Recuerdos

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Ese día me levanté temprano, de todos modos no pude dormir bien. Tuve insomnio y malos sueños en los que siempre despertaba sobresaltada y con la camisa pegada al cuerpo debido al sudor a pesar de que estábamos en pleno Septiembre y empezaba a hacer frió. Me senté al borde de la cama observando mis pies, ese día todo acabaría por fin. Tanto dolor, sufrimiento... soledad. Ese vacío que inundaba mi interior como ola gigante al fin daría paso a una mucho peor... un tsunami.

¿Después de él que? ¿Qué seguiría para mí? ¿Podré ser feliz otra vez? O es que me quedaré sola en casa con mil gatos como mascotas para no sentir el duro golpe de la soledad otra vez.

Solté un sonoro suspiro y pasé una mano por mi cara deformándola momentáneamente, debía darme prisa si quería llegar temprano al juzgado. Me metí al baño y me duché, esperaba que el agua al recorrer mi cuerpo se llevara con ella todo mi sentir, pero tal parecía que no era posible. Las lágrimas acudieron a mi rostro sin ser requeridas y sentía un enorme dolor en el pecho, ese día terminaría y se llevaría con él todo lo alguna vez soñé. Me encogí en el piso de la ducha y abracé mis rodillas llorando desconsoladamente, sería el único momento de todo el día en que me permitiría hacerlo, no quería llorar en público, mucho menos frente a ellos.

Después de lo que me pareció una eternidad, salí del baño y me preparé para salir del cuarto de hotel. Mi mejor amiga, y también mi abogada, estaba frente a mí esperándome en el lobby. En cuanto me vio me dibujó su más hermosa sonrisa y yo intenté devolvérsela pero sólo logré una horrible mueca.

-Hola preciosa.- saludó en un susurro mientras me tendía un vaso de cartón con café y un pequeño panecillo. Me conocía demasiado bien como para saber que ese día los nervios no me habían permitido desayunar nada.

-Hola cariño.- tomé el vaso y el pan y los miré con nostalgia.- ¿Cómo estás?- preguntamos al mismo tiempo y sonreímos divertidas. -Bien, ¿Y tú?- respondimos de igual manera y al fin soltamos una carcajada. Se sentía tan bien reír después de mi episodio en el baño y después de sentirme tan miserable desde que comenzó todo esto.

-No es nada fácil.- dije tras un largo suspiro jugando con el panecillo entre mis dedos.-Seré libre otra vez. Se supone que debería sentirme feliz, extremadamente feliz pero en cambio sólo siento... opresión en el pecho y unas inmensas ganas de llorar.

Comenzamos a caminar hacia la puerta mientras Jane me tomaba del brazo reconfortante.

-Es normal linda, la mayoría de mis clientes pasan por algo similar. Después de esto nos iremos a beber por fin.- añadió más emocionada mientras sacaba las llaves de su Chevrolet del bolso. Me abrió la puerta y entré colocándome el cinturón de seguridad y sujetando el vaso del café con fuerza. No tenía ganas de masticar nada así que el panecillo lo descarté.

-¿Has hablado con Kevin?- le pregunté una vez que se sentó a mi lado encendiendo el motor del coche para ponernos en marcha.

-No puede acompañarte hoy pero dijo que mañana te invitará a comer. Para celebrar que todo terminó.

Solté un suspiro que empañó ligeramente el vidrio de la ventana, Kevin era mi otro mejor amigo desde el instituto. Ambos unidos por nuestras madres que habían ido al instituto juntas también. Ese era nuestro sueño, que nuestros hijos vivieran la misma experiencia que nosotros y nuestras madres. Y se hubiera cumplido si no fuera porque mi hijo William, estaba viviendo con mis padres por ahora en East Hampton.

A Jane la conocí gracias Kevin, cuando se casó nos puso en la misma mesa y congeniamos desde el inicio hasta ahora... Han pasado seis años de eso y ahora los tres somos inseparables.

Dibujé una triste sonrisa hacia el piso, observaba mis zapatos negros con pesadez, la primera vez que me los puse fue para una cita hacía mucho tiempo y ahora... la última.

Sufrir por su piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora