Capítulo 3.1 "CUÉNTAME LO QUE TE PASÓ"

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Ken se encontraba tumbado dentro de un auto, el polvo en los vidrios conspiraba a su favor para ocultarse de los vivos que le buscaban y los muertos que permanecían atentos a cualquier movimiento, cualquier ruido, incluso el del llanto de un hombre. En su mente repasaba lo sucedido el día anterior, las imágenes y los sonidos de Paloma eran horribles.

En su recuerdo contemplaba a Paloma en el suelo, su pelo negro y sedoso se había chamuscado en su cabeza, impregnando toda la habitación de un olor desagradable, el mismo que desprendía la ropa oscurecida de la mujer, ropa que había quitado tantas veces para estar sexualmente con ella, ropa que ahora era como un vestigio, un recuerdo marchitado del pasado reciente, debajo de las prendas destruidas Paloma parecía un carbón, una brasa, una momia perdida, un madero tétrico sin dedos, sin alma y carente de historia aunque ciertamente aún no cesaba el sonido de las carnes ardiendo.

Ken lloró con ira, culpó a Chris, a Daniella, a Ruslan, a Lance, a Alice y también a Aarón. Maldijo al hijo de Chris, a Vyacheslav y su familia, a todos. Desde entonces la oscuridad gobernó la mente de Ken, un anhelo de venganza oxidaba su alma, aguardaba en ella como la araña en los rincones esperando por su presa, tranquila.

Durmió en ese auto varios días hasta que un muerto le descubrió y tuvo que abandonar su morada, con el paso de las semanas se alejó más y más hasta el sur, buscando tal vez algún puesto fronterizo en donde podría volver a empezar, sin embargo el tamaño de Adrussia era tal que los días caminando pasaban muy lentos, la desolación, los muertos y los bandidos parecían ser sempiternos.

En el camino robó a otros, asesinó por la espalda y escuchó conversaciones para dirigirse a nuevos lugares. En el camino encontró camiones con gente, parecían refugiados pero no confiaba en nadie, la última vez que lo hizo lo perdió todo. Con el tiempo encontró gente, algunos que otros compañeros que duraban un día a su lado, también encontró a un grupo de personas, de hombres que le robaron, le mearon encima y tras golpearlo le abandonaron en una zanja al costado del camino.

Dos años después de ver a Paloma carbonizada, recorría uno de los caminos rurales del estado de Solechny, desde su posición aún no podía visualizar el muro imperial, pues este aún se encontraba a quinientos kilómetros o más.

Ahora con la barba crecida, la ropa muy sucia y el cabello más largo, recorría cubierto en sangre putrefacta la ruta hacia el sur. Granjas incendiadas, cadáveres de animales y humanos sacrificados abundaban en la ruta. En un punto divisó un camino que se perdía en los árboles, allí decía un cartel <<No entrar, caníbales dentro>> aunque en el suelo también había otro letrero cubierto con maderas, que decía <<Flores Holkiev>>. Si habían muertos les mataría, si habían flores era seguro que podría haber también algún vivero y no se equivocaba, pues tras varios minutos caminando observó una granja vieja, había un granero de tamaño grande al costado de una casa campestre donde de seguro había vivido una vieja con frascos de galletas y el formato cliché de estampados de flores en las cortinas, manteles y mandiles.

No parecía haber alguien en la casa, de todas formas rodeó la propiedad cuidando no entrar al bosque pues se escuchaban reanimados en el él y no le convenía ser rodeado por ellos. Así que con cautela el hombre viró por el costado sur del granero junto a la casa encontrándose con una construcción cubierta de plástico trasparente, construido de tal forma que asemejaba ser un invernadero aunque algo dañado y sucio.

Al acercarse el hombre divisó con asombro que habían mesas de cultivo con tomates, patatas en otro sector y frijoles, afuera árboles frutales mientras que dentro del granero grande unas gallinas revolotearon con torpeza, llamándole, anunciando que esperaban ser devoradas sin importar nada.

Antes de aventurarse en ese granero, el sobreviviente tomó la decisión de robar a través de las frágiles contenciones de invernadero, así que con entusiasmo estiró su mano a través del plástico blanquecino que servía como aislante del exterior. En ese momento un disparo asustó a Ken, este sintió como si algo hubiese cortado una de sus manos, efectivamente había sido un disparo así que se lanzó al suelo arrastrándose hasta la parte posterior.

—¡Largo de aquí! —gritó una de mujer joven, desde el inmueble.

Ken no supo que contestar, solo atinaba a esconderse mientras detrás ya comenzaba a escuchar una puerta abriéndose con violencia, sentía los pasos de alguien que corría buscándole. Una vez que estos estuvieron cerca, Ken intuyó que la persona que le buscaba estaba a punto de virar hacia donde él se había escondido así que adelantándose a cualquier ataque, golpeó con su puño a lo primero que cruzó su vista. Se trataba de una chica de unos dieciocho o diecinueve años, esta cayó aturdida por el golpe hacia el pasto húmedo. En ese momento Ken comenzó a alejarse rápidamente vislumbrando que cerca de la joven los reanimados del bosque habían comenzado a rodearla, atraídos todos por el disparo que ella misma había efectuado.

Ken recordó el dolor de su mano, hasta hacía un segundo no le percibía debido a la tensión pero en cuanto sintió el dolor en su mano, ese ardor intenso, pensó que tal joven se tenía muy merecido morir devorada por el ataque de los indeseables reanimados.

Desde la casa grande se escucharon voces de hombre, estas alertaron a Ken.

—¡Hija! ¡Hija! —gritaba con desesperación tal voz.

Ken observó su entorno, dirigió su mirada hacia donde la voz provenía y luego hacia donde esta se dirigía, allí se fijó bien en la situación; La joven que le seguía era rodeada por las criaturas, algunas eran asesinadas por la joven mujer pero otras se unían a la lucha.

Desde la casa un hombre mayor miró con impotencia como su hija querida era sometida por los reanimados, estos le hicieron caer, ella de inmediato guardó silencio, era como una tierna oveja dispuesta a ser sacrificada sin ningún tipo de ayuda pero al menos en eso se equivocaba, en cuanto los dientes putrefactos de un reanimado se acercaron estos volaron junto con una porción de la cabeza, los otros dos seres que luchaban en sus brazos también cayeron con los disparos y otros tres que venían a unos metros fueron abatidos por Ken.

—¿Te han mordido? —cuestionó con desdén.

—No lo sé, no creo —respondió la joven reincorporándose con miedo, se sentía confundida y atemorizada.

Desde la casa un hombre sin una pierna salió apoyado en un bastón metálico, desde ahí amenazaba con una escopeta. Igual de confundido mantuvo el arma apuntando con una sola al intruso, pero Ken se limitó a ayudar a la joven a levantarse, en ese momento ella comprobó que la mano del hombre sangraba.

—Déjame ayudarte —dijo ella, asumiendo un delicado compromiso.

Sin más opciones Ken se precipitó en recibir tal ayuda, mientras que desde la casa el hombre mayor y padre de la joven cuestionaba las palabras de la joven. 

La Última Pandemia IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora