después de bailar la lista completa de canciones —sin parar— el cuerpo entraba en cansancio. Decidieron detenerse antes de seguir bailando y no llegar a casa... sí, habían pasado la mayor parte del día en aquella tienda. Agradecieron por el tiempo que soportaron tenerlos sin comprar nada y se marcharon a sus casas.

—Me gustó pasar tiempo contigo Ten, es agradable —inició la conversación el de cabellos rojo.

Las mejillas del tailandés estaban pintadas de un suave rosado —A mí también hyung —comentó.

Pararon a causa de Taeyong. Ten le dio una mirada fugaz a su rostro, quería adivinar que estaba pensando. El alto tomó sus hombros y le plantó un corto beso en la frente.

—Debo irme rápido a casa, espero y lo repitamos —murmuró simulando una despedida para marcharse caminando a pasos rápidos.

Había dejado varado a un Chittaphon. Sus cuerpos muy cerca se habían encontrado, tanto que su mente hizo corto circuito. Estaba en blanco, no sabía cómo reaccionar a ello.

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Lo único que se sabe de aquel día es que Chittaphon saltaba de la felicidad por todas las calles, su corazón estaba demasiado suave como para ser recordado.