Dolor

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Cuando la puerta se cerró tras Misha, Tom se dejó caer en la cama deshecha. Se llevó las manos a la cara y ahogó un grito furioso y cargado de desesperación.

¿Cómo pudo ser tan estúpido? Aquellas mujeres... no significaban nada para él. Habían sido un error y ahora la vida se las estaba cobrando todas y cada una de esas acciones. Pero Juliane... Con Juliane no había pasado nada, ¿cómo se atrevía a mentirle a Misha de aquella forma? ¿Qué ganaba Juliane con inventar semejantes idioteces? El hecho de que lo diga en voz alta no lo traería a la realidad.

Ahora estaba a punto de perder a Misha por culpa de ella y no lo iba a permitir. 

Se puso de pie y fue hasta el baño a lavarse la cara, se echó agua en el cabello intentado acomodarlo y después salió para vestirse completo. 

Decidió esperar, tal como le indicó Misha, y después de lo que le pareció una eternidad salió de la habitación con paso decidido hasta el ascensor. Sacó su teléfono y marcó el número de Juliane, furioso.

-Hola guapo, estaba pensando en ti.- saludó la mujer seductivamente.

-Tengo que hablar contigo, Juliane.- contestó seco y tratando de tranquilizarse. No quería levantarle la voz a una mujer a pesar de ser la causante de su enojo.

-¿Justo ahora cielo? Estoy por meterme a la bañera, ¿no quieres acompañarme?- Tom se limitó a apretar los ojos y tragar saliva, lo estaba sacando de sus casillas. ¿Cómo podía ser tan cínica?

-No Juliane, te veo en Lexington en veinte minutos. Es importante.

-De acuerdo, ¿celebraremos que eres libre al fin?

-Adiós.

Colgó furioso, era increíble que una mujer le causara tanto desprecio y rencor en sólo unos segundos de conversación. Se tomó el puente de la nariz mientras respiraba profundamente. Cuando salió del ascensor, vio perfectamente a Misha y a Jane cruzar la puerta del hotel y se dirigían a la izquierda, Tom fue tras ellas pero después de observar la espalda de Misha se giró a la derecha y comenzó a andar con las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta para protegerlas del helado aire que recorría la ciudad. En ese momento su teléfono vibró y lo sacó rápidamente para atender la llamada. Era el padre de Misha.

-Hola Peter.- saludó un poco más animado.- ¿Está todo bien?

-¿Qué tal Tom? Por acá todo tranquilo.- respondió el hombre con voz pasiva.- Supe que no firmaste el divorcio.

-No, Peter. No pude hacerlo,- confesó Tom con un nudo en la garganta y carraspeó para intentar deshacerlo.- Esperaba poder hablar con Misha pero veo que es imposible, me sentí horrible cuando ella lo firmó apenas llegó a sus manos.

-Siempre hay una esperanza Tom, no pierdas la fe.- respondió apacible Peter.- No aplaudo tus acciones hijo, pero estoy seguro que Mish debe estar contigo. Y cualquiera que sea la razón por la que decidió terminar su matrimonio no puede ser más grande el amor que se tienen ustedes dos.- Ambos guardaron silencio un momento, entonces Peter continuó.-Lucha por ella Tom, daría mi vida por volver a ver a esa sonrisa que sólo tú sabes poner en la cara de mi hija.

-Gracias Peter, gracias por aún confiar en mi después de todo el dolor que le ocasioné a tu hija.- el aludido soltó una leve carcajada.

-Hijo, ¿tú crees que un matrimonio puede funcionar si no hay peleas y discusiones de por medio? El secreto de un matrimonio exitoso es la paciencia... Y el amor, pero estoy seguro que ambos cumplen con ese último ingrediente.

Tom sonrió de lado agradeciendo profundamente las palabras de su aún suegro.

-Haré hasta lo imposible por recuperar a Misha, Peter. Tenlo por seguro que así será.

Sufrir por su piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora