CAPÍTULO 5.5 "EN LAS VÍAS"

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Sobre el puente donde descansaba el tren, Lance seguía observando el paisaje, desde su posición alcanzó a ver un reanimado tambaleándose en la calle, tenía un buzo totalmente blanco manchado con un café oscuro, sus zapatillas era de un color azul eléctrico que a la distancia, no se distinguía bien.

—Haremos la cena ahora, usaremos algunas velas que encontramos en el comedor del tren para ahorrar las nuestras —comentó Laura.

—Está bien, Laura. ¿Qué cenaremos hoy?

—Sopa enlatada, con pedazos de pan.

—Suena bien... —dijo Lance, su tono era gobernado por el desinterés.

—Suena terrible, la sopa enlatada es mala, los pedazos de pan son solo fritos de pan cortados tan pequeños que parecen migajas —afirmó Laura.

—Ya llegaremos al internado y comeremos cerdo a la parrilla, mataremos una gran vaca y todos comeremos de ella —comentó el hombre.

—Qué lejos vivimos de ese mundo —respondió Laura.

Mientras aguardaban ahí, Polina les salió al encuentro.

—James llegó, él y Colby encontraron cosas —dijo la joven entusiasmada. De inmediato ingresaron para ver qué cosa había sucedido. Cuando entraron, pudieron ver a Colby cargando maletas, las cuales fueron dejadas en el suelo, igual que las cajas que James tenía.

—Estas maletas tienen ropa limpia, hay libros y otras cosas —dijo Colby.

—En el vagón-bodega hay muchas repisas con cajas, tienen comida, además en el vagón del lado hay un bar, no había licor ahí pero si en la bodega, encontramos cajas también, traje una botella de vino —pronunció el hombre, mirando su etiqueta, parecía sobreexcitado.

—¡Cálmate! —pronunció Lance, aunque en el fondo también percibía contentamiento por el anuncio del hallazgo.

Finalmente cuando todos los sobrevivientes que estaban dentro del vagón se percataron de la noche sobre ellos, tomaron la decisión de beber un poco para resistir el frío. Los vigilantes designados fueron, Vannia, Lance y Mark, en ese orden.

Eran aproximadamente las once de la noche cuando los cinco sobrevivientes bebían dentro del vagón comedor, allí celebraban animados por los resultados de la búsqueda, James quién ya estaba algo pasado de copas no dejaba de brindar por Laura, develando sus intenciones con ella, o al menos dando esa idea.

Laura sólo había bebido dos vasos cortos de Vodka, no quería que cualquier emergencia le viniese sin una prudente sobriedad, así que limitó su consumo al igual que Lance, quién tomó la decisión de beber sólo un vaso de Vodka, muy inferior los tres vasos cortos que Polina se había tomado, Viktor en cambio sólo había bebido dos vasos aunque fumaba como locomotora, a menudo expulsaba el humo por una de las ventanas.

—¿Se supone que vamos a dormir todos acá? —cuestionó Polina.

—No, tú y yo dormiremos en el vagón junto al baño, los chicos dormirán en otro vagón, total hay para todos —aseguró Laura.

—¿Y si dormimos todos separados? —cuestionó nuevamente Polina, pero esta vez con dificultad de entonación, ligada a su estado etílico.

—No, está bien que nos hayamos relajado un momento, pero no te olvides que estamos en un tren en las vías, podemos ser vistos desde cualquier sitio sin que Vannia se percatase, así que cuando ella termine su turno, me quedaré yo vigilando y después le tocará a Mark, pero tiene que haber alguien —afirmó Lance, en su interior se esforzaba por no ser antipático con la joven Polina.

—Ay, ya. Me marcho a dormir, me voy a descansar en paz, cuídense todos y si mañana hay que levantarse temprano, ni me despierten —dijo Polina, anunciando efusivamente su retiro.

Todos quienes le oían, se miraron extrañados.

—Tres vasos de Vodka tampoco es tan fuerte —afirmó Mark.

—No, pero es un joven de contextura más ligera, nosotros somos todos adultos, además tenemos más resistencia en todo sentido —explicó Laura.

—Yo no diría eso, James parece ser el tipo más feliz del mundo —comentó Lance, observando a un distraído sujeto, quién sonrió de forma errática al darse cuenta que hablaban de él.

Después de eso, sólo fue cosa de unos minutos, quizá media hora hasta que todos o la mayoría al menos, estuviesen en sus camas. Fue después del turno de Lance, cuando el hombre se lavaba los dientes cuando un inusual frío parecía recorren el pasillo fuera del baño. De reojo Lance alcanzó a ver una figura clara atravesar la oscuridad de fuera, las velas encendidas incluso se movieron en respuesta al viento.

—¿Laura? —preguntó Lance a la oscuridad —. ¿Mark?

Con seguridad Mark no era, el hombre recién había iniciado su turno y estaba lejos de allí, así que al avanzar hasta la puerta del vagón, Lance visualizó a Polina vestida con un buzo deportivo.

—Polina ¿estás bien?

—No —contestó ella, acercándose.

—¿Qué pasó?

—Hay algo que me inquieta, comenzó a sonar en el último vagón. —Al escuchar aquello, Lance se alarmó, aunque la expresión de Polina no parecía tan consecuente con el mensaje.

—Vamos —dijo Lance, tomando su arma desde el estanque del baño donde la había dejado y sosteniendo una vela en su transportador.

—Es allá —decía Polina.

Al abrir la puerta con cuidado, Lance divisó una vela encendida en la ventana, de inmediato accedió a la litera para apagarla, allí le sopló y luego se giró hacia el pasillo, aunque Polina había entrado y dificultaba su visión.

La mujer tomó el trasportador con la vela encendida y lo dejó sobre una de las mesas, luego cerró la puerta y avanzó hasta Lance.

Lance entonces tragó saliva, creía saber qué era lo que estaba pasando y lo que sucedería luego, así que se quitó esa chaqueta oscura, mientras que Polina se deshizo de la parte superior del buzo blanco. Ante Lance, quedó una mujer de un metro sesenta, joven, con una figura bien definida la cual se asemejaba a una guitarra con caderas anchas, la luz de la vela permitía ver los senos grandes y desnudos.

—¿Esto es lo que quieres?

—Que pregunta más tonta —dijo Polina, acercándose—. Haces bromas tontas y preguntas tontas.

Polina de inmediato agilizó a Lance en retirar su chaleco, la bufanda y la camiseta, ambos con torso desnudo no tuvieron otra opción que acercarse, sus bocas se unieron infinidad de veces, mientras que Lance tomó a la joven en sus brazos, sus piernas se aferraban a la cadera del hombre mientras este con brusquedad la llevó a la litera, donde emulaba sin control los movimientos sexuales que más tardes harían.

La Última Pandemia IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora