Evan y Oscar conducían un vehículo por las afueras de Bethtrow, una de las tantas ciudades grises que se alzaban cada cierto tiempo en la vegetación Adrussa. Hacía dos años que se perdieron en aquel bosque, impulso tomado por Oscar para no ser asesinado cuando la venganza de Chris, Lance y toda esa gente llegase hasta el condominio.
En dos años, tanto Oscar como Evan eran capaces de compartir todo, lejos había quedado esa constante humillación e intimidación que el militar desarrollaba en contra del seminarista. Ambos habían dado con ese vehículo, luego de que llegasen a la conclusión que Adrussia de verdad era un país muy grande como para recorrerlo a pie.
A esa hora del día la niebla era abundante, el reloj a pila que siempre cargaban consigo indicaba que eran las seis de la mañana, bastante temprano aún.
Dentro del vehículo el silencio reinaba, hasta que Evan lo cortó.
—¿Cuánto tiempo nos quedaremos en Bethtrow? —cuestionó.
—El tiempo que haga falta, primero debemos rellenar el estanque ya que con lo que tenemos ahora, sólo nos alcanzará para un par de días como mucho —respondió Oscar.
En ese momento Evan abrió el mapa, se ubicó en algún punto pero después localizó su dedo hasta donde suponía se encontraba el condominio y el internado, claramente Oscar se percataba de aquellas acciones cuando las veía, así que interesado en saber su mejoría respecto a eso, le cuestionó.
—¿Crees que algún día dejarás de buscarles en el mapa?
—Lo dudo, mi familia, mi hermana... mi sobrino están ahí ¿recuerdas?
—No quisiera fastidiar, hoy no quiero molestarte pero tú sabes que tu hermana murió, nadie sobrevive al escopetazo que recibió por parte de Paloma —afirmó.
—Sí, me lo has dicho tantas veces y parecieras no entender que jamás dejaré de creer en que están bien —respondió Evan.
—Está bien, de verdad que hoy no tengo ganas de discutir, estoy muy cansado como para pelear —avisó el hombre.
—Yo también —. Evan guardó el mapa enseguida.
—Ya falta poco, en la próxima intersección debemos virar hacia la derecha y podremos entrar en Bethtrow —afirmó Oscar, parecía optimista, en el fondo la sensación de conocer la ciudad le otorgaba la convicción de que iba a conseguir todos los objetivos que tenía en mente.
A esa rapidez Oscar no pudo percatarse que un reanimado se había interpuesto en la trayectoria del vehículo y que al impactarle, desintegró los húmedos y rojos pedazos del pestilente ser por todo el vehículo.
La putrefacción era tal que incluso el vehículo se había vuelto totalmente pestilente, además, la sangre y la suciedad que el reanimado dejó en el capó del vehículo, se coló también hacia el motor y dañó en parte el frontis del automóvil.
Con cuidado Oscar estacionó el vehículo, totalmente alterado con el infectado se atrevió a salir del automóvil, para retirar del parabrisas algunos de los pedazos del muerto que aún seguía moviendo su mandíbula de forma estereotipada.
—Hijo de las mil putas —afirmó con rabia el conductor del vehículo.
—Que fea esas palabras —dijo Evan, reprendiendo a Oscar por el vocabulario.
—¿Quieres que le felicite y le haga un funeral? ¡Mira como nos dejó el auto!
—Exagerado —pronunció Evan mientras dio una vuelta para ver el rededor de la carretera, gracias a la niebla fácil no era pero al menos podía vislumbrar los árboles. En tanto, Oscar limpiaba lo más que podía el capó y el parabrisas de los restos del reanimado, este una vez en el suelo recibió una patada en la cabeza que terminó con su agonía.
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La Última Pandemia IV
Science FictionViejas rencillas, nuevos integrantes y problemas emergentes complicarán a los integrantes del internado Santa María de Udina. Dos años después del fallecimiento de Elisa. Lance y su comunidad se enfrentarán en una polaridad interna única, lo suficie...