CAPÍTULO 4.1 "DÍAS, MESES, AÑOS"

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Había pasado solo un día desde la masacre del pueblo gitano, Alonso estaba sentado en absoluto silencio en un sitio del campamento mientras quienes habían sobrevivido a la noche se dedicaban a rescatar y guardar lo más que podían para partir en unas horas. Frederick se acercó hasta Alonso para preguntarle como estaba, desde hacía unas horas que no emitía ninguna frase.

—Dice mi madre si no quieres entrar, está preocupada por el sol, dice que puede dañarte —afirmó Frederick.

—Sé que lo sabes pero voy a decirlo de todas formas, esto no está bien, no es correcto —aseguró Alonso, retirando la vista del suelo.

—Alonso, si las cosas se dieron de esa forma es por algo, no puedes evitar que las cosas cambien, por suerte para ti no estás muerto.

—Me marcharé, huiré de aquí donde nadie pueda encontrarme —afirmó Alonso poniéndose en pie.

—¡Alonso! ¡Qué haces!

—Ya te lo dije, me quiero ir —afirmó con determinación, Alonso.

—Alonso, debes pensar bien las cosas, debes pensar más allá de esto, de lo que pasó. —Frederick se acercó en tono persuasivo.

—Fred... anoche me dispararon, me mordieron y...

—Y estás aquí, acéptalo.

—No puedo, porque me dispararon a mí, me mordieron y vi tantas cosas, me sentí... ¡solo quiero irme de aquí!

—Y nos iremos, todos nosotros pero necesitamos que vengas —reiteró Frederick.

—Frederick...

—¿Y dónde iremos? —cuestionó Alonso, en ese momento Frederick se mostró dudoso, algo complicado era de explicar de seguro.

—Como Adrussos podemos ir hasta el hipódromo, ellos no nos harán nada —afirmó Frederick, bajando la vista.

—La gente del hipódromo nos hizo esto, no te tenía por alguien con mala memoria, Frederick —dijo con molestia Alonso.

—Lo sé, pero es lo que tenemos por ahora, confía en nosotros. —Frederick parecía honesto, Alonso asintió aceptando de una vez por todas que, era un privilegiado y que por lo tanto debía hacer uso de sus privilegios, los que se traducían básicamente en un su nacionalidad Adrussia.

Antes del medio día el campamento fue abandonado, la fila de automóviles avanzó hasta el internado, lugar donde entraron luego de una larga inscripción y revisión general. Fue en ese mismo contexto donde una doctora revisó a Alonso, las mordidas se presentaron por si mismas.

—¿Son mordidas de infectado? —cuestionó la mujer.

—No —dijo Alonso.

—Sí —afirmó Frederick, llevando la contraria a su compañero.

—¿Cómo?

—Son mordidas de podrido, anoche nuestro campamento fue atacado por varios, todos los que fueron mordidos murieron ya, menos él —explicó Frederick ante el evidente enojo de Alonso.

—¿Es eso cierto? —cuestionó ella, observando los ojos de Alonso.

—Tus hombres, los hombres de este lugar me atacaron, hicieron que los reanimados viniesen a nosotros y casi todo el campamento murió, casi todos los hombres —explicó él.

—Pero tú sigues aquí ¿por qué? —cuestionó ella, maravillada.

—Tengo una idea del porqué pero no creo que tenga que ver con algo científico —respondió el hombre, mientras permanecía sentado.

—Debo dar aviso a mi jefe, por el momento deben esperar aquí —respondió la mujer, apartándose dialógicamente del sentimiento de Alonso.

—¿Nos dejarán pasar? —cuestionó Frederick, preocupado por la situación.

—Deben guardar la calma, otras personas deben verlo y tomar una decisión. En cuanto a ti, voy a necesitar que me acompañes —afirmó la mujer sonriendo con calma.

Alonso asintió confundido, miró a Frederick interpretando sus gestos de aprobación, luego de eso miró nuevamente a la doctora para afirmar. Juntos salieron de la caravana en dirección hacia un vigilante.

—¿Código morado? —cuestionó el hombre, cruzado de brazos.

—No, es otro inmune —afirmó la doctora con calma.

—¿Otro inmune? —cuestionó el hombre.

—Por favor, Mauro. Debes llevarlo al descanso, el comité debe verlo —afirmó la mujer.

—Como diga, Doctora Maeling —respondió el hombre militarizado.

—Nos veremos en unos minutos, debo volver con tus compañeros —comentó la mujer, mientras Alonso era llevado por un pasillo largo y oscuro. Otros militares habían circulaban por el sitio, más allá en la claridad de un patio Alonso observó un camión con dos muertos, de inmediato se detuvo.

—No tienes nada que temer, ayer tuvimos una pelea en un bar subterráneo, así acabó todo —explicó el militar. Alonso no respondió, sino que continuó su marcha, en ese instante se sintió como los reyes de Ivanya al ser llevados al patíbulo, tenía fe en que al final del recorrido no le esperase una guillotina.

Alonso fue encerrado en una celda, al costado otras personas estaban aguardando por algo, algunos se veían enfermos, otro incluso parecía poseído por alguna entidad demoniaca, aunque Alonso tenía claro que se trataba de alguna droga sintética haciendo efecto.

Un sujeto en la celda del lado decidió hablar con Alonso.

—El infeliz me hace recordar a los videos de internet —dijo el hombre.

—¿Qué videos? —cuestionó Alonso, acercándose.

—Esos videos... eh, había uno donde un hombre pedía ayuda desde un techo y se veía que apuntaba hacia una ventana, desde ahí, desde esa misma ventana del segundo piso salieron ellos, se parecían a este —afirmó apuntando hacia el sujeto drogado —. Eran violentos, no eran fríos como estos podridos de aquí —explicó el hombre.

Alonso se quedó ahí, contemplando al drogado y las lamentaciones de los enfermos, entonces se recostó en una cama con un colchón igual de raquítico que sus esperanzas. Allí se durmió, observó entonces el contenido de sus sueños. En ellos logró ver cosas, vio manchas oscuras en el cielo, sus sombras en el suelo, eran cientos de aves, observó también a muchos muertos caminar hacia un muro, ellos iban teñidos de su pobreza, su desesperación por vida le movilizó hasta algún sitio imaginario en sus sueños, miró con atención como una enorme catedral era destruida, escuchó gritos ser silenciados, fue testigo de cómo los débiles eran golpeados por el poder de los fuertes, sintió odio en ese momento, deseó justicia. Una presencia fría y dantesca invadía su sueño, voces angélicas y oscuras discutían, en ese panorama no podía entender nada, sólo veía mandíbulas clavarse en su carne, una vez, dos veces, tres veces. Se vio a sí mismo en una cama de cemento, estaba pálido y su madre le abrazaba, eran tantas cosas que había visto en mis sueños que cuando volvió a despertar la saliva había caído, ante él y ante tres personas que le hablaban tratando de despertarle, entre ellas la doctora Maeling.

 Se vio a sí mismo en una cama de cemento, estaba pálido y su madre le abrazaba, eran tantas cosas que había visto en mis sueños que cuando volvió a despertar la saliva había caído, ante él y ante tres personas que le hablaban tratando de desperta...

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¡Hola amigas/os! 

¿Que creen que pasará con Alonso? 

***Dato curioso: En las versiones anteriores de la saga, Alonso era un personaje que fallecía en el tercer libro. 

¿Qué te parece su personaje? 

La Última Pandemia IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora