Era de noche, Oscar hacía guardia en un claro del bosque donde dos carpas de tamaño personal se erigían iluminadas por una fogata tenue, esta había sido rodeada de piedras para que la base del fuego no fuese tan atrayente a los peligros. Al frente de Oscar se encontraba Dimitri devorando una sopa enlatada.
—Fue buena idea poner ese perímetro con alambres —afirmó el sujeto, interrumpiendo su bocado.
—Eh, sí. Cuando estamos a pie generalmente en los momentos de descanso hacemos eso, por lo menos en los bosques es necesario —respondió Oscar.
—¿Desde cuándo se conocen ustedes dos?
—Hace dos año, al principio no nos llevamos muy bien, pero después cuando vagamos por meses fuimos encontrando gente, llegamos a ser siete pero una mañana salimos de nuestro refugio para buscar un nuevo galón de gas para la cocina que teníamos y al volver, nuestro hogar estaba saqueado, uno de nuestros compañeros fue asesinado y dejado allí mismo, estaba convertido dentro de una carpa mientras que jamás encontramos a los demás, es como que se los hubiesen llevado —relató Oscar, haciendo que su interlocutor detuviera totalmente su cena. Luego de limpiarse la boca abandonó la sopa allí en el fogón con la excusa que estaba algo fría y necesitaba calentarse.
—Fueron ellos —comentó Dimitri, después.
—¿Ellos, quienes?
—Hay personas allá afuera, andan en furgones escolares, camiones de reparto. Ellos se llevan a la gente y nunca más es vista.
—¿Cómo lo sabes? —cuestionó Oscar.
—Mi hermano vio a gente subir a los camiones, llevan por lo menos tres años haciendo lo mismo, al principio eran autos pero después eran camiones —respondió Dimitri con su voz grave.
—Espero que las cosas no sean tan malas como parecen serlo.
—Son peores. Allá en oriente hay ciudades que están activas, han tenido dramas y toda la cosa pero continúan siendo ciudades, con personas, con trabajos y cosas así. Muchas de las comunidades que están cerca de esas ciudades trabajan para ellas, les proporcionan servicios a cambio de protección, a cambio de poder.
—¿Por qué no has ido hacia allá? ¿Acaso es que no estás seguro que en verdad existen? —cuestionó Oscar con un leve tono irónico.
—No es eso, he visto esas comunidades, lo que pasa es que mi hermano no confía en ellos, no confía en nadie.
—¿Dónde está él?
—Desde que empezó esto de los putrefactos, los enfermos y toda la cosa, creo que todo está relacionado con la confianza, es fácil exigirla, es fácil pedir antecedentes para confiar pero no es tan fácil y mucho menos común pedirle a otras personas que confíen en ti. Hay tantas mentiras rondando por ahí como podridos por el mundo. —Ante las palabras de Dimitri Oscar asintió denotando que estaba de acuerdo.
—Tienes razón pero aun así un hombre precavido vale por dos —argumentó Oscar.
—Es cierto, pero un hombre que confía en otro es capaz de denotar que aún tiene fe en alguien o algo, que aún es capaz de responder ante una promesa, ante una amistad, ante cualquier lealtad —afirmó Dimitri, haciendo que Oscar escudriñase una y otra vez la lógica de su interlocutor.
—¿A qué te refieres? —preguntó Oscar.
—No puedes saber lo que yo sé, ni ver lo que yo veo si no confías en mí —comentó con misterio.
—Em, sigo sin entender cuál es el punto de todo lo que hablas.
—Ve a dormir, déjame a mí, un completo extraño a cargo de vigilar, prometo que nadie morirá —respondió el hombre de cabello castaño oscuro, interpretando los gestos faciales de su interlocutor.
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La Última Pandemia IV
FantascienzaViejas rencillas, nuevos integrantes y problemas emergentes complicarán a los integrantes del internado Santa María de Udina. Dos años después del fallecimiento de Elisa. Lance y su comunidad se enfrentarán en una polaridad interna única, lo suficie...