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the masterplan

Apenas abandonó el trailer, luego de aquella videoconferencia que se extendió por un poco más de una hora, las lágrimas no tardaron en aparecer en el rostro de ________. Su sistema nervioso todavía no parecía lograr hallar la tranquilad, y, en realidad, no lo haría hasta que estuviese segura de haber tomado la decisión correcta. 

Revisó su teléfono celular, en un intento de distraerse de sus pensamientos, y aunque esperaba encontrarse con al menos un mensaje de texto de Ben, únicamente había uno de Joe. 

Cariño, creo he dejado mi chaqueta en el trailer de maquillaje. Ya que estás allá, ¿puedes recogerla por mí?

Con desgano se dirigió al lugar donde su mejor amigo había olvidado su chaqueta, preguntándose por qué la requería con tanta urgencia. De la misma manera, abrió la puerta del remolque, sin esperar esperar encontrarse a alguien en lugar, cuando ya eran pasada las ocho treinta. Sus ojos se abrieron como platos y la confusión se apoderó de ella cuando se encontró a Ben allí.

—Ben... ¿qué ha...

—¿Puedo hablar yo primero? —preguntó el gran londinense, acercándose a la joven, y ella asintió. El muchacho tomó una bocanada de aire, antes de proseguir—. Cuando te conocí sentí algo que no supe descifrar. Me costó un poco de tiempo darme cuenta, pero, de pronto, me di cuenta de que estaba completamente enamorado de ti. La manera en la que ríes, la suavidad de tus manos, el cómo arrugas la nariz cuando algo no te gusta, todo, todo me fue enamorando más y más de ti. Sé que he sido el imbécil más grande del mundo, pero, tengo toda una vida para remediarlo si me lo permites. N-no sabía dónde hacer esto, pero creo que este es buen lugar. Aquí nos conocimos, ¿no?

Un pequeño jadeo, de pura impresión, se escapó de los labios de la joven cuando vio a Ben sacar una pequeña caja aterciopelada de su bolsillo. Con torpeza, la abrió. Un hermoso anillo sujeto a una delicada cadena dorada era lo que contenía.

—No te pediré matrimonio, porque no quiero espantarte —bromeó, soltando una pequeña risita y sorbiendo su nariz. Tomando el collar con su mano, volvió a guardar la caja aterciopelada en su bolsillo antes de continuar—. Esto es una promesa. En este momento, me entrego a ti completamente, ________ —susurró, con sus ojos fijos en los de la joven—, prometo acompañarte y apoyarte siempre, por el resto de mis días, y prometo hacerte la mujer más feliz del mundo entero. No sé qué pasará en el futuro, pero sí estoy seguro de algo; eres y serás el amor de mi vida, ángel, ¿y sabes por qué lo sé? porque durante los nueve años que estuve con Katriona, nunca sentí las ganas de dar el paso siguiente. Inclusive llegué a pensar que el matrimonio y los hijos eran algo que quizás no quería en mi vida. Pero contigo, tan solo a meses de conocerte, puedo verlo tan claramente. Quiero verte en un hermoso vestido blanco diciendo 'acepto'. Quiero verte con una hermosa pancita cargando a nuestro primer hijo. Te quiero ver jugando con nuestros nietos. Te quiero celebrando nuestras bodas de oro. Mierda, amor, quiero de todo contigo.

Los sollozos que se escapaban de la muchacha en ese momento eran tan intensos que llegaban a ahogarle. Con fuerza, envolvió sus brazos en el torso de Jones, escondiendo su rostro y ahogando el llanto en el cuello del actor. Los suaves susurros del intérprete de Roger Taylor en su oído pretendían tranquilizarle, sin embargo, tan sólo lograban emocionarle aún más. 

—Shst... no quiero que temas ni un poquito, cielo —le suplicó—. Esto va a funcionar. No necesito ningún plan de respaldo, ni una segunda opción, en caso de que esto no funcione. Eres mi plan maestro, amor. Pase lo que pase, no vamos a fallar. 

—N-no sé cómo es posible sentir tantas cosas en tan poco tiempo —ella musitó, con una pequeña sonrisa en sus labios—, p-pero te-te amo, te amo tanto, Ben Jones. 

Y como si sus mentes pudiera comunicarse entre ellas, sus rostros se acercaron y sus bocas terminaron uniéndose en aquel beso que sellaba la promesa que Ben le había hecho. Sus labios se movían a un ritmo lento, con ternura y desesperación a la vez. Y aunque no querían separarse, la falta de aire les obligó a hacerlo.

Sujetando las mejillas de la joven, el inglés la observó con detención, sabiendo que lo que venía a continuación era lo más complicado. Y es que, por mucho que quería que la joven se quedase a su lado, sabía también que no podía ser así de egoísta. Ella debía cumplir sus sueños. Y si aceptar aquella oferta trabajo en Egipto le hacia feliz, entonces él sería el hombre más feliz del mundo por ella. 

—Sé de la propuesta que Vogue te ha hecho —confesó, dando un respiro tembloroso. Las cejas de la muchacha se alzaron por sí solas—. Si es lo que más anhelas en la vida, debes aceptarla amor, es tu sueño y tienes que cumplirlo. Yo... yo viajaré todos los fines de semanas para allá, si es que es necesario. Podemos con esto, cielo...

—Yo, ¿puedo hablar? —la maquilladora le interrumpió, aclarando la garganta. Él asintió—... acabo de tener mi entrevista con ellos. —susurró y Ben sonrió. Le dolía, pero estaba feliz y orgulloso de su chica. 

—Eso... eso es increíble, amor. ¿C-cuándo te vas? —le preguntó, fingiendo de la mejor manera posible entusiasmo.

—Tercera semana de enero —musitó—... en esa fecha me tendría que haber ido, si hubiera aceptado. La boca de Ben se abrió por inercia. 

—¿Q-qué? —el rubio asimilaba la información que la chica acababa de entregarle con impresión—. A-amor, ¿qué?

—No acepté la oferta —le corroboró. Una inmensa y sincera sonrisa en los labios de ella. Confusión en los ojos de él—. Alguien me dijo que debía escuchar a mi corazón, por más cliché que suene —murmuró, rozando su nariz con la del gran londinense. Era Mazzello quien le había dicho aquello—. Mi corazón está aquí contigo, Ben, y aquí es donde se quiere quedar. 

Los besos no tardaron en volver, esta vez, sin ninguna otra interrupción. Las lágrimas intentaban arruinar el momento con su acidez, pero no lo lograron. Nada podía borrar el exquisito sabor que sentían en los labios del otro. El de la felicidad.

Y pese a que muchos dicen que hay que esperar a que el tiempo transcurra, para saber si se ha tomado la decisión correcta, en ese momento, ________ supo que no necesitaba de aquello, ni ningún otro tipo de prueba para darse cuenta de que había hecho elegido bien. 

***


En verdad me quiero matar, estoy sin palabras. Probablemente subiré una parte de sólo agradecimientos pero no está demás decirles que, en serio, miles de gracias por apoyar esta historia. De corazón, espero que les haya gustado y bueno, falta el epílogo, que será cuando ya han pasado un par de años. 

Como siempre, gracias por tanto, perdón por tan poco.

THE MASTER PLAN - BEN HARDYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora